El Supremo de Brasil coloca a Temer al borde de la destitución
El presidente brasileño anuncia que no dimitirá, pero han comenzado las deserciones entre sus aliados y los mercados entraron en pánico
Xosé Hermida
São Paulo, El País
La palabra impeachment vuelve a resonar por todo Brasil, justo un año después de la caída de la anterior presidenta, Dilma Rousseff. La diana apunta ahora al hombre que desplazó a Rousseff en 2016, su entonces vicepresidente, Michel Temer. El Tribunal Supremo autorizó ayer abrir una investigación judicial a Temer después de que un empresario le haya situado en el centro de una supuesta trama de sobornos. Temer anunció que no dimitirá, pero han comenzado las deserciones entre sus aliados y los mercados entraron en pánico.
Brasil, el mayor país de América Latina y la novena economía del planeta, ha vivido las últimas semanas lo que se ha bautizado como O fim do mundo, las confesiones de los ejecutivos de la mayor constructora del país que han implicado en el cobro de sobornos a prácticamente toda la clase política. Pero más allá del fin del mundo aún había otra crisis por venir. La prueba llegó con la apertura ayer de la Bolsa de São Paulo, hasta ahora impávida a las convulsiones políticas. El mercado sufrió el mayor desplome desde el hundimiento de Lehman Brothers, hace 10 años, y tuvo que suspender temporalmente las cotizaciones veinte minutos después de la apertura. Y eso que aún no se conocía la decisión del Supremo de autorizar la investigación a Temer.
El origen de la nueva sacudida se sitúa otra vez en las confesiones de empresarios acusados de pagar sobornos a cambio de favores políticos. Ahora son los dueños del imperio cárnico JBS, el mayor donante de las campañas electorales de los principales partidos del país. Según reveló el periódico O Globo, el presidente de JBS, Joesley Batista, grabó una conversación con Temer en la que le comenta que está pagando un soborno mensual para comprar el silencio del expresidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, condenado a 15 años de cárcel por corrupción. La respuesta de Temer, según O Globo, fue: “Eso tienes que mantenerlo, ¿vale?”.
La noticia conmocionó inmediatamente al país. En algunas ciudades cientos de personas, ligadas a grupos de izquierda, se echaron a la calle. Horas después, los acontecimientos estrechaban el cerco sobre el Gobierno. El Supremo decidía retirar la condición de senador a uno de los principales sostenes de Temer, el líder del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), Aécio Neves, que a punto estuvo de arrebatar la presidencia a Rousseff en las elecciones de 2014. La Policía dispone de pruebas documentales de sobornos pagados por JBS a Neves.
Temer, que ya había emitido una nota negando los hechos en la noche del miércoles, hizo este jueves un pronunciamiento público para insistir en el desmentido y asegurar: “No dimitiré”. El presidente parece decidido a aferrarse al cargo pese que él mismo reconoció que se abre una “crisis de proporciones políticas aún no dimensionadas”.
Los aliados de Temer van a poner a prueba su capacidad de resistencia. Dos ministros anunciaron su dimisión -uno de ellos rectificó más tarde- mientras un grupo de parlamentarios del PSDB comunicó que se va a sumar a las peticiones de impeachment ya registradas por diputados de la oposición.
Apoyos precarios
La reacción de los mercados ilustra también la precariedad del Gobierno. Con unas cuotas de popularidad sonrojantes —tiene el apoyo de menos del 10% de los brasileños—, los grandes sectores económicos, dentro y fuera del país, estaban siendo su gran sostén. El mercado apostaba a que Temer lograría sacar adelante en el Congreso su programa de liberalización económica, que incluye una reforma laboral y recortes en el sistema de pensiones. El presidente estaba empeñado en aprobar esas propuestas, pese a que le han costado una huelga general y las críticas de una parte de sus compañeros del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), una formación sin ideología definida, que pacta a derecha e izquierda, según la coyuntura.
En la nueva crisis política vuelve a jugar un papel decisivo Eduardo Cunha, también del PMDB y uno de los personajes más siniestros de los muchos que pueblan la política brasileña. Como presidente de la Cámara de Diputados, Cunha jugó un papel decisivo en 2016 en la caída de Rousseff con el propósito, según confesión reciente del propio Temer, de parar las investigaciones judiciales en marcha contra él. Pero había demasiadas pruebas de que cobró sobornos millonarios y no pudo esquivar la cárcel. En los últimos meses, no cesó de enviar mensajes amenazantes desde prisión. Cunha pasa por ser depositario de algunos de los peores secretos de las cloacas políticas de Brasil.
