El tránsito de Finlandia del papel a la bioenergía
El 21% de las exportaciones del país nórdico proceden de sus bosques, un sector que está en plena transformación
Manuel Planelles
Helsinki, El País
Cuenta Tom Selänniemi —camisa de leñador de cuadros y botas de tracking— que cuando un finlandés se siente amenazado corre al bosque. “Representa la paz y la protección”, añade Selänniemi desde el centro de visitantes de Haltia, del que es director. Esta área de interpretación de la naturaleza —un moderno edificio íntegramente construido con madera y energéticamente autosuficiente— está ubicada junto al parque de Nuuksio, uno de los 40 parques nacionales de Finlandia, el país europeo con una mayor proporción de superficie forestal y uno de los pulmones del continente. La nación cuenta con cerca de 23 millones de hectáreas de bosque, lo que supone más del 75% de su superficie total. Y más de nueve millones de esas hectáreas —un tercio de Finlandia— están en manos del Estado.
La relación de los finlandeses con sus bosques va más allá de ese misticismo, de ese lugar de protección y paz. “Todos los ciudadanos pueden entrar en cualquier bosque a recoger frutos y setas; es un derecho”, apunta Antti Otsamo, jefe de desarrollo sostenible del servicio estatal forestal que gestiona esos nueve millones de hectáreas de pinos, abetos y abedules. “Nuestra misión es explotarlos, cuidarlos y protegerlos. Intentamos fomentar la economía verde”, indica.
Finlandia es un país pobre en recursos clásicos. No cuenta, como Noruega, con reservas de petróleo. Pero sí tiene algo que le diferencia del resto, y le intenta sacar partido: esos bosques. La mitad de las exportaciones del país están relacionadas con las tecnologías limpias y la bioeconomía. Y el sector forestal —que acumula el 21,6% de todas las exportaciones finesas— es esencial.
Y el Gobierno quiere que lo siga siendo en el futuro. Por eso, el sector forestal forma parte de su hoja de ruta de economía circular, un concepto en el que se engloban las estrategias para reducir el consumo de materias primas y recursos con la reutilización y el reciclaje. Básicamente, se trata de exprimir al máximo los recursos para hacer más sostenible el crecimiento económico.
Finlandia acogió la semana pasada el Foro Mundial de Economía Circular, en el que han participado 1.500 especialistas. El Gobierno finés invitó a varios periódicos internacionales, entre ellos EL PAÍS, para conocer algunas experiencias de economía circular.
A menos de una hora en coche de Nuuksio está la capital, Helsinki. Un reguero de grandes edificios acristalados salpica la ciudad. Esas oficinas ahora vacías eran a principios de este siglo el símbolo del éxito de la multinacional finesa Nokia, que llegó a dominar el mercado mundial de móviles. Pero la empresa perdió el tren de los teléfonos inteligentes y se acabó hundiendo. Finlandia volvía a entrar en una crisis, de la que intenta escapar por el camino de la economía circular.
Pero, como le ocurrió en su día a la telefonía, el forestal también es un sector que está en plena transformación. Solo hay que ver las cifras de Finlandia en exportaciones de papel para impresión y escritura. En menos de una década —entre 2007 y 2016—, han caído más de un 40%.
Otsamo, del servicio estatal de bosques, admite ese descenso en la producción de papel. Pero señala que otras áreas están creciendo, como la pasta de celulosa (para envases, por ejemplo) o las relacionadas con la bioenergía. Las actividades forestales le suponen al año a esta empresa estatal unos 100 millones de euros de beneficios. Y uno de sus principales clientes es el gigante UPM.
La multinacional finlandesa —19.300 trabajadores en 45 países y una facturación anual de 9.800 millones— también se está transformando. “Tenemos ya en marcha la transición”, apunta Sami Lundgren, vicepresidente y encargado de medio ambiente de UPM, desde la sede en Helsinki de la compañía. En 2008 el 80% del negocio de esta multinacional era el papel. En 2016 las ventas de papel ya solo representaban el 45%. En sus principales mercados —Europa y Norteamérica—, el descenso medio de ventas de papel es del 4% anual.
