Manchester United finalista ante un duro Celta

Fellaini puso la eliminatoria cuesta arriba, pero los de Berizzo no se rindieron y rozaron la épica tras un gol de Roncaglia en el 84'. Los dos equipos acabaron con diez.

Clemente Garrido
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Hay momentos en la vida en los que no tienes otra opción que elegir. Puedes morir de pie o vivir de rodillas. El Celta siempre prefiere la primera opción. Al Manchester de Mourinho da la sensación de que le gusta más la segunda. El United está en la final, sí, pero para la historia quedará el cuento de un equipo valiente que se atrevió a desafiar la jerarquía del rey en su propia casa. Ni la leyenda de Old Trafford acomplejó a un grupo de revolucionarios dispuestos a desafiar las leyes de la lógica monetaria. Porque al fútbol no se juega con la cartera, se juega con el corazón. En Manchester y en toda Inglaterra, ahora sí, conocen de sobra el significado Afouteza. El Celta dio la mejor definición, aunque los malditos dioses no quisiera recompensar semejante osadía.


Ni cinco minutos ofreció de concesión Aspas, rebelde de principio a fin. Su zurdazo calentó a Romero y empezó a enfadar a la grada de Old Trafford. Mourinho les pidió ruido en la previa, muchas veces se lo ofrecieron a modo de reprimenda, con pitos al juego de su equipo. El United se fue desperezando a base de filigranas. Pogba dio una clase de freestyle para levantar a los ingleses del asiento. El susto le entró en el cuerpo al Celta, que vivió su momento más crítico. Fellaini aprovechó un centro medido de Rashford para batir a Sergio. Otro golpe brutal. Una vez más se levantaron. Con más rabia si cabe. Las internadas de Sisto y la inspiración e Aspas eran lo más peligroso de un Celta sin referencia ofensiva. Porque Guidetti estuvo desaparecido. Como si se hubiera ido antes de tiempo a Estocolmo. Eligió el peor día para esconderse. Y Berizzo no se dio cuenta tampoco, porque completó el partido cuando todos pensaban que sería el sustituido al descanso.

La entrada de Jozabed dio un nuevo aire a los vigueses. La pelota empezó a fluir con mayor naturalidad con el sevillano sobre el césped. De hecho, no había pasado ni un minuto cuando el Celta empezó a amenazar la portería de Romero. Sergio hizo su parada imposible en esta eliminatoria antes de que comenzara el asedio final, una batalla a pecho descubierto que será recordada por siempre. Porque el Celta se levantó cuando ya estaba prácticamente muerto para empezar a pegar sin descanso. El United no se lo podía creer. Ya estaban celebrándolo y de repente se vieron contra las cuerdas. Guidetti cabeceó fuera un centro perfecto de Mallo. Otra más al limbo del sueco. A cinco minutos del final, Roncaglia cabeceó a la red un servicio de Bongonda para delirio de la grada celeste. La impecable afición creyó entonces en el milagro como si lo tuviera entre sus brazos. No era una fe sin convencimiento, era una seguridad absoluta de que el sueño continuaba.

Y tenían razón. Porque en la última jugada del partido, en el último segundo de un largo descuento por culpa de una lamentable pelea, llegó la oportunidad de coger el tren a Solna. Mallo puso un balón en largo a la desesperada, Tucu peinó, Cabral la dejó hacia Beauvue, quien solo ante Romero decidió centrar en vez de chutar. Guidetti sólo tenía que empujarla, pero definitivamente no era su día. El sueño se rompió. El cuento de hadas se acabó. Pero este Celta no ha muerto, porque quedará eternamente vivo en el recuerdo.

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