Alemania refuerza su reinado
Tras lograr el Mundial de Brasil en 2014 y la Euro Sub-21 hace días ante España, ganó la Confederaciones ante Chile. Decidieron el gol de Stindl, tras fallo de Marcelo Díaz, y las paradas de Ter Stegen.
Leopoldo Iturra
As
"El fútbol es un juego simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y al final siempre ganan los alemanes". Gary Lineker (1990).
Chile no solo fue el equipo que mejor jugó en la Copa Confederaciones. Si no que también quien dominó en la final. Pero el fútbol tiene esas cosas que podrían llegar a hacerle creer a uno que Gary Lineker es un filósofo. Un minuto de fatalidad marcó el destino de la Roja y la envió al segundo peldaño del podio. Un descuido le dio a la Alemania 3.0 de Joachim Löw, el equipo experimental, el título de la Copa Confederaciones.
La fatalidad se produjo a los 19 minutos y duró exactamente 60 segundos. Arturo Vidal probó desde afuera, Ter Stegen dudó por primera y única vez en el partido y dio rebote. Alexis solo tenía que empujarla, pero inexplicablemente no le pegó. Los alemanes rechazaron desesperados. Llegó el balón al área chilena. Cuando los rojos se aprestaban a iniciar un nuevo ataque, como siempre desde los pies de Marcelo Díaz, el del Celta de Vigo no miró el retrovisor. Al girar, pasó el llevador que se llama Werner y que lucía un 11 en la espalda, le roba la pelota, enfrenta a Bravo y se la cede a Stindl, quien sí la empuja y no falla. Ahí se desniveló todo. Ahí se escribió la historia.
La Mannschaft anotaba en su primera llegada que, técnicamente hablando, no fue llegada, si no que un regalo. Bravo recriminaba a Díaz que no se la hubiese tocado, mientras Medel se acerca a levantar a su compañero. Era el primer gol que recibía la Generación Dorada en una final. Fue un balde de agua fría del que jamás pudieron recuperarse.
La batalla que habían anunciado los técnicos por imponer la presión la ganó Chile desde el inicio. Alemania lo intentó, pero no pudo. Fue así como la Roja visitó permanentemente a Ter Stegen durante los primeros 20 minutos. Era una fotocopia de lo que había pasado en el partido de Kazán. Y, al igual que en la tierra de los tártaros, Chile no estuvo bien en el finiquito.
Alemania tuvo una resurrección en los 10 minutos finales del primer tiempo, como para demostrar que la ventaja no solo fue una cuestión de suerte.
A los ocho minutos del segundo tiempo, Juan Antonio Pizzi sustituyó a Marcelo Díaz y envía al campo a Leonardo Valencia, quien había estado en el primer partido contra Camerún. Fue una noche negra para el 21 chileno.
Chile transita como un zombie. Alemania no se esfuerza mucho por ir más allá y confía en que podrá administrar la ventaja. Kimmich casi se va a las manos con Vidal, su amigo del Bayern Munich. El ambiente estaba espeso y Chile se veía muy confundido.
El aliento aparece desde las cuatro esquina del Zenith Arena y Chile creció en los 20 minutos finales. A los 70' Alexis casi logra el desnivel, pero Mustafi lo trabó justo. Vargas lo tuvo a los 73', pero fue a las manos de Ter Stegen. A los 79', el portero del Barcelona se estiró cuan largo es para desviar con la punta de los dedos el disparo de Aránguiz. Y a cinco minutos del final, Angelo Sagal, reemplazante de Vargas, la envió a las nubes desde el área chica.
No había caso. Lineker tenía toda la razón.
Leopoldo Iturra
As
"El fútbol es un juego simple: 22 hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y al final siempre ganan los alemanes". Gary Lineker (1990).
Chile no solo fue el equipo que mejor jugó en la Copa Confederaciones. Si no que también quien dominó en la final. Pero el fútbol tiene esas cosas que podrían llegar a hacerle creer a uno que Gary Lineker es un filósofo. Un minuto de fatalidad marcó el destino de la Roja y la envió al segundo peldaño del podio. Un descuido le dio a la Alemania 3.0 de Joachim Löw, el equipo experimental, el título de la Copa Confederaciones.
La fatalidad se produjo a los 19 minutos y duró exactamente 60 segundos. Arturo Vidal probó desde afuera, Ter Stegen dudó por primera y única vez en el partido y dio rebote. Alexis solo tenía que empujarla, pero inexplicablemente no le pegó. Los alemanes rechazaron desesperados. Llegó el balón al área chilena. Cuando los rojos se aprestaban a iniciar un nuevo ataque, como siempre desde los pies de Marcelo Díaz, el del Celta de Vigo no miró el retrovisor. Al girar, pasó el llevador que se llama Werner y que lucía un 11 en la espalda, le roba la pelota, enfrenta a Bravo y se la cede a Stindl, quien sí la empuja y no falla. Ahí se desniveló todo. Ahí se escribió la historia.
La Mannschaft anotaba en su primera llegada que, técnicamente hablando, no fue llegada, si no que un regalo. Bravo recriminaba a Díaz que no se la hubiese tocado, mientras Medel se acerca a levantar a su compañero. Era el primer gol que recibía la Generación Dorada en una final. Fue un balde de agua fría del que jamás pudieron recuperarse.
La batalla que habían anunciado los técnicos por imponer la presión la ganó Chile desde el inicio. Alemania lo intentó, pero no pudo. Fue así como la Roja visitó permanentemente a Ter Stegen durante los primeros 20 minutos. Era una fotocopia de lo que había pasado en el partido de Kazán. Y, al igual que en la tierra de los tártaros, Chile no estuvo bien en el finiquito.
Alemania tuvo una resurrección en los 10 minutos finales del primer tiempo, como para demostrar que la ventaja no solo fue una cuestión de suerte.
A los ocho minutos del segundo tiempo, Juan Antonio Pizzi sustituyó a Marcelo Díaz y envía al campo a Leonardo Valencia, quien había estado en el primer partido contra Camerún. Fue una noche negra para el 21 chileno.
Chile transita como un zombie. Alemania no se esfuerza mucho por ir más allá y confía en que podrá administrar la ventaja. Kimmich casi se va a las manos con Vidal, su amigo del Bayern Munich. El ambiente estaba espeso y Chile se veía muy confundido.
El aliento aparece desde las cuatro esquina del Zenith Arena y Chile creció en los 20 minutos finales. A los 70' Alexis casi logra el desnivel, pero Mustafi lo trabó justo. Vargas lo tuvo a los 73', pero fue a las manos de Ter Stegen. A los 79', el portero del Barcelona se estiró cuan largo es para desviar con la punta de los dedos el disparo de Aránguiz. Y a cinco minutos del final, Angelo Sagal, reemplazante de Vargas, la envió a las nubes desde el área chica.
No había caso. Lineker tenía toda la razón.