En Qatar, ni dólares ni pollo
Los residentes y las empresas radicadas en el país desértico empiezan a evaluar el coste del cierre de fronteras
Ángeles Espinosa
Doha, El País
“Ni dólares, ni pollo”, suspira la filipina Anita ante el quinto cambista que le dice no tener divisas. Un cartel lo advierte en la ventanilla, pero ella ha querido cerciorarse. No necesita saber que una agencia de calificación de riesgos ha rebajado la nota de Qatar para intuir que le conviene proteger los ahorros que estaba guardando para su viaje a casa este verano, sus primeras vacaciones en dos años. Ayman, el empleado egipcio que la atiende, simpatiza con ella. Aunque Doha ha dicho que no va a expulsar a los 300.000 egipcios que trabajan en el emirato, se ha quedado sin embajada, vuelos directos o forma de transferir dinero a su familia.
Los cataríes se quejan de que Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU) les están sometiendo a un bloqueo desde que el lunes pasado cortaron relaciones diplomáticas con su país. Pero los efectos inmediatos también se están dejando sentir entre los extranjeros que suponen el 90% de los 2,7 millones de habitantes del pequeño Estado del golfo Pérsico. En algunos casos, se trata de verdaderos dramas familiares.
J. al M. es un profesor universitario emiratí que acababa de recibir un ascenso en su departamento. Aunque la oferta sigue sobre la mesa, sus compañeros le han aconsejado que regrese a Emiratos porque, de quedarse, podría llegar a perder la nacionalidad. El problema es que su esposa, palestina, carece de pasaporte. Hatum al Fassi, la conocida feminista saudí, también se enfrenta a una situación parecida. Volver a su país antes de que venza el plazo de dos semanas que han dado las autoridades de Riad y Abu Dhabi, significa no sólo quedarse sin trabajo, sino que sus hijos pierdan los exámenes finales y el curso.
“La ausencia de divisas y de algunos alimentos es fruto de la inicial reacción de pánico más que de verdadera escasez”, apunta un analista, convencido de que los cambistas guardan reservas de moneda extranjera. Los estantes de los supermercados, que se vaciaron tras conocerse el castigo de los vecinos, vuelven a estar llenos, aunque falten productos concretos, como los lácteos del gigante saudí Almarai o el pollo traído desde EAU.
Qatar, un país desértico, importa el 90% de sus alimentos, y como en el caso de los materiales de construcción, lo hacía en gran medida a través de la frontera terrestre con Arabia Saudí y del puerto emiratí de Yebel Ali, donde las mercancías eran trasladadas a barcos más pequeños. La primera está cerrada y el segundo ha dejado de dar servicio a los navíos procedentes o con destino a Doha. Las autoridades cataríes se han apresurado a poner en marcha un plan de seguridad alimentaria y buscar fuentes de abastecimiento alternativas. Aseguran tener reservas para 10 meses. Ya han llegado a los súper nuevas marcas turcas.
“Mira qué oportuno”, señala un residente sirio mientras muestra una foto de un estante lleno de huevos Al Badailah (los alternativos, en árabe), “es la primera vez que los veo”.
Al parecer, Qatar Airways ha suspendido el traslado de caballos que realiza en esta época del año para dedicar los aviones a importar suministros. Anécdotas aparte, nadie sabe cuánto dinero ha salido del país en estos días, o cuánto está costando mantener el abastecimiento. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dicho que es demasiado pronto para estimar el impacto del daño. De momento, las exportaciones de gas natural licuado (LNG), la fuente de la riqueza de Qatar, no se han visto afectadas, según los analistas. No obstante, la agencia de calificación de riesgos Standard & Poor ha rebajado la nota del emirato ante el aumento de su vulnerabilidad.
La aerolínea de bandera es el ejemplo más visible del perjuicio, justo en un momento en que como el resto de la zona pasaba por un bache por la caída de los precios del petróleo. El cierre del espacio aéreo de sus vecinos (Bahréin en el noroeste, Arabia Saudí en el sur-suroeste y EAU en el este) sólo le deja un estrecho corredor de salida hacia Irán, en el norte. Al dolor de cabeza de reorganizar el tráfico aéreo, se suma el coste extra de combustible por el obligado rodeo para llegar a sus destinos en Europa y la cancelación de todos los vuelos con esos países (más Egipto), 70 en total según Al Jazeera. “Nuestras operaciones globales no han sido afectadas”, ha declarado el presidente de la compañía, Akbar al Baker, pero a nadie se le escapa que sus competidoras, las emiratíes Emirates y Etihad tratarán de beneficiarse.
