La evolución táctica de Zidane ante un maestro de la permutación
Roberto Morales
Madrid, EFE
La final de la Liga de Campeones entre Juventus y Real Madrid presenta un nuevo desafío táctico para Zinedine Zidane, que ha ido creciendo con un sistema que modifica según sus titulares, reforzado en el centro del campo gracias a la entrada de Isco, ante un maestro de la permutación como Allegri.
Ninguno de los dos lo tenía fácil para triunfar en el banquillo de dos de los gigantes de Europa. Zidane encontró a un vestuario crispado, en contra de los métodos de Rafa Benítez y con la autoestima baja. Massimiliano Allegri retomó la complicada herencia que siempre deja el adiós de un ídolo. Lo es en el Juventus Antonio Conte que dejaba logros difíciles de igualar. Un reto para un técnico con tintes milanistas en su pasado, que se ganó a su afición con su maestría táctica y una variedad de sistemas que ha enriquecido a su equipo.
Los primeros pasos de Zidane consistieron en devolver la ilusión e instalar en la felicidad al madridismo. Sus jugadores pasaban a tener un técnico al que recientemente habían admirado como futbolista y se volcaron con él para que hiciese un curso acelerado en la elite. Nunca ocultó el francés que estaba en período de aprendizaje en su primera campaña, pero en la segunda dio un golpe de entrenador.
Las rotaciones masivas, la gestión de un vestuario de estrellas, el cambio de posición de Cristiano Ronaldo a la zona del nueve y convencerle de que tenía que descansar en muchos partidos, la forma de manejar una plantilla en la que 21 jugadores sintieron que podían jugar en cualquier momento, se sumó a una evolución táctica.
Del inamovible 1-4-3-3 por la presencia de Gareth Bale, se pasó por las numerosas lesiones del galés esta temporada, a un 4-4-2 que daba mayor equilibrio, un fútbol menos directo y mayor protagonismo a jugadores de mucho arte en el centro del campo. Encontrar un sitio a Isco Alarcón, al fin en su demarcación natural en la media punta, fue una de las claves del éxito. El Real Madrid creció en su fútbol, en solidaridad en el esfuerzo. Ganó orden y mantuvo su pegada.
Allegri consiguió la evolución del clásico 1-3-5-2 del Juventus, a un 1-4-2-3-1, en el que manteniendo intacta la fuerza defensiva del bloque, le añadió mayor potencia ofensiva. Explotando el juego por bandas con Dani Alves o Guillermo Cuadrado, convenciendo a Mario Mandzukic a trabajar en la banda izquierda y no perder sus cualidades de delantero. La zona del nueve pertenece a Gonzalo Higuaín y a la magia de Paulo Dybala, que aparece por cualquier rincón para golpear. Es la 'conexión argentina' que asegura gol.
Al peligro ofensivo le añade Allegri una fiabilidad defensiva inigualable en Europa. Solo tres goles en toda la Liga de Campeones, y uno de ellos estando ya la semifinal ante el Mónaco sentenciada. La leyenda Buffon bien protegida por una defensa con sabor a clásico italiano. Barzagli, Bonucci y Chiellini en plena armonía tras años jugando juntos. Máxima compenetración para jugar en defensa de tres si Alves y Alex Sandro juegan en los laterales o acoplarse a la perfección a línea de cuatro con Alves más adelantado y Barzagli cayendo al lateral. A Karim Benzema le espera una dura batalla para sacar de posición a los centrales. Generar espacios que pueda aprovechar Cristiano Ronaldo para sacar a relucir su remate.
La única duda por despejar en el once de Zidane cambia mucho el panorama. Bale no está en condiciones físicas para aguantar la intensidad de una final completa. Aparecerá de inicio o en el segundo tiempo. Su presencia fijaría a Alex Sandro, mientras que Isco buscará hacer daño a la espalda de Sami Khedira y generar desequilibrio en el máximo orden táctico juventino. Esa misma situación la sufrirá Casemiro con Dybala.
Duelos como los de Marcelo-Alves, Carvajal-Mandzukic, marcarán la estabilidad defensiva de un Real Madrid que presenta en la zaga el liderazgo de Sergio Ramos, con Raphael Varane como escudero. Solo un partido en la competición con la puerta a cero es un punto negro que corregir en una final que de entrada presenta la delantera más goleadora, la de Zidane, ante el bloque defensivo más potente y que menos tantos encaja, el de Allegri, capaz de sorprender con cualquier variación táctica en el día que puede tocar el cielo con un triplete hitórico.
