El Frente Nacional no encuentra su rumbo
El partido de Marine Le Pen afronta desunido unas legislativas clave para su futuro
Silvia Ayuso
París, El País
La hoja de ruta del Frente Nacional con la que Marine Le Pen logró llevar al partido hasta la segunda vuelta de las presidenciales francesas se ha emborronado. No hay un mensaje unificado ni una línea de actuación unívoca ante el nuevo reto, las elecciones legislativas del domingo. La propuesta de sacar a Francia del euro ha desaparecido del discurso oficial, pero la mantienen algunos de sus defensores. Ni siquiera es seguro que mantenga el nombre de Frente Nacional.
Hace semanas que la sonrisa de Marine Le Pen luce forzada. Y no es para menos. La hija del fundador del FN, Jean-Marie Le Pen, sabe que este domingo y el próximo no están solo en juego los escaños que pueda obtener el partido que preside. También arriesga su propio liderazgo, tras una campaña que llevó a la formación a obtener los mejores resultados de su historia —33,9% de votos en la segunda vuelta— pero que, en el contexto nacional e internacional en que se produjeron, fueron decepcionantes —e insuficientes— para un partido que ya se veía como la nueva gran fuerza política de Francia y ariete del populismo de derechas en Europa. La formación llega abiertamente desunida ante las elecciones legislativas. Y sin fondos dado que, según ha denunciado Le Pen estos días, ningún banco está dispuesto a prestarles dinero. Las elecciones a la Asamblea Nacional pueden suponer la tabla de salvación de Le Pen o el argumento final de los que consideran que el futuro del partido pasa, ante todo, por cambiar un apellido ligado desde su nacimiento al movimiento.
Le Pen ha personalizado el reto. Ella misma se presenta como candidata a la Asamblea Nacional a la cabeza de su bastión, la ciudad de Hénin-Beaumont, en el noroeste del país, donde en la segunda vuelta presidencial, el 7 de mayo, se impuso masivamente (obtuvo el 61,5% de los votos) frente a su rival y hoy presidente, Emmanuel Macron. Pero la líder de ultraderecha es consciente de que ese exorbitante resultado está muy lejos de ser un reflejo del sentir en el resto del país.
Los objetivos fijados para las legislativas suenan modestos. Lejos quedan ya las promesas de la noche electoral de convertirse en la principal fuerza de la oposición a Macron. Si el FN logra 15 escaños, el mínimo para poder formar un grupo parlamentario, se dará ahora por satisfecho.
Pero ni esa meta está garantizada. Y el principal problema es interno, con un partido abiertamente fracturado. En una formación en la que durante décadas todo se ha organizado en familia, fue una Le Pen, la sobrina de la presidenta del partido, Marion Maréchal-Le Pen, la que abrió la puerta de la huida y de las críticas poselectorales.
Tensa relación
La nieta favorita de Jean-Marie cumplió su amenaza de abandonar la política solo tres días después de la derrota presidencial de su tía, con la que mantenía una tensa relación. Aunque adujo motivos personales —ocuparse de su hija de tres años— a nadie se le escapó que con ese paso confirmaba el distanciamiento ideológico con su tía y, sobre todo, con la mano derecha de esta durante los últimos años, el vicepresidente del FN Florian Philippot.
El problema que supone la deserción de Marion para Marine es doble. Por un lado, porque su sobrina ocupaba hasta ahora uno de los dos únicos escaños que obtuvo el FN en el último quinquenio, y era altamente popular en su departamento de Vaucluse (sureste). Para colmo, el otro diputado, Gilbert Collard, tampoco tiene garantizada la reelección.
Además, Maréchal-Le Pen era la líder oficiosa de una quizás pequeña pero firme corriente más conservadora dentro del FN. Sus seguidores estaban —y siguen estándolo— en contra del intento de ampliar su base con votantes de la izquierda radical por el que apostó Marine Le Pen y por el que esta confió en Philippot y su propuesta de sacar a Francia del euro. Una consigna a la que se atribuye buena parte de la debacle electoral. Desde entonces, Marine Le Pen casi no se habla con Philippot, que ha creado, sin avisar a su jefa y mentora, su propia asociación, Los Patriotas.