El primer golpe también ha afectado al turismo. Los saudíes, principal mercado de la estrategia catarí que busca distanciarse del modelo Dubái, han cancelado sus reservas para el Eid, los tres días de fiesta con que se pone fin al mes de ayuno de Ramadán. Pero la preocupación va más allá de las próximas semanas. Con el Mundial 2022 en el horizonte, las obras no pueden retrasarse y si la crisis continúa, terminará habiendo desabastecimiento.
Los contratistas están especialmente intranquilos. El Ministerio de Obras Públicas les ha convocado la semana que viene para elaborar un plan logístico alternativo. “Nos han pedido nuestras necesidades semanales de materiales para varios meses”, confía una fuente que, como la mayoría de los consultados pide guardar el anonimato. Esos preparativos apuntan a que el problema va para largo. “Aquí se importa todo: tubos, acero, bitumen, cables eléctricos… Las rutas alternativas significan retrasos en los envíos y sobre costes”, explica. Las empresas estudian medidas legales aduciendo “fuerza mayor” por el cambio en las condiciones, pero de momento las autoridades niegan que haya problemas.
Resulta evidente que, de prolongarse, el aislamiento económico y diplomático no sólo afectará al prestigio y las ambiciones de Qatar sino a todos los negocios con operaciones regionales, tal como ha advertido la consultora Control Risks. Al margen de las dificultades para el transporte de mercancías, las restricciones al movimiento de personas incluyen no sólo a los cataríes , sino también a todos los residentes en el emirato. Ya ha habido ejecutivos europeos que han encontrado problemas en el aeropuerto de Dubái, donde las autoridades han dejado de facilitarles el visado a la llegada, lo que preocupa en medios diplomáticos porque viola los acuerdos alcanzados al respecto entre la UE y EAU.
Ángeles Espinosa
Doha, El País
“Ni dólares, ni pollo”, suspira la filipina Anita ante el quinto cambista que le dice no tener divisas. Un cartel lo advierte en la ventanilla, pero ella ha querido cerciorarse. No necesita saber que una agencia de calificación de riesgos ha rebajado la nota de Qatar para intuir que le conviene proteger los ahorros que estaba guardando para su viaje a casa este verano, sus primeras vacaciones en dos años. Ayman, el empleado egipcio que la atiende, simpatiza con ella. Aunque Doha ha dicho que no va a expulsar a los 300.000 egipcios que trabajan en el emirato, se ha quedado sin embajada, vuelos directos o forma de transferir dinero a su familia.
Los cataríes se quejan de que Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos (EAU) les están sometiendo a un bloqueo desde que el lunes pasado cortaron relaciones diplomáticas con su país. Pero los efectos inmediatos también se están dejando sentir entre los extranjeros que suponen el 90% de los 2,7 millones de habitantes del pequeño Estado del golfo Pérsico. En algunos casos, se trata de verdaderos dramas familiares.
J. al M. es un profesor universitario emiratí que acababa de recibir un ascenso en su departamento. Aunque la oferta sigue sobre la mesa, sus compañeros le han aconsejado que regrese a Emiratos porque, de quedarse, podría llegar a perder la nacionalidad. El problema es que su esposa, palestina, carece de pasaporte. Hatum al Fassi, la conocida feminista saudí, también se enfrenta a una situación parecida. Volver a su país antes de que venza el plazo de dos semanas que han dado las autoridades de Riad y Abu Dhabi, significa no sólo quedarse sin trabajo, sino que sus hijos pierdan los exámenes finales y el curso.
“La ausencia de divisas y de algunos alimentos es fruto de la inicial reacción de pánico más que de verdadera escasez”, apunta un analista, convencido de que los cambistas guardan reservas de moneda extranjera. Los estantes de los supermercados, que se vaciaron tras conocerse el castigo de los vecinos, vuelven a estar llenos, aunque falten productos concretos, como los lácteos del gigante saudí Almarai o el pollo traído desde EAU.
