La Iglesia argentina reabre heridas de la dictadura al hablar de “reconciliación”
Los obispos invitan a víctimas de la dictadura y de los grupos armados de izquierda y provocan críticas feroces
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
La memoria trágica de los 70 y la dictadura remueve de nuevo Argentina. La Iglesia de este país, estrechamente vinculada al Papa Francisco, que la dirigió antes de ser pontífice, ha hurgado en esa herida y ha recibido duras críticas. La Conferencia Episcopal argentina promueve un intento de "reconciliación" al que las víctimas de la dictadura han respondido con dureza: ¿Qué reencuentro puede haber si los militares ni siquiera han pedido perdón ni han explicado dónde están los desaparecidos?, se preguntan.
El papel de la Iglesia argentina durante la dictadura es un asunto especialmente sensible, que ha complicado siempre su imagen. La mayoría de los obispos apoyaron a los militares, que eran católicos y de misa frecuente. Nunca los condenaron públicamente. Había curas en los centros en los que se cometían las peores atrocidades. Aunque también hubo otros religiosos que siempre rechazaron la dictadura y ayudaron a los que luchaban contra ella.
Ahora la Iglesia argentina, empujada por el Papa, trataba de mejorar su imagen con la promesa de abrir sus archivos para que se conozca mejor la historia oscura de la dictadura. Pero el mero uso de la palabra "reconciliación" en el marco de una Asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal en la que se ha invitado a víctimas de la dictadura y a otras víctimas de organizaciones armadas de izquierda, colocándolas al mismo nivel, ha provocado críticas feroces.
"Es un disparate", sentencia Estela de Carlotto, líder de Abuelas de Plaza de Mayo. "¿Cómo se van a reconciliar los padres de las víctimas con los que hicieron desparecer a sus hijos o nietos que aún no se sabe dónde están?", clama el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.
En una posición más moderada, Graciela Fernández Meijide, una madre de desaparecido con una larga trayectoria política en el marco de los derechos humanos, ha decidido acudir a esta reunión organizada por la Conferencia Episcopal, en la que los obispos escucharán su testimonio y el de algunos hijos de militares asesinados por Montoneros o el ERP, las dos grandes organizaciones armadas, pero ve imposible la reconciliación. "Yo ya hablé con el Papa en Roma de este tema. Le pregunté qué quería decir con reconciliación y él me reconoció que los que han cometido crímenes deben cumplir sus sentencias. No puede haber reconciliación mientras los militares que dieron un golpe de Estado no pidan perdón. Parece que no lo necesitan, porque no lo piden. En todos estos años ninguno lo ha hecho. Han tenido muchas ocasiones y jamás han dicho dónde estaban enterrados los desaparecidos, o 'lamento el daño que le hicimos a la sociedad", explica a EL PAÍS.
El movimiento de la Iglesia ha generado tanta polémica que los propios obispos están tratando de rebajar la iniciativa. En la Conferencia Episcopal explican que de momento solo se trata de escuchar a las víctimas y a partir de ahí se verá en los próximos meses en qué queda este proceso. Pero es evidente que esta es una decisión de fondo tomada por un episcopado en contacto permanente con el Papa.
José María Arancedo, presidente de la Conferencia Episcopal, citó a Bergoglio para defender esta apuesta por la reconciliación. "Nos hemos acostumbrado a una cultura del enfrentamiento, la violencia y la anomia que nos debilita como nación. Francisco nos recuerda que "la nueva evangelización anima a todo bautizado a ser instrumento de pacificación y testimonio creíble de una vida reconciliada. Es hora, continúa, de saber diseñar, en una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarlos de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones".
"La presión de los militares es muy fuerte, hay mucha gente en la cárcel que busca pasar al menos a prisión domiciliaria. Hay muchos movimientos y la Iglesia parece haber sido sensible a ellos", sentencia Fernández Meijide, muy escéptica con las posibilidades de este proceso.
En Argentina, ejemplo mundial por la persecución a los represores –hay más de 2.000 imputados y 700 condenados en los últimos años, cuando se abandonó la política de indulto promovida por Carlos Menem en los 90- hay un consenso muy amplio en contra de la dictadura. Y un rechazo muy fuerte a la teoría llamada "de los dos demonios", esto es poner al mismo nivel a los militares que organizaron la represión y utilizaron el aparato del Estado y los guerrilleros que lucharon contra ellos en la clandestinidad. Pero también hay una reclamación de una parte importante de la sociedad para que se condene la violencia que estos guerrilleros perpetraron en los años anteriores a la dictadura.
Lo que la mayoría de los argentinos no parece aceptar es la idea de una reconciliación mientras los militares sigan sin ayudar a encontrar a los desaparecidos y a sus hijos. Más de 300 abuelas buscan aún a sus nietos, entregados ilegalmente a familias cercanas a la dictadura. Meijide lo tiene claro: no es el momento. "Ahora no es posible. De la reconciliación, si llega, se encargarán otras generaciones. Mejor ocupémonos de la grieta en serio que hay con el 33% de pobreza que tenemos".