Biocarburantes
La compañía tiene seis áreas de negocio, y una de las de mayor futuro es la rama energética, es decir, la fabricación de biocarburantes a partir de masa forestal. El biodiésel —que en 2008 ni siquiera formaba parte del negocio de UPM— representó ya en 2016 el 20% de sus ventas. Y sus responsables esperan que siga creciendo.
“El paquete de invierno atraerá inversiones”, pronostica Marko Janhunen, vicepresidente de la rama de biocombustibles de UPM. Se refiere al plan energético presentado por la Comisión Europea —y que tendrá que ser acordado el próximo año entre la Eurocámara y los países miembros— para el desarrollo de las renovables durante el periodo 2020-2030. En la propuesta de Bruselas se pone coto a los biocarburantes convencionales, los que se elaboran a partir de productos alimenticios. Tras haber impulsado su uso, la Comisión ha rectificado su postura al entender que su empleo puede llegar a contribuir más al cambio climático que la gasolina o el diésel clásicos debido a que para plantar la soja o la palma con la que se crean esos biocombustibles se deforestan grandes áreas que hasta ahora contribuían a retener los gases de efecto invernadero.
Pero Bruselas sí impulsará los biocarburantes de segunda generación; por ejemplo, los que proceden de masa forestal. “El biofuel que producimos es de segunda generación y emite un 80% menos de emisiones de CO2 que los combustibles convencionales”, reivindica Janhunen. Y procede en gran parte de esos bosques en los que los finlandeses se refugian cuando se siente amenazados.
KIMMO TIILIKAINEN, ministro de Medio Ambiente de Finlandia
“Tenemos una larga tradición de gestión forestal sostenible”
No podía ser de otra forma. El ministro de Medio Ambiente de Finlandia, Kimmo Tiilikainen (1966, Ruokolahti), es ingeniero forestal. Habla de la “excelentes oportunidades” que ofrecen los grandes bosques finlandeses “para la industria”, ya sea en la forma de productos derivados del papel, en declive ahora, o con nuevas fórmulas como los biocombustibles u otros aprovechamientos energéticos. En su departamento también están incluidas las competencias de energía.
Sin embargo, el aprovechamiento forestal a gran escala, ¿puede poner en riesgo uno de los pulmones verdes de Europa? Tiilikainen considera que no. “Tenemos una larga tradición de gestión forestal sostenible. Hace más de cien años que contamos con una legislación que establece que si se tala un árbol se debe plantar uno nuevo”, indica.
“El crecimiento de la superficie forestal es el doble que hace 50 años”, añade. En estos momentos, comenta, se talan anualmente en Finlandia unos “70 millones de metros cúbicos”. “Y el crecimiento anual de los bosques es de 105 millones de metros cúbicos”, remacha.
Pero no siempre fue así. A finales de la década de los cincuenta e inicios de los sesenta, se llegó a talar casi el mismo volumen que se plantaba. Ahora, señala el ministro, el Gobierno tiene fijado un claro límite de tala —“80 millones de metros cúbicos”— que nunca se puede superar. “Ese es nuestro nivel de sostenibilidad”, apunta Tiilikainen.
Tiilikainen resalta la importancia que tienen los bosques finlandeses “como sumideros de CO2”, el principal gas de efecto invernadero. Como ministro de Medio Ambiente, también participó en 2015 en el gran pacto mundial contra el cambio climático, el Acuerdo de París. Sostiene que uno de los mayores riesgos del calentamiento global para su país puede ser la aparición de “nuevos insectos” que afecten a sus bosques y a la salud humana. También añade otros “riesgos” como el incremento de los desastres naturales, ya sea por “tormentas”, “lluvias”, “inundaciones” o “desbordamientos de ríos”.