Qatar, un país desértico, importa el 90% de sus alimentos, y como en el caso de los materiales de construcción, lo hacía en gran medida a través de la frontera terrestre con Arabia Saudí y del puerto emiratí de Yebel Ali, donde las mercancías eran trasladadas a barcos más pequeños. La primera está cerrada y el segundo ha dejado de dar servicio a los navíos procedentes o con destino a Doha. Las autoridades cataríes se han apresurado a poner en marcha un plan de seguridad alimentaria y buscar fuentes de abastecimiento alternativas. Aseguran tener reservas para 10 meses. Ya han llegado a los súper nuevas marcas turcas.
“Mira qué oportuno”, señala un residente sirio mientras muestra una foto de un estante lleno de huevos Al Badailah (los alternativos, en árabe), “es la primera vez que los veo”.
Al parecer, Qatar Airways ha suspendido el traslado de caballos que realiza en esta época del año para dedicar los aviones a importar suministros. Anécdotas aparte, nadie sabe cuánto dinero ha salido del país en estos días, o cuánto está costando mantener el abastecimiento. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dicho que es demasiado pronto para estimar el impacto del daño. De momento, las exportaciones de gas natural licuado (LNG), la fuente de la riqueza de Qatar, no se han visto afectadas, según los analistas. No obstante, la agencia de calificación de riesgos Standard & Poor ha rebajado la nota del emirato ante el aumento de su vulnerabilidad.
La aerolínea de bandera es el ejemplo más visible del perjuicio, justo en un momento en que como el resto de la zona pasaba por un bache por la caída de los precios del petróleo. El cierre del espacio aéreo de sus vecinos (Bahréin en el noroeste, Arabia Saudí en el sur-suroeste y EAU en el este) sólo le deja un estrecho corredor de salida hacia Irán, en el norte. Al dolor de cabeza de reorganizar el tráfico aéreo, se suma el coste extra de combustible por el obligado rodeo para llegar a sus destinos en Europa y la cancelación de todos los vuelos con esos países (más Egipto), 70 en total según Al Jazeera. “Nuestras operaciones globales no han sido afectadas”, ha declarado el presidente de la compañía, Akbar al Baker, pero a nadie se le escapa que sus competidoras, las emiratíes Emirates y Etihad tratarán de beneficiarse.
El primer golpe también ha afectado al turismo. Los saudíes, principal mercado de la estrategia catarí que busca distanciarse del modelo Dubái, han cancelado sus reservas para el Eid, los tres días de fiesta con que se pone fin al mes de ayuno de Ramadán. Pero la preocupación va más allá de las próximas semanas. Con el Mundial 2022 en el horizonte, las obras no pueden retrasarse y si la crisis continúa, terminará habiendo desabastecimiento.
Los contratistas están especialmente intranquilos. El Ministerio de Obras Públicas les ha convocado la semana que viene para elaborar un plan logístico alternativo. “Nos han pedido nuestras necesidades semanales de materiales para varios meses”, confía una fuente que, como la mayoría de los consultados pide guardar el anonimato. Esos preparativos apuntan a que el problema va para largo. “Aquí se importa todo: tubos, acero, bitumen, cables eléctricos… Las rutas alternativas significan retrasos en los envíos y sobre costes”, explica. Las empresas estudian medidas legales aduciendo “fuerza mayor” por el cambio en las condiciones, pero de momento las autoridades niegan que haya problemas.
Resulta evidente que, de prolongarse, el aislamiento económico y diplomático no sólo afectará al prestigio y las ambiciones de Qatar sino a todos los negocios con operaciones regionales, tal como ha advertido la consultora Control Risks. Al margen de las dificultades para el transporte de mercancías, las restricciones al movimiento de personas incluyen no sólo a los cataríes , sino también a todos los residentes en el emirato. Ya ha habido ejecutivos europeos que han encontrado problemas en el aeropuerto de Dubái, donde las autoridades han dejado de facilitarles el visado a la llegada, lo que preocupa en medios diplomáticos porque viola los acuerdos alcanzados al respecto entre la UE y EAU.