May pierde la mayoría absoluta, según los sondeos

La primera ministra se impondrá a Corbyn aunque con menos margen del esperado cuando convocó elecciones

Pablo Guimón
Londres, El País
El sondeo a pie de urna y el escrutinio en las primeras circunscripciones electorales indica esta noche que Theresa May volverá al número 10 de Downing Street, pero profundamente debilitada. La primera ministra y candidata conservadora va camino de imponerse en unas elecciones de las que, sin embargo, no saldrá ilesa. La campaña ha mostrado las debilidades del liderazgo y el proyecto de la persona que, de confirmarse al concluir el recuento esta mañana, deberá iniciar dentro de 10 días las negociaciones para romper con la UE. Esa será la prioridad del Gobierno que salga del Parlamento que eligieron el jueves los británicos. Pero le esperan también otros frentes. Entre ellos, la seguridad nacional amenazada por el terrorismo islamista, las tensiones territoriales encarnadas en el desafío independentista escocés y, en fin, sacar al país esta etapa de excepcionalidad política en la que sigue instalado.


La primera ministra, según el sondeo a pie de urna, se quedará lejos de la victoria aplastante a la que aspiraba e incluso peor de lo que estaba antes de convocar las elecciones. Los conservadores se quedarían sin mayoría absoluta: tendrían 314 escaños, 17 menos de los que tiene ahora y a 12 de la mayoría absoluta. Los laboristas obtendrían 266, una subida de 34. Los nacionalistas escoceses (SNP), 34 asientos (pierden 22); los liberaldemócratas, 14 (ganan 6). El escenario dibujado por el sondeo a pie de urna, que históricamente tiende a acercarse al resultado final, abocaría a un Gobierno en minoría o incluso, aunque esto es menos probable, a una mayoría alternativa liderada por los laboristas.

En cualquier caso, se trataría de un fracaso que marcaría la carrera de May y el futuro del país. El pasado 18 de marzo la primera ministra anunció su intención de adelantar los comicios en busca de una mayoría más amplia que reforzara su posición negociadora en Europa. La debacle del antieuropeo y populista UKIP -el partido que, con un 12,5% del voto en 2015 y un solo escaño, ha marcado la agenda política de los últimos años- prometía que un buen número de votos volverían a manos conservadoras. La crisis del laborismo, con los diputados en guerra contra un líder que tira del partido a la izquierda, hacía soñar con pescar votos del centro. Theresa May lo quiso todo. Apeló a los huérfanos del UKIP con dureza en el Brexit y en la inmigración. A los laboristas descontentos, les quiso ofrecer un conservadurismo “para la clase trabajadora”.

Era un guion ambicioso que, sobre el papel, funcionaba. Pero la coreografía resultó demasiado complicada. Y la actriz principal no estuvo a la altura.

El escenario, a expensas de que el escrutinio lo confirme, complicaría la colosal labor legislativa que requerirá la salida de la Unión Europea. Las consecuencias para el Brexit son impredecibles pero, en todo caso, supone un revés para la línea dura que viene defendiendo May.

En las elecciones de este jueves la primera ministra se ha dejado parte de su autoridad. May, que sucedió a David Cameron sin pasar por las urnas, era una incógnita. En la primera campaña que lucha desde la primera fila, se mostró nerviosa, distante, forzada. Repitió eslóganes mecánicamente, no profundizó. Cometió gravísimos errores: la insólita enmienda del programa electoral, cuatro días después de presentarse, se sumaba a un largo historial de rectificaciones que la alejan de la imagen de “líder estable” que quiere proyectar. La campaña, lejos de reforzar su figura en el país y en Europa, ha dejado al descubierto sus flaquezas.

Lo contrario ha sucedido con el líder laborista, al que el sondeo a pie de urna vaticina una subida histórica e impensable hace solo unos meses. A falta de confirmarse si su resultado final le afianza o no en su asediado trono, la campaña ha demostrado que el laborismo de Jeremy Corbyn no es un proyecto suicida. La autoridad que no ha mostrado en dos años al frente de la oposición parlamentaria ha aflorado en siete semanas de campaña. Ha movilizado a las masas jóvenes con un programa que, lejos de la caricatura que dibujan los tabloides, se encuadra en la social democracia tradicional.

Si no alcanza una mayoría absoluta, sería difícil para May formar un Gobierno. Los liberal demócratas, que subiría seis escaños, ya han confirmado a través de Twitter que no reeditarán una coalición que les resultó desastrosa en 2015, y más cuando su campaña se ha basado en el europeísmo y en el rechazo al Brexit duro de May. Un Gobierno en minoría, o una mayoría alternativa, tendría efectos imprevisibles en las negociaciones en Europa y probablemente tnedería a jugar en contra de un Brexit duro, ya que la postura negociadora tendría que ser más consensuada.

El otro gran perdedor de la noche sería, según el sondeo a pie de urna, el nacionalismo escocés. El SNP de la ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, perdería hasta 22 escaños de los 56 que tenía. Un duro revés que complica su desafío independentista.

Las fuertes medidas de seguridad en los alrededores de las urnas recordaban a los británicos la situación de excepcionalidad en la que se ha vivido una campaña, dos veces interrumpida por el terrorismo islamista. En recta final, acorralada por las críticas a los recortes a la policía en sus años al frente del Home Office, Theresa May prometió medidas de una dureza sin precedentes para combatir el extremismo. En esa línea de fricción entre las libertades civiles y la seguridad nacional discurrirá, previsiblemente, otra de las claves de la legislatura que empieza.

Una legislatura que tendrá, por encima de rodas las demás, una prioridad: el Brexit. En los próximos días comenzará la verdadera partida. El escrutinio confirmará con qué mano acude Reino Unido. Al salir de una cena en Downing Street, antes del paréntesis electoral, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión, dijo que la primera ministra estaba “en otra galaxia”. El posicionamiento final de los astros, en el Parlamento que los británicos eligieron ayer, determinará si la órbita lo acerca o lo aleja de Europa.

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