Manuel Planelles
Helsinki, El País
Cuenta Tom Selänniemi —camisa de leñador de cuadros y botas de tracking— que cuando un finlandés se siente amenazado corre al bosque. “Representa la paz y la protección”, añade Selänniemi desde el centro de visitantes de Haltia, del que es director. Esta área de interpretación de la naturaleza —un moderno edificio íntegramente construido con madera y energéticamente autosuficiente— está ubicada junto al parque de Nuuksio, uno de los 40 parques nacionales de Finlandia, el país europeo con una mayor proporción de superficie forestal y uno de los pulmones del continente. La nación cuenta con cerca de 23 millones de hectáreas de bosque, lo que supone más del 75% de su superficie total. Y más de nueve millones de esas hectáreas —un tercio de Finlandia— están en manos del Estado.
La relación de los finlandeses con sus bosques va más allá de ese misticismo, de ese lugar de protección y paz. “Todos los ciudadanos pueden entrar en cualquier bosque a recoger frutos y setas; es un derecho”, apunta Antti Otsamo, jefe de desarrollo sostenible del servicio estatal forestal que gestiona esos nueve millones de hectáreas de pinos, abetos y abedules. “Nuestra misión es explotarlos, cuidarlos y protegerlos. Intentamos fomentar la economía verde”, indica.
Finlandia es un país pobre en recursos clásicos. No cuenta, como Noruega, con reservas de petróleo. Pero sí tiene algo que le diferencia del resto, y le intenta sacar partido: esos bosques. La mitad de las exportaciones del país están relacionadas con las tecnologías limpias y la bioeconomía. Y el sector forestal —que acumula el 21,6% de todas las exportaciones finesas— es esencial.
Y el Gobierno quiere que lo siga siendo en el futuro. Por eso, el sector forestal forma parte de su hoja de ruta de economía circular, un concepto en el que se engloban las estrategias para reducir el consumo de materias primas y recursos con la reutilización y el reciclaje. Básicamente, se trata de exprimir al máximo los recursos para hacer más sostenible el crecimiento económico.
Finlandia acogió la semana pasada el Foro Mundial de Economía Circular, en el que han participado 1.500 especialistas. El Gobierno finés invitó a varios periódicos internacionales, entre ellos EL PAÍS, para conocer algunas experiencias de economía circular.
A menos de una hora en coche de Nuuksio está la capital, Helsinki. Un reguero de grandes edificios acristalados salpica la ciudad. Esas oficinas ahora vacías eran a principios de este siglo el símbolo del éxito de la multinacional finesa Nokia, que llegó a dominar el mercado mundial de móviles. Pero la empresa perdió el tren de los teléfonos inteligentes y se acabó hundiendo. Finlandia volvía a entrar en una crisis, de la que intenta escapar por el camino de la economía circular.
Pero, como le ocurrió en su día a la telefonía, el forestal también es un sector que está en plena transformación. Solo hay que ver las cifras de Finlandia en exportaciones de papel para impresión y escritura. En menos de una década —entre 2007 y 2016—, han caído más de un 40%.
Otsamo, del servicio estatal de bosques, admite ese descenso en la producción de papel. Pero señala que otras áreas están creciendo, como la pasta de celulosa (para envases, por ejemplo) o las relacionadas con la bioenergía. Las actividades forestales le suponen al año a esta empresa estatal unos 100 millones de euros de beneficios. Y uno de sus principales clientes es el gigante UPM.
La multinacional finlandesa —19.300 trabajadores en 45 países y una facturación anual de 9.800 millones— también se está transformando. “Tenemos ya en marcha la transición”, apunta Sami Lundgren, vicepresidente y encargado de medio ambiente de UPM, desde la sede en Helsinki de la compañía. En 2008 el 80% del negocio de esta multinacional era el papel. En 2016 las ventas de papel ya solo representaban el 45%. En sus principales mercados —Europa y Norteamérica—, el descenso medio de ventas de papel es del 4% anual.
