Los laboristas y el Ukip se desploman en las elecciones locales de Reino Unido
El partido conservador de Theresa May sale reforzado de cara a las generales del 8 de junio
Patricia Tubella
Londres, El País
Los conservadores británicos siguen ganando terreno político, a expensas de la oposición laborista, pero también del eurófobo Ukip, según confirman los resultados de los comicios municipales celebrados este jueves. Tras el lento escrutinio, la radiografía completa de los resultados muestra que la primera ministra Theresa May aparece claramente reforzada ante las elecciones generales del próximo 8 de junio que convocó de forma anticipada para avalar su apuesta por un Brexit duro. Ella misma ha vuelto a reivindicarse, a pesar del carácter local de la votación, como la mejor baza frente a “los burócratas de Bruselas que intentan impedir el mejor acuerdo para el Reino Unido”.
Los conservadores obtuvieron 1.900 concejales, 558 más que en los anteriores comicios, mientras que los laboristas perdieron 320, y conservaron 1.151. El antieuropeo UKIP fue casi por completo borrado de la faz del Reino Unido al pasar de 154 ediles a solo uno. Los Liberal Demócratas, que esperaban capitalizar el voto proeuropeo, perdieron 37 escaños, y se quedaron con 441.
A solo cinco semanas de la nueva cita electoral con las urnas, el Partido Laborista de Jeremy Corbyn acaba de encajar un batacazo en las locales parciales de Inglaterra, Gales y Escocia, donde se jugaba mucho más que los 4.851 puestos municipales en juego. Su nítida derrota en el mapa de los ayuntamientos ingleses, el retroceso en Gales— solo matizado por su todavía condición de fuerza mayoritaria en esa autonomía— y la debacle en Escocia, encarnada por la pérdida del control de Glasgow, que el laborismo detentaba de forma ininterrumpida desde los años 80, ponen en tela de juicio más que nunca el liderazgo de Corbyn. Aunque el Partido Laborista gana a los tories las alcaldías del área metropolitana de Manchester (recién creada) y la de Liverpool.
Las alegaciones desde el cuartel general laborista de que estos comicios responden a cuestiones locales, no necesariamente extrapolables a nivel nacional, colisionan con las críticas de muchos entre el centenar y medio de candidatos del partido en liza que ya han visto confirmada la pérdida de su escaño municipal. Como Philip Johnson (Warwickshire, centro de Inglaterra) que directamente ha acusado a Corbyn de “espantar” a los votantes.
Otra de las conclusiones inapelables del sufragio ha sido la debacle del Ukip, un partido antiinmigración y alérgico a Europa, a manos de los conservadores de May. Ellos fueron los principales acicates del referéndum sobre la pertenencia a la UE que se saldó con una mayoría de británicos en pro de dar el portazo, pero ahora la primera ministra ha conseguido robarles el discurso y convertirlos en una fuerza irrelevante. El Ukip, hoy liderado por Paul Nuttal, solo ha conseguido retener un escaño municipal en toda a geografía británica. Y, como botón de muestra, su otrora fuerte presencia en Essex (sudeste de Inglaterra) ha sido literalmente borrada del mapa.
En el extremo opuesto del campo político, los liberaldemócratas que confiaban en rentabilizar su perenne discurso europeísta (apuntando a ese 48% de votantes electores que defendieron en el plebiscito la permanencia en la UE, e incuso a otros muchos que no ven clara la estrategia de May) han fallado en su objetivo. Suman ganancias en porcentaje de voto, pero sobre el terreno incluso han perdido algunas concejalías. Solo Los Verdes consiguen avances tangibles en su más que modesto terreno.
Que el laborismo se abrace a éxitos puntuales y ya previstos, como la dirección de las importantes áreas metropolitanas de Liverpool y el Gran Manchester, es solo un pobre y puntual recurso para intentar soslayar la lectura global de estas elecciones locales. Theresa May tiene ante sí una autopista que le conduce sin resistencias hacia una amplísima victoria en las legislativas del 8 de junio.
La primera ministra fue retratada a mediados de semana frente a Downing Street, acusando a la Unión Europea de injerencia en las próximas elecciones generales por divulgar “en la prensa continental” las debilidades e incongruencias de la posición británica ante las negociaciones del Brexit. En realidad, es la propia May quien ha utilizado esa imagen y retórica para transmitir a los británicos, con fines electorales, la noción de que es el “nosotros contra ellos”. Le está funcionando a corto plazo, antes de que las realidades del Brexit confirmen los reveses de esa apuesta.
Pero hasta entonces, el partido laborista se revela incapaz de contrarrestar ese discurso, y no solo por la debilidad de Corbyn en cuanto a los apoyos en su propio partido. El actual líder laborista nunca ha defendido abiertamente una carta europeísta para el Reino Unido (apoyada sin ambages por la progresía urbana), y confiando en captar la confianza de los votantes más desfavorecidos y hostiles a la UE, receptores de un dicurso antiglobalizador. Jugar a dos bazas es una estrategia imposible. Lo ha vuelto a repetir, a raíz de estas elecciones locales, una de las dirigentes laboristas de la era Corbyn, Diane Abbott: “Los laboristas representamos a seis de las circunscripciones más antiBrexit del país, y también a seis de las más favorables (a la salida de Europa)”
El problema de Corbyn es que, en lugar de permanecer fieles al partido laborista, sus bases más modestas en términos económicos optaron en un principio por el Ukip. Y, una vez casi desaparecido ese partido del mapa, están dispuestas a abrazar el nuevo y chirriante nacionalismo de May.