Mientras, la sobrina Marion se ha ido pero no se ha cerrado la puerta del todo. Podría volver a entornarla cuando el FN celebre su congreso, a finales de este año o a comienzos del próximo. Una cita a la que Marine Le Pen podría llegar muy debilitada si el FN no obtiene un resultado mínimo en las legislativas. Y muchos siguen viendo en la pequeña de los Le Pen un relevo apetecible
Silvia Ayuso
París, El País
La hoja de ruta del Frente Nacional con la que Marine Le Pen logró llevar al partido hasta la segunda vuelta de las presidenciales francesas se ha emborronado. No hay un mensaje unificado ni una línea de actuación unívoca ante el nuevo reto, las elecciones legislativas del domingo. La propuesta de sacar a Francia del euro ha desaparecido del discurso oficial, pero la mantienen algunos de sus defensores. Ni siquiera es seguro que mantenga el nombre de Frente Nacional.
Hace semanas que la sonrisa de Marine Le Pen luce forzada. Y no es para menos. La hija del fundador del FN, Jean-Marie Le Pen, sabe que este domingo y el próximo no están solo en juego los escaños que pueda obtener el partido que preside. También arriesga su propio liderazgo, tras una campaña que llevó a la formación a obtener los mejores resultados de su historia —33,9% de votos en la segunda vuelta— pero que, en el contexto nacional e internacional en que se produjeron, fueron decepcionantes —e insuficientes— para un partido que ya se veía como la nueva gran fuerza política de Francia y ariete del populismo de derechas en Europa. La formación llega abiertamente desunida ante las elecciones legislativas. Y sin fondos dado que, según ha denunciado Le Pen estos días, ningún banco está dispuesto a prestarles dinero. Las elecciones a la Asamblea Nacional pueden suponer la tabla de salvación de Le Pen o el argumento final de los que consideran que el futuro del partido pasa, ante todo, por cambiar un apellido ligado desde su nacimiento al movimiento.
Le Pen ha personalizado el reto. Ella misma se presenta como candidata a la Asamblea Nacional a la cabeza de su bastión, la ciudad de Hénin-Beaumont, en el noroeste del país, donde en la segunda vuelta presidencial, el 7 de mayo, se impuso masivamente (obtuvo el 61,5% de los votos) frente a su rival y hoy presidente, Emmanuel Macron. Pero la líder de ultraderecha es consciente de que ese exorbitante resultado está muy lejos de ser un reflejo del sentir en el resto del país.
Los objetivos fijados para las legislativas suenan modestos. Lejos quedan ya las promesas de la noche electoral de convertirse en la principal fuerza de la oposición a Macron. Si el FN logra 15 escaños, el mínimo para poder formar un grupo parlamentario, se dará ahora por satisfecho.
Pero ni esa meta está garantizada. Y el principal problema es interno, con un partido abiertamente fracturado. En una formación en la que durante décadas todo se ha organizado en familia, fue una Le Pen, la sobrina de la presidenta del partido, Marion Maréchal-Le Pen, la que abrió la puerta de la huida y de las críticas poselectorales.
Tensa relación
La nieta favorita de Jean-Marie cumplió su amenaza de abandonar la política solo tres días después de la derrota presidencial de su tía, con la que mantenía una tensa relación. Aunque adujo motivos personales —ocuparse de su hija de tres años— a nadie se le escapó que con ese paso confirmaba el distanciamiento ideológico con su tía y, sobre todo, con la mano derecha de esta durante los últimos años, el vicepresidente del FN Florian Philippot.
El problema que supone la deserción de Marion para Marine es doble. Por un lado, porque su sobrina ocupaba hasta ahora uno de los dos únicos escaños que obtuvo el FN en el último quinquenio, y era altamente popular en su departamento de Vaucluse (sureste). Para colmo, el otro diputado, Gilbert Collard, tampoco tiene garantizada la reelección.
Además, Maréchal-Le Pen era la líder oficiosa de una quizás pequeña pero firme corriente más conservadora dentro del FN. Sus seguidores estaban —y siguen estándolo— en contra del intento de ampliar su base con votantes de la izquierda radical por el que apostó Marine Le Pen y por el que esta confió en Philippot y su propuesta de sacar a Francia del euro. Una consigna a la que se atribuye buena parte de la debacle electoral. Desde entonces, Marine Le Pen casi no se habla con Philippot, que ha creado, sin avisar a su jefa y mentora, su propia asociación, Los Patriotas.
Mientras, la sobrina Marion se ha ido pero no se ha cerrado la puerta del todo. Podría volver a entornarla cuando el FN celebre su congreso, a finales de este año o a comienzos del próximo. Una cita a la que Marine Le Pen podría llegar muy debilitada si el FN no obtiene un resultado mínimo en las legislativas. Y muchos siguen viendo en la pequeña de los Le Pen un relevo apetecible