Biocarburantes
La compañía tiene seis áreas de negocio, y una de las de mayor futuro es la rama energética, es decir, la fabricación de biocarburantes a partir de masa forestal. El biodiésel —que en 2008 ni siquiera formaba parte del negocio de UPM— representó ya en 2016 el 20% de sus ventas. Y sus responsables esperan que siga creciendo.
“El paquete de invierno atraerá inversiones”, pronostica Marko Janhunen, vicepresidente de la rama de biocombustibles de UPM. Se refiere al plan energético presentado por la Comisión Europea —y que tendrá que ser acordado el próximo año entre la Eurocámara y los países miembros— para el desarrollo de las renovables durante el periodo 2020-2030. En la propuesta de Bruselas se pone coto a los biocarburantes convencionales, los que se elaboran a partir de productos alimenticios. Tras haber impulsado su uso, la Comisión ha rectificado su postura al entender que su empleo puede llegar a contribuir más al cambio climático que la gasolina o el diésel clásicos debido a que para plantar la soja o la palma con la que se crean esos biocombustibles se deforestan grandes áreas que hasta ahora contribuían a retener los gases de efecto invernadero.
Pero Bruselas sí impulsará los biocarburantes de segunda generación; por ejemplo, los que proceden de masa forestal. “El biofuel que producimos es de segunda generación y emite un 80% menos de emisiones de CO2 que los combustibles convencionales”, reivindica Janhunen. Y procede en gran parte de esos bosques en los que los finlandeses se refugian cuando se siente amenazados.
KIMMO TIILIKAINEN, ministro de Medio Ambiente de Finlandia
“Tenemos una larga tradición de gestión forestal sostenible”
No podía ser de otra forma. El ministro de Medio Ambiente de Finlandia, Kimmo Tiilikainen (1966, Ruokolahti), es ingeniero forestal. Habla de la “excelentes oportunidades” que ofrecen los grandes bosques finlandeses “para la industria”, ya sea en la forma de productos derivados del papel, en declive ahora, o con nuevas fórmulas como los biocombustibles u otros aprovechamientos energéticos. En su departamento también están incluidas las competencias de energía.
Sin embargo, el aprovechamiento forestal a gran escala, ¿puede poner en riesgo uno de los pulmones verdes de Europa? Tiilikainen considera que no. “Tenemos una larga tradición de gestión forestal sostenible. Hace más de cien años que contamos con una legislación que establece que si se tala un árbol se debe plantar uno nuevo”, indica.
“El crecimiento de la superficie forestal es el doble que hace 50 años”, añade. En estos momentos, comenta, se talan anualmente en Finlandia unos “70 millones de metros cúbicos”. “Y el crecimiento anual de los bosques es de 105 millones de metros cúbicos”, remacha.
Pero no siempre fue así. A finales de la década de los cincuenta e inicios de los sesenta, se llegó a talar casi el mismo volumen que se plantaba. Ahora, señala el ministro, el Gobierno tiene fijado un claro límite de tala —“80 millones de metros cúbicos”— que nunca se puede superar. “Ese es nuestro nivel de sostenibilidad”, apunta Tiilikainen.
Tiilikainen resalta la importancia que tienen los bosques finlandeses “como sumideros de CO2”, el principal gas de efecto invernadero. Como ministro de Medio Ambiente, también participó en 2015 en el gran pacto mundial contra el cambio climático, el Acuerdo de París. Sostiene que uno de los mayores riesgos del calentamiento global para su país puede ser la aparición de “nuevos insectos” que afecten a sus bosques y a la salud humana. También añade otros “riesgos” como el incremento de los desastres naturales, ya sea por “tormentas”, “lluvias”, “inundaciones” o “desbordamientos de ríos”.