El líder supremo de Irán acusa a Rohaní de dividir el país
El presidente afronta una ofensiva sin precedentes por parte del ala más conservadora del régimen
Ali Falahi
Teherán, El País
Las discrepancias entre el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jameneí, y el presidente del país, Hasan Rohaní, no han dejado de intensificarse desde la reelección de este el pasado mayo. En la última andanada, la máxima autoridad política y religiosa del país acusó implícitamente al jefe del Gobierno de polarizar a los iraníes. Esa subida de tono refleja que el abismo entre conservadores y moderados evidenciado durante los comicios no sólo no se ha cerrado, sino que se ha extendido a todos los niveles. Rohaní afronta un ataque sin precedentes por parte del ala más conservadora de la República Islámica.
“No se debe polarizar al país, no se debe dividir al pueblo”, proclamó Jameneí en una ceremonia durante el recién concluido Ramadán. “El presidente ha mencionado que hay que hacer esto y hay que hacer aquello. ¿A quién se dirigen estos hay que? Al mismo señor doctor Rohaní y a su Gabinete”, manifestó el líder que, como cada año, había reunido a todas las autoridades de alto rango del país para la ruptura del ayuno.
Entre los asistentes se encontraba Rohaní, a quien el líder supremo recordó el destino del destituido Abolhasan Banisadr, el primer presidente iraní tras la revolución de 1979. Por si la advertencia no era lo suficientemente clara, Jamenei censuró una intervención previa del jefe del Gobierno sobre la situación económica.
“La privatización buscaba entregar la economía al pueblo, pero entregamos la parte de economía que estaba en manos de un gobierno sin fusiles a un gobierno con fusiles, esto no es privatización”, declaró por su parte Rohaní durante una reunión con empresarios el pasado jueves, en clara referencia a los Guardianes de la Revolución (los Pasdarán).
Algunos empresarios se quejan del control de la economía por compañías vinculadas a ese poderoso cuerpo del Ejército. Su interferencia mantiene acogotado al sector privado y dificulta la entrada de inversores extranjeros, ya que los Pasdarán siguen sancionados por EE. UU. y aquellos no quieren arriesgarse a tener problemas con Washington. Pero es inusitado que el presidente se exprese con tanta claridad al respecto.
Las diferencias en la cúpula iraní se trasladaron a la calle el pasado viernes. Durante la manifestación con motivo del Día de Jerusalén, una jornada que recuerda la ocupación israelí de las tierras palestinas, un grupo de exaltados se acercó al presidente a los gritos de “muerte al clérigo americano” y “Rohaní-Banisadr, felicidades por vuestro enlace”. Ante la situación, Rohaní se vio obligado a retirarse del evento.
Casi de inmediato, numerosos iraníes se lanzaron a Twitter para expresarle su respaldo bajo la etiqueta حامی_روحانیام# (#Apoyo_a_Rohaní) que se situó entre las primeras diez más populares en persa. No obstante, el nivel de las críticas supone un gran riesgo para el presidente, ya que el peso de la Casa del Líder y los Pasdarán es innegable en el complejo sistema político de Irán.
El énfasis de Rohaní en el papel negativo de este ejército ideológico en la economía, la política y los medios de comunicación iraníes, por un lado, y los insultos de los ultras, por otro, constituyen la última expresión de la sima que se ha abierto desde los comicios.
El propio Jameneí parece haberse dado cuenta del monstruo que ha desatado a raíz de que tras los atentados de Teherán diera vía libre a sus seguidores con un polémico “si sentís que el Gobierno no es capaz de resolver los problemas, disparad a discreción”. Refiriéndose de forma tácita a los eslóganes del pasado viernes, el domingo precisó que “el disparo a discreción, no significa la ilegalidad y el vituperio”, antes de advertir que estos actos dan pretextos a los opositores “que carecen de reflexión”.
Mientras tanto, el jefe de los Guardianes de la Revolución, el general Mohammad Ali Jafarí, ha respondido a las acusaciones de Rohaní asegurando que “el gobierno que no tenga fusiles será humillado y al final vencido”. El militar calificó las palabras del presidente de “injustas” y defendió el desempeño de los Pasdarán en la economía del país. También aprovechó para criticar la política económica del Gobierno, en especial el impago a los proyectos llevados a cabo por ese ejército. “Nos presentan como dueños de los fusiles; pero aparte de los fusiles, somos dueños de los misiles que destruyen enemigos”, advirtió.
La referencia a los misiles no es casual. Las desavenencias entre Rohaní y los Pasdarán se intensificaron después de que estos atacaran con misiles al ISIS en Siria el pasado día 18. Fuentes próximas al Gobierno declararon que la operación fue decidida por el Consejo Supremo de la Seguridad Nacional, un ente que encabeza el presidente, mientras que la Guardia Revolucionaria lo desmintió en varias ocasiones y la atribuyó a la voluntad directa del líder supremo.
Los poderosos sectores conservadores están intentando tirar de las riendas a Rohaní, tras su victoria en las presidenciales del 19 de mayo con más de 23 millones de votos. El mandatario, a sabiendas de que ceder en esta nueva encrucijada supondrá el final de su carrera política, ha optado por la confrontación en vez de la reconciliación. Sus ojos están puestos en el apoyo popular, una baza arriesgada en las actuales condiciones nacionales y regionales.