Madrid, EFE
La final de la Liga de Campeones entre Juventus y Real Madrid presenta un nuevo desafío táctico para Zinedine Zidane, que ha ido creciendo con un sistema que modifica según sus titulares, reforzado en el centro del campo gracias a la entrada de Isco, ante un maestro de la permutación como Allegri.
Ninguno de los dos lo tenía fácil para triunfar en el banquillo de dos de los gigantes de Europa. Zidane encontró a un vestuario crispado, en contra de los métodos de Rafa Benítez y con la autoestima baja. Massimiliano Allegri retomó la complicada herencia que siempre deja el adiós de un ídolo. Lo es en el Juventus Antonio Conte que dejaba logros difíciles de igualar. Un reto para un técnico con tintes milanistas en su pasado, que se ganó a su afición con su maestría táctica y una variedad de sistemas que ha enriquecido a su equipo.
Los primeros pasos de Zidane consistieron en devolver la ilusión e instalar en la felicidad al madridismo. Sus jugadores pasaban a tener un técnico al que recientemente habían admirado como futbolista y se volcaron con él para que hiciese un curso acelerado en la elite. Nunca ocultó el francés que estaba en período de aprendizaje en su primera campaña, pero en la segunda dio un golpe de entrenador.
Las rotaciones masivas, la gestión de un vestuario de estrellas, el cambio de posición de Cristiano Ronaldo a la zona del nueve y convencerle de que tenía que descansar en muchos partidos, la forma de manejar una plantilla en la que 21 jugadores sintieron que podían jugar en cualquier momento, se sumó a una evolución táctica.
Del inamovible 1-4-3-3 por la presencia de Gareth Bale, se pasó por las numerosas lesiones del galés esta temporada, a un 4-4-2 que daba mayor equilibrio, un fútbol menos directo y mayor protagonismo a jugadores de mucho arte en el centro del campo. Encontrar un sitio a Isco Alarcón, al fin en su demarcación natural en la media punta, fue una de las claves del éxito. El Real Madrid creció en su fútbol, en solidaridad en el esfuerzo. Ganó orden y mantuvo su pegada.
Allegri consiguió la evolución del clásico 1-3-5-2 del Juventus, a un 1-4-2-3-1, en el que manteniendo intacta la fuerza defensiva del bloque, le añadió mayor potencia ofensiva. Explotando el juego por bandas con Dani Alves o Guillermo Cuadrado, convenciendo a Mario Mandzukic a trabajar en la banda izquierda y no perder sus cualidades de delantero. La zona del nueve pertenece a Gonzalo Higuaín y a la magia de Paulo Dybala, que aparece por cualquier rincón para golpear. Es la 'conexión argentina' que asegura gol.
Al peligro ofensivo le añade Allegri una fiabilidad defensiva inigualable en Europa. Solo tres goles en toda la Liga de Campeones, y uno de ellos estando ya la semifinal ante el Mónaco sentenciada. La leyenda Buffon bien protegida por una defensa con sabor a clásico italiano. Barzagli, Bonucci y Chiellini en plena armonía tras años jugando juntos. Máxima compenetración para jugar en defensa de tres si Alves y Alex Sandro juegan en los laterales o acoplarse a la perfección a línea de cuatro con Alves más adelantado y Barzagli cayendo al lateral. A Karim Benzema le espera una dura batalla para sacar de posición a los centrales. Generar espacios que pueda aprovechar Cristiano Ronaldo para sacar a relucir su remate.
La única duda por despejar en el once de Zidane cambia mucho el panorama. Bale no está en condiciones físicas para aguantar la intensidad de una final completa. Aparecerá de inicio o en el segundo tiempo. Su presencia fijaría a Alex Sandro, mientras que Isco buscará hacer daño a la espalda de Sami Khedira y generar desequilibrio en el máximo orden táctico juventino. Esa misma situación la sufrirá Casemiro con Dybala.
Duelos como los de Marcelo-Alves, Carvajal-Mandzukic, marcarán la estabilidad defensiva de un Real Madrid que presenta en la zaga el liderazgo de Sergio Ramos, con Raphael Varane como escudero. Solo un partido en la competición con la puerta a cero es un punto negro que corregir en una final que de entrada presenta la delantera más goleadora, la de Zidane, ante el bloque defensivo más potente y que menos tantos encaja, el de Allegri, capaz de sorprender con cualquier variación táctica en el día que puede tocar el cielo con un triplete hitórico.