Merkel da la espalda a May y dice que el Brexit “no es la prioridad” de la UE
Reino Unido no obligará a ningún ciudadano de la Unión a dejar el país tras el divorcio
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Nuevo revés para Londres. La canciller alemana, Angela Merkel, dio este jueves la enésima muestra de que las negociaciones sobre el divorcio entre la UE y el Reino Unido van a ser cualquier cosa menos fáciles. “El futuro de la Unión a Veintisiete es la prioridad, no el Brexit”, espetó Merkel en la cumbre europea. El Gobierno británico ha aceptado esta semana todas las condiciones de negociación de Bruselas. La debilitada primera ministra británica, Theresa May, dio el jueves por la noche una prueba más de cesión al exponer los primeros detalles de su propuesta para garantizar los derechos de los europeos que viven en las islas. May ofreció —con matices— otorgar el derecho a quedarse en Reino Unido a todo ciudadano europeo llegado antes del Brexit.
Merkel solo tiene ojos para el presidente francés, Emmanuel Macron. La canciller alemana dictó en 2010 una cura de austeridad para Europa y desde entonces se ha negado a hacer concesiones. Hasta que llegó Macron: Merkel rechazó en 2015 un presupuesto de la eurozona, pero ahora está dispuesta a aceptar esa idea (siempre que Macron haga reformas en Francia). Todo lo demás es secundario. Incluso el primer divorcio en los 60 años de historia de la Unión: los Veintisiete dieron ayer una nueva muestra de unidad y declararon que sus esfuerzos se centran en otras agendas.
Merkel y Macron quieren reforzar el euro. Pretenden tener el esqueleto de una política de seguridad y defensa en tres meses. Y apuntan las claves de la política comercial en la era Trump.
Derechos de los residentes
Además, en la primera cumbre de Macron, dejaron claro que May y su Brexit son, de momento, segundo plato. La primera ministra británica presentó un esbozo de su propuesta sobre los derechos de los europeos que habitan en Reino Unido. Los detalles revelan que May ha abandonado la dureza inicial en este capítulo —empezó sugiriendo que los europeos se atuvieran a las reglas ordinarias de inmigración— para conceder un estatus especial a los ciudadanos comunitarios. Reino Unido reconocerá automáticamente el derecho a quedarse a todos aquellos ciudadanos que lleven cinco años de residencia en la fecha de corte que se establezca para el Brexit, según informó un alto cargo británico. Y aquellos que no sumen esos cinco años en dicho momento, tendrán derecho a permanecer hasta que puedan acreditarlos y garantizarse así un estatus de residencia permanente. El texto completo se presentará el próximo lunes.
El diablo, pese a todo, está en los detalles (y el Consejo Europeo se muestra prudente hasta conocer la letra pequeña de la iniciativa). May solo ofreció las grandes líneas, que dejan dos grandes zonas de sombra. En primer lugar, acepta fijar la fecha de corte en algún punto entre el momento en que Reino Unido notificó el deseo de salir de la UE (el 29 de marzo de 2017) y la salida efectiva (previsiblemente, el 30 de marzo de 2019). La postura de los 27 no admite otra fecha que la salida real porque hasta entonces Londres seguirá siendo una capital de pleno derecho de la UE. Pero incluso la propuesta de May deja la puerta abierta a que acabe siendo ese día y garantiza que nadie llegado antes de la fecha de salida se enfrentará al precipicio.
La segunda duda es cuánto tiempo se aplicarán las normas europeas a esos ciudadanos afectados por el Brexit. La oferta de May las garantiza hasta la salida de Reino Unido, mientras que Bruselas exige que puedan reclamarse toda la vida.
Tras exponer su propuesta, May abandonó la sala. Nadie hizo el más mínimo comentario en su presencia, explican fuentes europeas, lo que revela que, de momento, los Veintisiete se atienen al guion: no hay negociación entre bambalinas; todo el proceso lo pilota el jefe negociador de la UE, Michel Barnier, presente en la cumbre. Ya sin la dirigente británica, los Veintisiete discutieron los criterios para repartirse las dos agencias —la Autoridad Bancaria Europea y la Agencia del Medicamento, a la que opta Barcelona— que volverán al continente por el Brexit.
Fuentes diplomáticas aseguran que el Gobierno de May ha consultado a los sectores más afectados, entre ellos a los 300.000 británicos que viven de manera permanente en España. Y confían en que el anuncio de May haya calmado las aguas: la primera ministra es consciente de que una propuesta muy restrictiva podría restarle aún más popularidad entre sus propios ciudadanos. Los presidentes Donald Tusk y Jean-Claude Juncker se permitieron incluso elucubrar sobre una posible marcha atrás del Brexit. “Soy un soñador, pero soy realista”, resumió Tusk.
Nuevo impulso para Europa
Más allá del Brexit, Macron protagonizó un cambio de registro en las cumbres después de mucho, mucho tiempo. Un descontento sin partido recorre Europa: la sucesión de crisis que empezó en 2008 ha cristalizado en un engranaje narrativo plagado de lugares comunes del pesimismo clásico.
El presidente francés, flanqueado por Merkel, ensayó ayer un nuevo relato, un nuevo impulso para la UE basado en el regreso del eje franco-alemán. Con un discurso rabiosamente europeo —pero seriamente tocado por cuatro dimisiones en un Gobierno que apenas empieza a andar—, reiteró su apuesta por el “renacimiento” europeo en áreas como la defensa, el comercio y la necesidad de reforzar el euro de cara a la próxima crisis.