Patricia Tubella
Londres, El País
Los conservadores británicos siguen ganando terreno político, a expensas de la oposición laborista, pero también del eurófobo Ukip, según confirman los resultados de los comicios municipales celebrados este jueves. Tras el lento escrutinio, la radiografía completa de los resultados muestra que la primera ministra Theresa May aparece claramente reforzada ante las elecciones generales del próximo 8 de junio que convocó de forma anticipada para avalar su apuesta por un Brexit duro. Ella misma ha vuelto a reivindicarse, a pesar del carácter local de la votación, como la mejor baza frente a “los burócratas de Bruselas que intentan impedir el mejor acuerdo para el Reino Unido”.
Los conservadores obtuvieron 1.900 concejales, 558 más que en los anteriores comicios, mientras que los laboristas perdieron 320, y conservaron 1.151. El antieuropeo UKIP fue casi por completo borrado de la faz del Reino Unido al pasar de 154 ediles a solo uno. Los Liberal Demócratas, que esperaban capitalizar el voto proeuropeo, perdieron 37 escaños, y se quedaron con 441.
A solo cinco semanas de la nueva cita electoral con las urnas, el Partido Laborista de Jeremy Corbyn acaba de encajar un batacazo en las locales parciales de Inglaterra, Gales y Escocia, donde se jugaba mucho más que los 4.851 puestos municipales en juego. Su nítida derrota en el mapa de los ayuntamientos ingleses, el retroceso en Gales— solo matizado por su todavía condición de fuerza mayoritaria en esa autonomía— y la debacle en Escocia, encarnada por la pérdida del control de Glasgow, que el laborismo detentaba de forma ininterrumpida desde los años 80, ponen en tela de juicio más que nunca el liderazgo de Corbyn. Aunque el Partido Laborista gana a los tories las alcaldías del área metropolitana de Manchester (recién creada) y la de Liverpool.
Las alegaciones desde el cuartel general laborista de que estos comicios responden a cuestiones locales, no necesariamente extrapolables a nivel nacional, colisionan con las críticas de muchos entre el centenar y medio de candidatos del partido en liza que ya han visto confirmada la pérdida de su escaño municipal. Como Philip Johnson (Warwickshire, centro de Inglaterra) que directamente ha acusado a Corbyn de “espantar” a los votantes.
Otra de las conclusiones inapelables del sufragio ha sido la debacle del Ukip, un partido antiinmigración y alérgico a Europa, a manos de los conservadores de May. Ellos fueron los principales acicates del referéndum sobre la pertenencia a la UE que se saldó con una mayoría de británicos en pro de dar el portazo, pero ahora la primera ministra ha conseguido robarles el discurso y convertirlos en una fuerza irrelevante. El Ukip, hoy liderado por Paul Nuttal, solo ha conseguido retener un escaño municipal en toda a geografía británica. Y, como botón de muestra, su otrora fuerte presencia en Essex (sudeste de Inglaterra) ha sido literalmente borrada del mapa.
En el extremo opuesto del campo político, los liberaldemócratas que confiaban en rentabilizar su perenne discurso europeísta (apuntando a ese 48% de votantes electores que defendieron en el plebiscito la permanencia en la UE, e incuso a otros muchos que no ven clara la estrategia de May) han fallado en su objetivo. Suman ganancias en porcentaje de voto, pero sobre el terreno incluso han perdido algunas concejalías. Solo Los Verdes consiguen avances tangibles en su más que modesto terreno.
Que el laborismo se abrace a éxitos puntuales y ya previstos, como la dirección de las importantes áreas metropolitanas de Liverpool y el Gran Manchester, es solo un pobre y puntual recurso para intentar soslayar la lectura global de estas elecciones locales. Theresa May tiene ante sí una autopista que le conduce sin resistencias hacia una amplísima victoria en las legislativas del 8 de junio.
La primera ministra fue retratada a mediados de semana frente a Downing Street, acusando a la Unión Europea de injerencia en las próximas elecciones generales por divulgar “en la prensa continental” las debilidades e incongruencias de la posición británica ante las negociaciones del Brexit. En realidad, es la propia May quien ha utilizado esa imagen y retórica para transmitir a los británicos, con fines electorales, la noción de que es el “nosotros contra ellos”. Le está funcionando a corto plazo, antes de que las realidades del Brexit confirmen los reveses de esa apuesta.
Pero hasta entonces, el partido laborista se revela incapaz de contrarrestar ese discurso, y no solo por la debilidad de Corbyn en cuanto a los apoyos en su propio partido. El actual líder laborista nunca ha defendido abiertamente una carta europeísta para el Reino Unido (apoyada sin ambages por la progresía urbana), y confiando en captar la confianza de los votantes más desfavorecidos y hostiles a la UE, receptores de un dicurso antiglobalizador. Jugar a dos bazas es una estrategia imposible. Lo ha vuelto a repetir, a raíz de estas elecciones locales, una de las dirigentes laboristas de la era Corbyn, Diane Abbott: “Los laboristas representamos a seis de las circunscripciones más antiBrexit del país, y también a seis de las más favorables (a la salida de Europa)”
El problema de Corbyn es que, en lugar de permanecer fieles al partido laborista, sus bases más modestas en términos económicos optaron en un principio por el Ukip. Y, una vez casi desaparecido ese partido del mapa, están dispuestas a abrazar el nuevo y chirriante nacionalismo de May.