Xosé Hermida
São Paulo, El País
La palabra impeachment vuelve a resonar por todo Brasil, justo un año después de la caída de la anterior presidenta, Dilma Rousseff. La diana apunta ahora al hombre que desplazó a Rousseff en 2016, su entonces vicepresidente, Michel Temer. El Tribunal Supremo autorizó ayer abrir una investigación judicial a Temer después de que un empresario le haya situado en el centro de una supuesta trama de sobornos. Temer anunció que no dimitirá, pero han comenzado las deserciones entre sus aliados y los mercados entraron en pánico.
Brasil, el mayor país de América Latina y la novena economía del planeta, ha vivido las últimas semanas lo que se ha bautizado como O fim do mundo, las confesiones de los ejecutivos de la mayor constructora del país que han implicado en el cobro de sobornos a prácticamente toda la clase política. Pero más allá del fin del mundo aún había otra crisis por venir. La prueba llegó con la apertura ayer de la Bolsa de São Paulo, hasta ahora impávida a las convulsiones políticas. El mercado sufrió el mayor desplome desde el hundimiento de Lehman Brothers, hace 10 años, y tuvo que suspender temporalmente las cotizaciones veinte minutos después de la apertura. Y eso que aún no se conocía la decisión del Supremo de autorizar la investigación a Temer.
El origen de la nueva sacudida se sitúa otra vez en las confesiones de empresarios acusados de pagar sobornos a cambio de favores políticos. Ahora son los dueños del imperio cárnico JBS, el mayor donante de las campañas electorales de los principales partidos del país. Según reveló el periódico O Globo, el presidente de JBS, Joesley Batista, grabó una conversación con Temer en la que le comenta que está pagando un soborno mensual para comprar el silencio del expresidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, condenado a 15 años de cárcel por corrupción. La respuesta de Temer, según O Globo, fue: “Eso tienes que mantenerlo, ¿vale?”.
La noticia conmocionó inmediatamente al país. En algunas ciudades cientos de personas, ligadas a grupos de izquierda, se echaron a la calle. Horas después, los acontecimientos estrechaban el cerco sobre el Gobierno. El Supremo decidía retirar la condición de senador a uno de los principales sostenes de Temer, el líder del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB), Aécio Neves, que a punto estuvo de arrebatar la presidencia a Rousseff en las elecciones de 2014. La Policía dispone de pruebas documentales de sobornos pagados por JBS a Neves.
Temer, que ya había emitido una nota negando los hechos en la noche del miércoles, hizo este jueves un pronunciamiento público para insistir en el desmentido y asegurar: “No dimitiré”. El presidente parece decidido a aferrarse al cargo pese que él mismo reconoció que se abre una “crisis de proporciones políticas aún no dimensionadas”.
Los aliados de Temer van a poner a prueba su capacidad de resistencia. Dos ministros anunciaron su dimisión -uno de ellos rectificó más tarde- mientras un grupo de parlamentarios del PSDB comunicó que se va a sumar a las peticiones de impeachment ya registradas por diputados de la oposición.
Apoyos precarios
La reacción de los mercados ilustra también la precariedad del Gobierno. Con unas cuotas de popularidad sonrojantes —tiene el apoyo de menos del 10% de los brasileños—, los grandes sectores económicos, dentro y fuera del país, estaban siendo su gran sostén. El mercado apostaba a que Temer lograría sacar adelante en el Congreso su programa de liberalización económica, que incluye una reforma laboral y recortes en el sistema de pensiones. El presidente estaba empeñado en aprobar esas propuestas, pese a que le han costado una huelga general y las críticas de una parte de sus compañeros del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), una formación sin ideología definida, que pacta a derecha e izquierda, según la coyuntura.
En la nueva crisis política vuelve a jugar un papel decisivo Eduardo Cunha, también del PMDB y uno de los personajes más siniestros de los muchos que pueblan la política brasileña. Como presidente de la Cámara de Diputados, Cunha jugó un papel decisivo en 2016 en la caída de Rousseff con el propósito, según confesión reciente del propio Temer, de parar las investigaciones judiciales en marcha contra él. Pero había demasiadas pruebas de que cobró sobornos millonarios y no pudo esquivar la cárcel. En los últimos meses, no cesó de enviar mensajes amenazantes desde prisión. Cunha pasa por ser depositario de algunos de los peores secretos de las cloacas políticas de Brasil.