Ali Falahi
Teherán, El País
Las discrepancias entre el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jameneí, y el presidente del país, Hasan Rohaní, no han dejado de intensificarse desde la reelección de este el pasado mayo. En la última andanada, la máxima autoridad política y religiosa del país acusó implícitamente al jefe del Gobierno de polarizar a los iraníes. Esa subida de tono refleja que el abismo entre conservadores y moderados evidenciado durante los comicios no sólo no se ha cerrado, sino que se ha extendido a todos los niveles. Rohaní afronta un ataque sin precedentes por parte del ala más conservadora de la República Islámica.
“No se debe polarizar al país, no se debe dividir al pueblo”, proclamó Jameneí en una ceremonia durante el recién concluido Ramadán. “El presidente ha mencionado que hay que hacer esto y hay que hacer aquello. ¿A quién se dirigen estos hay que? Al mismo señor doctor Rohaní y a su Gabinete”, manifestó el líder que, como cada año, había reunido a todas las autoridades de alto rango del país para la ruptura del ayuno.
Entre los asistentes se encontraba Rohaní, a quien el líder supremo recordó el destino del destituido Abolhasan Banisadr, el primer presidente iraní tras la revolución de 1979. Por si la advertencia no era lo suficientemente clara, Jamenei censuró una intervención previa del jefe del Gobierno sobre la situación económica.
“La privatización buscaba entregar la economía al pueblo, pero entregamos la parte de economía que estaba en manos de un gobierno sin fusiles a un gobierno con fusiles, esto no es privatización”, declaró por su parte Rohaní durante una reunión con empresarios el pasado jueves, en clara referencia a los Guardianes de la Revolución (los Pasdarán).
Algunos empresarios se quejan del control de la economía por compañías vinculadas a ese poderoso cuerpo del Ejército. Su interferencia mantiene acogotado al sector privado y dificulta la entrada de inversores extranjeros, ya que los Pasdarán siguen sancionados por EE. UU. y aquellos no quieren arriesgarse a tener problemas con Washington. Pero es inusitado que el presidente se exprese con tanta claridad al respecto.
Las diferencias en la cúpula iraní se trasladaron a la calle el pasado viernes. Durante la manifestación con motivo del Día de Jerusalén, una jornada que recuerda la ocupación israelí de las tierras palestinas, un grupo de exaltados se acercó al presidente a los gritos de “muerte al clérigo americano” y “Rohaní-Banisadr, felicidades por vuestro enlace”. Ante la situación, Rohaní se vio obligado a retirarse del evento.
Casi de inmediato, numerosos iraníes se lanzaron a Twitter para expresarle su respaldo bajo la etiqueta حامی_روحانیام# (#Apoyo_a_Rohaní) que se situó entre las primeras diez más populares en persa. No obstante, el nivel de las críticas supone un gran riesgo para el presidente, ya que el peso de la Casa del Líder y los Pasdarán es innegable en el complejo sistema político de Irán.
El énfasis de Rohaní en el papel negativo de este ejército ideológico en la economía, la política y los medios de comunicación iraníes, por un lado, y los insultos de los ultras, por otro, constituyen la última expresión de la sima que se ha abierto desde los comicios.
El propio Jameneí parece haberse dado cuenta del monstruo que ha desatado a raíz de que tras los atentados de Teherán diera vía libre a sus seguidores con un polémico “si sentís que el Gobierno no es capaz de resolver los problemas, disparad a discreción”. Refiriéndose de forma tácita a los eslóganes del pasado viernes, el domingo precisó que “el disparo a discreción, no significa la ilegalidad y el vituperio”, antes de advertir que estos actos dan pretextos a los opositores “que carecen de reflexión”.
Mientras tanto, el jefe de los Guardianes de la Revolución, el general Mohammad Ali Jafarí, ha respondido a las acusaciones de Rohaní asegurando que “el gobierno que no tenga fusiles será humillado y al final vencido”. El militar calificó las palabras del presidente de “injustas” y defendió el desempeño de los Pasdarán en la economía del país. También aprovechó para criticar la política económica del Gobierno, en especial el impago a los proyectos llevados a cabo por ese ejército. “Nos presentan como dueños de los fusiles; pero aparte de los fusiles, somos dueños de los misiles que destruyen enemigos”, advirtió.
La referencia a los misiles no es casual. Las desavenencias entre Rohaní y los Pasdarán se intensificaron después de que estos atacaran con misiles al ISIS en Siria el pasado día 18. Fuentes próximas al Gobierno declararon que la operación fue decidida por el Consejo Supremo de la Seguridad Nacional, un ente que encabeza el presidente, mientras que la Guardia Revolucionaria lo desmintió en varias ocasiones y la atribuyó a la voluntad directa del líder supremo.
Los poderosos sectores conservadores están intentando tirar de las riendas a Rohaní, tras su victoria en las presidenciales del 19 de mayo con más de 23 millones de votos. El mandatario, a sabiendas de que ceder en esta nueva encrucijada supondrá el final de su carrera política, ha optado por la confrontación en vez de la reconciliación. Sus ojos están puestos en el apoyo popular, una baza arriesgada en las actuales condiciones nacionales y regionales.