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Nuevo revés para Londres. La canciller alemana, Angela Merkel, dio este jueves la enésima muestra de que las negociaciones sobre el divorcio entre la UE y el Reino Unido van a ser cualquier cosa menos fáciles. “El futuro de la Unión a Veintisiete es la prioridad, no el Brexit”, espetó Merkel en la cumbre europea. El Gobierno británico ha aceptado esta semana todas las condiciones de negociación de Bruselas. La debilitada primera ministra británica, Theresa May, dio el jueves por la noche una prueba más de cesión al exponer los primeros detalles de su propuesta para garantizar los derechos de los europeos que viven en las islas. May ofreció —con matices— otorgar el derecho a quedarse en Reino Unido a todo ciudadano europeo llegado antes del Brexit.
Merkel solo tiene ojos para el presidente francés, Emmanuel Macron. La canciller alemana dictó en 2010 una cura de austeridad para Europa y desde entonces se ha negado a hacer concesiones. Hasta que llegó Macron: Merkel rechazó en 2015 un presupuesto de la eurozona, pero ahora está dispuesta a aceptar esa idea (siempre que Macron haga reformas en Francia). Todo lo demás es secundario. Incluso el primer divorcio en los 60 años de historia de la Unión: los Veintisiete dieron ayer una nueva muestra de unidad y declararon que sus esfuerzos se centran en otras agendas.
Merkel y Macron quieren reforzar el euro. Pretenden tener el esqueleto de una política de seguridad y defensa en tres meses. Y apuntan las claves de la política comercial en la era Trump.
Derechos de los residentes
Además, en la primera cumbre de Macron, dejaron claro que May y su Brexit son, de momento, segundo plato. La primera ministra británica presentó un esbozo de su propuesta sobre los derechos de los europeos que habitan en Reino Unido. Los detalles revelan que May ha abandonado la dureza inicial en este capítulo —empezó sugiriendo que los europeos se atuvieran a las reglas ordinarias de inmigración— para conceder un estatus especial a los ciudadanos comunitarios. Reino Unido reconocerá automáticamente el derecho a quedarse a todos aquellos ciudadanos que lleven cinco años de residencia en la fecha de corte que se establezca para el Brexit, según informó un alto cargo británico. Y aquellos que no sumen esos cinco años en dicho momento, tendrán derecho a permanecer hasta que puedan acreditarlos y garantizarse así un estatus de residencia permanente. El texto completo se presentará el próximo lunes.
El diablo, pese a todo, está en los detalles (y el Consejo Europeo se muestra prudente hasta conocer la letra pequeña de la iniciativa). May solo ofreció las grandes líneas, que dejan dos grandes zonas de sombra. En primer lugar, acepta fijar la fecha de corte en algún punto entre el momento en que Reino Unido notificó el deseo de salir de la UE (el 29 de marzo de 2017) y la salida efectiva (previsiblemente, el 30 de marzo de 2019). La postura de los 27 no admite otra fecha que la salida real porque hasta entonces Londres seguirá siendo una capital de pleno derecho de la UE. Pero incluso la propuesta de May deja la puerta abierta a que acabe siendo ese día y garantiza que nadie llegado antes de la fecha de salida se enfrentará al precipicio.
La segunda duda es cuánto tiempo se aplicarán las normas europeas a esos ciudadanos afectados por el Brexit. La oferta de May las garantiza hasta la salida de Reino Unido, mientras que Bruselas exige que puedan reclamarse toda la vida.
Tras exponer su propuesta, May abandonó la sala. Nadie hizo el más mínimo comentario en su presencia, explican fuentes europeas, lo que revela que, de momento, los Veintisiete se atienen al guion: no hay negociación entre bambalinas; todo el proceso lo pilota el jefe negociador de la UE, Michel Barnier, presente en la cumbre. Ya sin la dirigente británica, los Veintisiete discutieron los criterios para repartirse las dos agencias —la Autoridad Bancaria Europea y la Agencia del Medicamento, a la que opta Barcelona— que volverán al continente por el Brexit.
Fuentes diplomáticas aseguran que el Gobierno de May ha consultado a los sectores más afectados, entre ellos a los 300.000 británicos que viven de manera permanente en España. Y confían en que el anuncio de May haya calmado las aguas: la primera ministra es consciente de que una propuesta muy restrictiva podría restarle aún más popularidad entre sus propios ciudadanos. Los presidentes Donald Tusk y Jean-Claude Juncker se permitieron incluso elucubrar sobre una posible marcha atrás del Brexit. “Soy un soñador, pero soy realista”, resumió Tusk.
Nuevo impulso para Europa
Más allá del Brexit, Macron protagonizó un cambio de registro en las cumbres después de mucho, mucho tiempo. Un descontento sin partido recorre Europa: la sucesión de crisis que empezó en 2008 ha cristalizado en un engranaje narrativo plagado de lugares comunes del pesimismo clásico.
El presidente francés, flanqueado por Merkel, ensayó ayer un nuevo relato, un nuevo impulso para la UE basado en el regreso del eje franco-alemán. Con un discurso rabiosamente europeo —pero seriamente tocado por cuatro dimisiones en un Gobierno que apenas empieza a andar—, reiteró su apuesta por el “renacimiento” europeo en áreas como la defensa, el comercio y la necesidad de reforzar el euro de cara a la próxima crisis.