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
La memoria trágica de los 70 y la dictadura remueve de nuevo Argentina. La Iglesia de este país, estrechamente vinculada al Papa Francisco, que la dirigió antes de ser pontífice, ha hurgado en esa herida y ha recibido duras críticas. La Conferencia Episcopal argentina promueve un intento de "reconciliación" al que las víctimas de la dictadura han respondido con dureza: ¿Qué reencuentro puede haber si los militares ni siquiera han pedido perdón ni han explicado dónde están los desaparecidos?, se preguntan.
El papel de la Iglesia argentina durante la dictadura es un asunto especialmente sensible, que ha complicado siempre su imagen. La mayoría de los obispos apoyaron a los militares, que eran católicos y de misa frecuente. Nunca los condenaron públicamente. Había curas en los centros en los que se cometían las peores atrocidades. Aunque también hubo otros religiosos que siempre rechazaron la dictadura y ayudaron a los que luchaban contra ella.
Ahora la Iglesia argentina, empujada por el Papa, trataba de mejorar su imagen con la promesa de abrir sus archivos para que se conozca mejor la historia oscura de la dictadura. Pero el mero uso de la palabra "reconciliación" en el marco de una Asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal en la que se ha invitado a víctimas de la dictadura y a otras víctimas de organizaciones armadas de izquierda, colocándolas al mismo nivel, ha provocado críticas feroces.
"Es un disparate", sentencia Estela de Carlotto, líder de Abuelas de Plaza de Mayo. "¿Cómo se van a reconciliar los padres de las víctimas con los que hicieron desparecer a sus hijos o nietos que aún no se sabe dónde están?", clama el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.
En una posición más moderada, Graciela Fernández Meijide, una madre de desaparecido con una larga trayectoria política en el marco de los derechos humanos, ha decidido acudir a esta reunión organizada por la Conferencia Episcopal, en la que los obispos escucharán su testimonio y el de algunos hijos de militares asesinados por Montoneros o el ERP, las dos grandes organizaciones armadas, pero ve imposible la reconciliación. "Yo ya hablé con el Papa en Roma de este tema. Le pregunté qué quería decir con reconciliación y él me reconoció que los que han cometido crímenes deben cumplir sus sentencias. No puede haber reconciliación mientras los militares que dieron un golpe de Estado no pidan perdón. Parece que no lo necesitan, porque no lo piden. En todos estos años ninguno lo ha hecho. Han tenido muchas ocasiones y jamás han dicho dónde estaban enterrados los desaparecidos, o 'lamento el daño que le hicimos a la sociedad", explica a EL PAÍS.
El movimiento de la Iglesia ha generado tanta polémica que los propios obispos están tratando de rebajar la iniciativa. En la Conferencia Episcopal explican que de momento solo se trata de escuchar a las víctimas y a partir de ahí se verá en los próximos meses en qué queda este proceso. Pero es evidente que esta es una decisión de fondo tomada por un episcopado en contacto permanente con el Papa.
José María Arancedo, presidente de la Conferencia Episcopal, citó a Bergoglio para defender esta apuesta por la reconciliación. "Nos hemos acostumbrado a una cultura del enfrentamiento, la violencia y la anomia que nos debilita como nación. Francisco nos recuerda que "la nueva evangelización anima a todo bautizado a ser instrumento de pacificación y testimonio creíble de una vida reconciliada. Es hora, continúa, de saber diseñar, en una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarlos de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones".
"La presión de los militares es muy fuerte, hay mucha gente en la cárcel que busca pasar al menos a prisión domiciliaria. Hay muchos movimientos y la Iglesia parece haber sido sensible a ellos", sentencia Fernández Meijide, muy escéptica con las posibilidades de este proceso.
En Argentina, ejemplo mundial por la persecución a los represores –hay más de 2.000 imputados y 700 condenados en los últimos años, cuando se abandonó la política de indulto promovida por Carlos Menem en los 90- hay un consenso muy amplio en contra de la dictadura. Y un rechazo muy fuerte a la teoría llamada "de los dos demonios", esto es poner al mismo nivel a los militares que organizaron la represión y utilizaron el aparato del Estado y los guerrilleros que lucharon contra ellos en la clandestinidad. Pero también hay una reclamación de una parte importante de la sociedad para que se condene la violencia que estos guerrilleros perpetraron en los años anteriores a la dictadura.
Lo que la mayoría de los argentinos no parece aceptar es la idea de una reconciliación mientras los militares sigan sin ayudar a encontrar a los desaparecidos y a sus hijos. Más de 300 abuelas buscan aún a sus nietos, entregados ilegalmente a familias cercanas a la dictadura. Meijide lo tiene claro: no es el momento. "Ahora no es posible. De la reconciliación, si llega, se encargarán otras generaciones. Mejor ocupémonos de la grieta en serio que hay con el 33% de pobreza que tenemos".