Corea del Norte, parque temático del comunismo para turistas
Visitar el hermético país es posible, aunque sólo si se viaja a la manera del régimen
Xavier Fontdeglòria
Pekín, El País
A excepción de los ciudadanos con pasaporte surcoreano, por razones obvias, y estadounidense, por la reciente prohibición de su Gobierno, cualquiera puede ir de turista a Corea del Norte. El viaje dista mucho de lo habitual no solamente por la posibilidad de poder conocer de primera mano partes del país más hermético del mundo, sino porque el turista no puede moverse de forma libre.
Si uno quiere ir a Corea del Norte, tiene que pedirle a través de alguna agencia que tenga un acuerdo con el régimen, que ofrecen varios paquetes de viajes organizados. Una semana en el país puede costar, de media, unos 2.000 euros. El precio puede reducirse si se trata de un grupo grande, mientras que se dispara si viaja una persona "sola" (una vez allí, nunca lo estará). A este presupuesto habría que añadir el billete de avión de ida y vuelta Pekín-Pyongyang (únicamente se puede volar desde la capital china), que ronda los 400-500 euros por persona, más lo que le cueste a cada uno llegar hasta Pekín.
El turista nunca está solo desde que pisa Corea del Norte. Dos guías le acompañan las 24 horas del día durante el apretado itinerario, que generalmente se basa en visitar la capital, aunque algunos también incluyen viajar hasta la Zona Desmilitarizada, en la frontera con Corea del Sur. No hay opción de elegir hoteles, aunque los impuestos son de cuatro estrellas. No es posible salir del hotel sin el guía o sin la autorización de este.
Si te sales de lo pautado puedes enfrentarte a serias consecuencias. Estados Unidos ha decidido prohibir los viajes turísticos al país tras la muerte de Otto Warmbier, un estudiante universitario que fue detenido a principios de 2016 por haber tratado de hacerse con un cartel propagandístico en el hotel donde se alojaba. Tras ser declarado culpable de "crímenes contra el Estado" y condenado a 15 años de trabajos forzados, Corea del Norte le liberó en estado de coma y pocas semanas después murió en suelo estadounidense. Antes de la muerte de Warmbier, Washington desaconsejaba a sus ciudadanos viajar al país y, si lo hacían, pedía mantener un perfil bajo y no hacer nada que pudiera molestar al régimen. A partir de finales de agosto ya ningún estadounidense podrá ir, pero el consejo sigue siendo válido para el resto de extranjeros.
A pesar de estas limitaciones, Corea del Norte acoge a más de 50.000 turistas cada año. Más de un 90% son chinos, muchos de los cuales se apuntan visitas de uno o dos días desde la ciudad fronteriza de Dandong para conocer Sinuiju, al otro lado del río Yalu. El número de extranjeros, sin contar los ciudadanos del gigante asiático, apenas llega a los 5.000. De estos, entre 800 y 1.000 son estadounidenses.
El turismo es una de las herramientas del régimen norcoreano para lograr divisas extranjeras. Según un estudio hecho en Corea del Sur, Pyongyang se embolsó entre 30 y 43 millones de dólares por este concepto en el año 2014. Desde que llegó al poder, Kim Jong-un ha tratado de reforzar este sector con la apertura, por ejemplo, de una pista de esquí y de una nueva terminal, más moderna, en el aeropuerto de la capital.
Xavier Fontdeglòria
Pekín, El País
A excepción de los ciudadanos con pasaporte surcoreano, por razones obvias, y estadounidense, por la reciente prohibición de su Gobierno, cualquiera puede ir de turista a Corea del Norte. El viaje dista mucho de lo habitual no solamente por la posibilidad de poder conocer de primera mano partes del país más hermético del mundo, sino porque el turista no puede moverse de forma libre.
Si uno quiere ir a Corea del Norte, tiene que pedirle a través de alguna agencia que tenga un acuerdo con el régimen, que ofrecen varios paquetes de viajes organizados. Una semana en el país puede costar, de media, unos 2.000 euros. El precio puede reducirse si se trata de un grupo grande, mientras que se dispara si viaja una persona "sola" (una vez allí, nunca lo estará). A este presupuesto habría que añadir el billete de avión de ida y vuelta Pekín-Pyongyang (únicamente se puede volar desde la capital china), que ronda los 400-500 euros por persona, más lo que le cueste a cada uno llegar hasta Pekín.
El turista nunca está solo desde que pisa Corea del Norte. Dos guías le acompañan las 24 horas del día durante el apretado itinerario, que generalmente se basa en visitar la capital, aunque algunos también incluyen viajar hasta la Zona Desmilitarizada, en la frontera con Corea del Sur. No hay opción de elegir hoteles, aunque los impuestos son de cuatro estrellas. No es posible salir del hotel sin el guía o sin la autorización de este.
Si te sales de lo pautado puedes enfrentarte a serias consecuencias. Estados Unidos ha decidido prohibir los viajes turísticos al país tras la muerte de Otto Warmbier, un estudiante universitario que fue detenido a principios de 2016 por haber tratado de hacerse con un cartel propagandístico en el hotel donde se alojaba. Tras ser declarado culpable de "crímenes contra el Estado" y condenado a 15 años de trabajos forzados, Corea del Norte le liberó en estado de coma y pocas semanas después murió en suelo estadounidense. Antes de la muerte de Warmbier, Washington desaconsejaba a sus ciudadanos viajar al país y, si lo hacían, pedía mantener un perfil bajo y no hacer nada que pudiera molestar al régimen. A partir de finales de agosto ya ningún estadounidense podrá ir, pero el consejo sigue siendo válido para el resto de extranjeros.
A pesar de estas limitaciones, Corea del Norte acoge a más de 50.000 turistas cada año. Más de un 90% son chinos, muchos de los cuales se apuntan visitas de uno o dos días desde la ciudad fronteriza de Dandong para conocer Sinuiju, al otro lado del río Yalu. El número de extranjeros, sin contar los ciudadanos del gigante asiático, apenas llega a los 5.000. De estos, entre 800 y 1.000 son estadounidenses.
El turismo es una de las herramientas del régimen norcoreano para lograr divisas extranjeras. Según un estudio hecho en Corea del Sur, Pyongyang se embolsó entre 30 y 43 millones de dólares por este concepto en el año 2014. Desde que llegó al poder, Kim Jong-un ha tratado de reforzar este sector con la apertura, por ejemplo, de una pista de esquí y de una nueva terminal, más moderna, en el aeropuerto de la capital.