Dimite el auditor general del Vaticano
Libero Milone fue nombrado por el Papa hace solo dos años y había tenido algunas fricciones con los departamentos cuyas cuentas debía revisar
Daniel Verdú
Roma, El País
El auditor general de las finanzas del Vaticano, Libero Milone, dimitió este martes tras dos años en el cargo. Su nombramiento, para el que se creó un nuevo puesto, fue uno de los empeños del papa Francisco para poner orden en uno de los capítulos más problemáticos de la Santa Sede. Su dimisión, que podría haber sido solicitada, vuelve a agitar los fantasmas financieros del pasado. Se marcha sin haber terminado la misión que Francisco le había encomendado.
El Vaticano, escueto como es habitual, lo resumió así: "Ayer el Santo Padre recibió la dimisión del encargo de Revisor General. El Santo Padre la ha aceptado. Se concluye así, de común acuerdo, la relación de colaboración con la Santa Sede". Pero se trata de una dimisión —forzada o no—, muy significativa. El puesto de Milone, un hombre laico procedente de la empresa privada (Fiat, Deloitte...), se creó en el marco de las reformas de las finanzas del Vaticano en 2014.
De fuerte carácter y con contrato hasta 2020, pretendía llevar al extremo la idea de transparencia y eficiencia, como señaló en una entrevista con el Corriere della Sera en abril. En teoría, respondía solo ante el Papa, que le había encargado dicho trabajo, pero pudo encontrar resistencias en algunos dicasterios. Algo que, en la misma entrevista lo definió eufemísticamente como “desconocimiento”.
Hace solo una semana participó de forma activa en una convención sobre corrupción organizada por la Santa Sede con propuestas novedosas, por eso extraña su súbita renuncia. Algunas fuentes apuntan a fricciones importantes con otros departamentos que debía auditar su oficina, especialmente con el área que gestiona el patrimonio del Vaticano (APSA). Su figura fue controvertida desde el primer día: al poco de aceptar el cargo, alguien accedió a su ordenador y comprometió información confidencial. La gendarmería vaticana archivó el caso.
Las resistencias a ciertos cambios impuestos por Francisco suelen emerger cada cierto tiempo. En marzo, Marie Collins, una de las integrantes de la comisión que trata de erradicar los abusos a menores y que fue víctima cuando era una niña de un sacerdote, se marchó dando un portazo y denunciando, precisamente, una obstaculización generalizada a los cambios puestos en marcha por el Pontífice.
Daniel Verdú
Roma, El País
El auditor general de las finanzas del Vaticano, Libero Milone, dimitió este martes tras dos años en el cargo. Su nombramiento, para el que se creó un nuevo puesto, fue uno de los empeños del papa Francisco para poner orden en uno de los capítulos más problemáticos de la Santa Sede. Su dimisión, que podría haber sido solicitada, vuelve a agitar los fantasmas financieros del pasado. Se marcha sin haber terminado la misión que Francisco le había encomendado.
El Vaticano, escueto como es habitual, lo resumió así: "Ayer el Santo Padre recibió la dimisión del encargo de Revisor General. El Santo Padre la ha aceptado. Se concluye así, de común acuerdo, la relación de colaboración con la Santa Sede". Pero se trata de una dimisión —forzada o no—, muy significativa. El puesto de Milone, un hombre laico procedente de la empresa privada (Fiat, Deloitte...), se creó en el marco de las reformas de las finanzas del Vaticano en 2014.
De fuerte carácter y con contrato hasta 2020, pretendía llevar al extremo la idea de transparencia y eficiencia, como señaló en una entrevista con el Corriere della Sera en abril. En teoría, respondía solo ante el Papa, que le había encargado dicho trabajo, pero pudo encontrar resistencias en algunos dicasterios. Algo que, en la misma entrevista lo definió eufemísticamente como “desconocimiento”.
Hace solo una semana participó de forma activa en una convención sobre corrupción organizada por la Santa Sede con propuestas novedosas, por eso extraña su súbita renuncia. Algunas fuentes apuntan a fricciones importantes con otros departamentos que debía auditar su oficina, especialmente con el área que gestiona el patrimonio del Vaticano (APSA). Su figura fue controvertida desde el primer día: al poco de aceptar el cargo, alguien accedió a su ordenador y comprometió información confidencial. La gendarmería vaticana archivó el caso.
Las resistencias a ciertos cambios impuestos por Francisco suelen emerger cada cierto tiempo. En marzo, Marie Collins, una de las integrantes de la comisión que trata de erradicar los abusos a menores y que fue víctima cuando era una niña de un sacerdote, se marchó dando un portazo y denunciando, precisamente, una obstaculización generalizada a los cambios puestos en marcha por el Pontífice.