Dimite Sean Spicer, el portavoz de la Casa Blanca

Sarah Huckabee Sanders, su número dos, le sustituirá como secretaria de prensa

Jan Martínez Ahrens
Washington, El País
Un nuevo vendaval ha sacudido la Casa Blanca. El portavoz oficial, Sean Spicer, ha presentado su dimisión. Tras seis meses de presión máxima, errores y desavenencias con el vertiginoso presidente, la voz pública de la Administración Trump ha anunciado que en agosto se retira. Aunque el motivo aducido haya sido su oposición a un nuevo director de comunicación, su salida culmina un largo y lento apagón. La caída de alguien que nunca fue querido por los medios. Ni tampoco por su jefe. A Spicer le sustituirá la actual adjunta, Sarah Huckabee Sanders, de 34 años e hija de un ex gobernador republicano.


Spicer (Rhode Island, 1971) no era un hombre de Trump. Procedente de las filas republicanas, su elección fue fruto de la presión del jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus, pero nunca convenció al mandatario. Ya al día siguiente de la investidura, el presidente le abroncó en privado por su imagen. No le gustaba ni el traje ni la corbata que había usado en su primera comparecencia. Tampoco su forma de hablar. Desde entonces, las relaciones entre el portavoz y el multimillonario fueron tormentosas, hasta el punto de que Trump llegó a comentar que sólo lo mantenía en el puesto por “sus altos índices de audiencia”.

Dentro y fuera de la Administración, el cortocircuito era evidente. En los últimos dos meses, las tradicionales apariciones públicas del portavoz se redujeron aceleradamente y durante semanas enteras llegó a desaparecer de las pantallas. Era una forma de rebajar una tensión que le perseguía desde su estreno, cuando acusó a los medios críticos de haber mentido sobre la cifra de participantes en la investidura. De nada sirvieron las pruebas fotográficas que demostraban que había sido un acto con menos participación que el de su antecesor. Spicer siguió adelante con su cruzada y sus comparecencias se volvieron un espectáculo taurino.

No soportaba verse contradicho ni tampoco tenía cintura para contestar a los espinosas cuestiones que el presidente y su familia suscitaban a diario. A Jim Acosta de la CNN le espetó: “Tienes cero inteligencia”. Y a una periodista de ABC le recomendó que se comprara un diccionario. Pronto se convirtió en personaje de las parodias televisivas y en pleno apogeo de su descrédito cometió un error mayúsculo: en su afán por demostrar que el presidente sirio, Bachar el Asad, era peor que Adolf Hitler argumentó que este último “ni siquiera cayó tan bajo como para usar armas químicas”. La bomba tardó segundos en estallar. Apresuradamente, Spicer tuvo que pedir disculpas. Pero ya era tarde.

Tenso, autoritario e incapaz de suscitar empatía, la distancia con los medios se había agigantado sin remedio. En este alejamiento participó activamente su patrón. Y no sólo por la adicción de Trump a una iconografía televisiva en la que no encajaba Spicer. Sino porque más de una vez, el presidente dejó a su portavoz en evidencia.

Acostumbrado a navegar solo y cambiar de rumbo cuando lo considera oportuno, el republicano suele pulverizar argumentarios largamente preparados por la Casa Blanca. Así ocurrió al día siguiente de la explosiva destitución del director del FBI, James Comey. El despido fue presentado por su portavoz como una consecuencia directa de su errática actuación en el caso de los correos electrónicos de Hillary Clinton. Nada más hacerse pública esta versión, Trump rompió con lo dicho y admitió en una televisión que lo había echado por “esa cosa rusa”. Bajo este continuo vendaval, Spicer intentó primero seguir en cubierta, pero poco a poco decidió dar mayor protagonismo a su adjunta, Sarah Huckabee Sanders. El paso atrás disgustó a Trump, cuya naturaleza catódica siempre ha exigido a los suyos capacidad para dar la cara.

It's been an honor & a privilege to serve @POTUS @realDonaldTrump & this amazing country. I will continue my service through August
— Sean Spicer (@PressSec) July 21, 2017

Esta larga tensión, siempre según las primeras versiones, estalló este viernes cuando el presidente decidió nombrar como director de Comunicación de la Casa Blanca a Anthony Scaramucci, un financiero de Nueva York muy activo en la campaña electoral, pero rechazado por Spicer y Priebus. Amigo del presidente, de su hijo mayor y de su yerno, Scaramucci se ha distinguido por defender al republicano ante las cámaras de televisión. Hace dos semanas logró una retractación pública de CNN por una información falsa. Esta rectificación vino acompañada por la dimisión de tres periodistas, entre ellos, la del jefe de investigación de la cadena.

Este éxito le hizo ganar puntos ante Trump, quien hoy por la mañana le citó en la Casa Blanca para comunicarle su nombramiento y darle la supervisión general de la política mediática. Spicer consideró la medida una desautorización personal y presentó la renuncia.

Aunque la Dirección de Comunicación es un cargo más orgánico y de perfil estratégico, Scaramucci decidió hoy tomar protagonismo y nada más anunciarse la dimisión salió a la palestra y respondió a los periodistas. Con agilidad y seguro de sí mismo, este abogado de Harvard no sólo negó sus desavenencias con Spicer y Priebus, sino que él mismo anunció el nombramiento de la gris y poco mediática Huckabee como nueva secretaria de Prensa. A diferencia de su antecesor, respondió a todas las preguntas.

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