El Brexit agrava la batalla interna en el Gabinete de May
En el seno del propio Gobierno británico se dirime una batalla entre el sector pragmático y el que exige la inmediata salida de Europa a cualquier precio
Patricia Tubella
Londres, El País
Al margen de los pasillos de Bruselas, otra batalla sobre el Brexit se dirime en el seno del propio Gobierno británico con el aireado pulso entre el sector pragmático y el que exige la inmediata salida de Europa a cualquier precio. Theresa May se ha visto forzada a llamar al orden a los ministros del Gabinete que encabeza para atajar las filtraciones interesadas de los últimos días, que han confirmado la división en torno a la forma de encarar el divorcio con la UE y han empañado la voluntad negociadora expresada este lunes por David Davies ante su reunión con el negociador de la UE, Michel Barnier. "Por supuesto, el Gabinete debe ser capaz de mantener en privado las conversaciones sobre la política del Gobierno y la primera ministra se lo recordará a sus compañeros en la reunión de Gabinete de mañana", ha aclarado este lunes un portavoz de Downing Street.
El responsable británico de la cartera de Economía, Philip Hammond, “intenta frustrar el Brexit” con su defensa de un pacto transitorio sobre el mercado único que podría retrasar el acuerdo de retirada de la Unión, sostenía el Daily Telegraph y y bajo condición de anonimato una fuente del Gabinete el domingo. Hammond, partidario de la permanencia en la UE y erigido en defensor de una línea blanda que proteja los intereses comerciales y financieros británicos en el proceso de desengarce, se ha convertido en la bestia negra de sus colegas más intransigentes.
A lo largo de la última semana, la prensa ha informado sobre la actitud de desprecio mostrada durante las reuniones por el ministro ante la reivindicación de los funcionarios públicos a favor de un aumento salarial, o incluso sobre el sexismo que rezumaban sus comentarios. “Conducir un tren es tan fácil que hasta puede hacerlo una mujer”, dijo. Hammond negó el pasado domingo ese relato de sus enemigos en una entrevista televisada por la BBC, y aseguró ser objeto de una campaña “generada por aquellos que no están contentos” con la agenda que intenta promover “para proteger la economía británica y los empleos, y asegurar un incremento sostenido del nivel de vida”.
Sus declaraciones se sustentan en el último informe de la Confederación de la Industria Británica (CBI, en sus siglas inglesas), donde un 42% de las empresas confirma que la perspectiva del Brexit ha perjudicado sus planes de inversión y reclama que el Gobierno garantice un futuro acuerdo comercial con la UE. Aunque los euroescépticos señalan a la CBI como una entidad partidaria de estar en Europa, tampoco pueden obviar el diagnóstico de que dos tercios de las compañías nacionales han congelado muchas operaciones ante las incertidumbres del futuro inmediato.
El acuerdo transitorio que propone Hammond (y que podría prolongarse a un plazo de hasta cuatro años) “para restaurar la confianza del sector financiero y de los consumidores” es del todo inaceptable para su colega ultraescéptico Liam Fox, el ministro de Comercio Internacional, porque obligaría a retrasar la firma de acuerdos comerciales de Reino Unido con otros países no miembros de la UE. “Necesitamos a Theresa para hacer posible el Brexit de una vez”, ha declarado Fox sobre una primera ministra muy debilitada a raíz del fiasco de las últimas elecciones generales, en las que los conservadores perdieron la mayoría absoluta.
Quemar a Theresa May durante el traumático proceso del Brexit, para luego cambiar el liderazgo, es un propósito que colisiona con las conspiraciones ya en marcha en el partido conservador. David Davies aparece como el más firme candidato a sucederle, pero el segundo, según las casas de apuestas, sería Philip Hammond, la única voz de peso en el actual Gobierno dispuesta a hacer las concesiones necesarias ante Europa. Los conservadores de uno y otro bando apelan a los intereses nacionales, pero la guerra que libran tiene como centro la misma alma del partido.
Patricia Tubella
Londres, El País
Al margen de los pasillos de Bruselas, otra batalla sobre el Brexit se dirime en el seno del propio Gobierno británico con el aireado pulso entre el sector pragmático y el que exige la inmediata salida de Europa a cualquier precio. Theresa May se ha visto forzada a llamar al orden a los ministros del Gabinete que encabeza para atajar las filtraciones interesadas de los últimos días, que han confirmado la división en torno a la forma de encarar el divorcio con la UE y han empañado la voluntad negociadora expresada este lunes por David Davies ante su reunión con el negociador de la UE, Michel Barnier. "Por supuesto, el Gabinete debe ser capaz de mantener en privado las conversaciones sobre la política del Gobierno y la primera ministra se lo recordará a sus compañeros en la reunión de Gabinete de mañana", ha aclarado este lunes un portavoz de Downing Street.
El responsable británico de la cartera de Economía, Philip Hammond, “intenta frustrar el Brexit” con su defensa de un pacto transitorio sobre el mercado único que podría retrasar el acuerdo de retirada de la Unión, sostenía el Daily Telegraph y y bajo condición de anonimato una fuente del Gabinete el domingo. Hammond, partidario de la permanencia en la UE y erigido en defensor de una línea blanda que proteja los intereses comerciales y financieros británicos en el proceso de desengarce, se ha convertido en la bestia negra de sus colegas más intransigentes.
A lo largo de la última semana, la prensa ha informado sobre la actitud de desprecio mostrada durante las reuniones por el ministro ante la reivindicación de los funcionarios públicos a favor de un aumento salarial, o incluso sobre el sexismo que rezumaban sus comentarios. “Conducir un tren es tan fácil que hasta puede hacerlo una mujer”, dijo. Hammond negó el pasado domingo ese relato de sus enemigos en una entrevista televisada por la BBC, y aseguró ser objeto de una campaña “generada por aquellos que no están contentos” con la agenda que intenta promover “para proteger la economía británica y los empleos, y asegurar un incremento sostenido del nivel de vida”.
Sus declaraciones se sustentan en el último informe de la Confederación de la Industria Británica (CBI, en sus siglas inglesas), donde un 42% de las empresas confirma que la perspectiva del Brexit ha perjudicado sus planes de inversión y reclama que el Gobierno garantice un futuro acuerdo comercial con la UE. Aunque los euroescépticos señalan a la CBI como una entidad partidaria de estar en Europa, tampoco pueden obviar el diagnóstico de que dos tercios de las compañías nacionales han congelado muchas operaciones ante las incertidumbres del futuro inmediato.
El acuerdo transitorio que propone Hammond (y que podría prolongarse a un plazo de hasta cuatro años) “para restaurar la confianza del sector financiero y de los consumidores” es del todo inaceptable para su colega ultraescéptico Liam Fox, el ministro de Comercio Internacional, porque obligaría a retrasar la firma de acuerdos comerciales de Reino Unido con otros países no miembros de la UE. “Necesitamos a Theresa para hacer posible el Brexit de una vez”, ha declarado Fox sobre una primera ministra muy debilitada a raíz del fiasco de las últimas elecciones generales, en las que los conservadores perdieron la mayoría absoluta.
Quemar a Theresa May durante el traumático proceso del Brexit, para luego cambiar el liderazgo, es un propósito que colisiona con las conspiraciones ya en marcha en el partido conservador. David Davies aparece como el más firme candidato a sucederle, pero el segundo, según las casas de apuestas, sería Philip Hammond, la única voz de peso en el actual Gobierno dispuesta a hacer las concesiones necesarias ante Europa. Los conservadores de uno y otro bando apelan a los intereses nacionales, pero la guerra que libran tiene como centro la misma alma del partido.