Cristiano ya otea Cardiff
Su hat-trick deja al Madrid a un paso de la final. Enorme superioridad blanca ante un Atlético encogido y sin alma. Final feliz de Asensio y Lucas Vázquez.
Luis Nieto
As
La Champions y el Madrid forman un matrimonio irrompible. Con altibajos pero irrompible. Incluso ante este Atlético de hierro forjado que se apocó en el Bernabéu ante un vecino mejor y hasta con más hambre. En alto voltaje del que presumió siempre Simeone también perdió su equipo. Cristiano, jugador total, que ha construido su leyenda de partidos así, fue el brazo ejecutor de un Madrid brutal, con oficio, paciente y con mejor sentido del tiempo y del espacio. Por primera vez en esta Champions el Madrid no encajó ningún gol, Por primera vez en la temporada, el Atlético no tiró a puerta. Nunca existió tal distancia en la era Simeone.
El argentno ha acabado por convencer al Madrid de que a este Atlético hay que escalarlo siempre por la cara norte, un recorrido lleno de inclemencias. Pero Zidane ha aprendido a superarlas. Esta vez su equipo tuvo paciencia para templar la primera embestida exactamente por donde la esperaba. El Atlético se echó sobre Kroos y Modric buscando de salida la paraplejia del vecino, pero el Madrid supo esta vez cocinar el partido por dentro y por fuera. Isco, como en el partido del Calderón, fue y vino, entró y salió, le escondió la pelota al Atlético y desactivó a sus centrocampistas, remisos e imprecisos, especialmente Saúl.
También fue blanco el perímetro, porque Zidane ha acabado columpiando al equipo en dos laterales singulares, mejores aún en campo contrario que en el propio. Carvajal ya se había plantado ante Oblak en el minuto 6. Y a Lucas le cayó el marrón de proteger a Marcelo desde una plaza, la de lateral derecho, que nunca había pisado. Sufrió extraordinariamente el canterano, especialmente cuando acudió allí Cristiano a redoblar el ataque. Así, el Madrid, con una fe de la que tantas veces se aparta, fue capaz de fabricarse el partido que le convenía. Aculó al Atlético contra Oblak, sacó a sus creadores de la jaula y se vio propulsado con un gol tempranero de Cristiano Ronaldo, en cabezazo de rematador puro a envío mordido de Casemiro y adelantándose a Savic. El instinto del goleador para adivinar por dónde soplará el viento en el área.
Antes de que el Atlético asomara la cabeza, el Madrid fue coleccionando oportunidades. Oblak salvó un cabezazo de Varane, Benzema le puso en menos problemas en un remate muy forzado, Modric cruzó un misil más de la cuenta y el francés estuvo a punto de hacer blanco con una chilena. En el otro lado, Keylor cazó a Gameiro en un mano a mano. Aquella inercia del Madrid comenzó a decaer a la media hora. Había conseguido despeinar al Atlético y comenzó a jugar con el resultado.
Aparecieron entonces Koke, que fue quitándole la palidez a su equipo mejorando la organización, y Carrasco, el jugador con más gracia de los de Simeone, aunque regatea mejor que elige. Él pone la imaginación en esa cadena de montaje. No dio para mucho la convalecencia. Godín estuvo a punto de sacar partido de una jugada de bote y poco más, mientras Cristiano se ganaba al Bernabéu echándole una mano a Marcelo con Lucas Hernández. El sudor siempre se pagó a buen precio en el Madrid. Al descanso los blancos se fueron con un 12-1 en remates y bajo la conmoción de la lesión de Carvajal, que le obligaba a volar con un solo motor.
El Atlético debió celebrar el 1-0, porque eso le dio una vida extra en la segunda mitad. Ahí recobró parcialmente el pulso, se repartió la pelota con el Madrid y dejó la sensación de volver a la eliminatoria. Más cuando Simeone le metió un puntito de arrojo al equipo con Gaitán, Torres y Correa. No resultó. La maniobra no ensanchó al Atlético frente a un Madrid menos minucioso con la pelota. Especialmente Casemiro, que se traspapela en la salida de la pelota. Entonces Zidane quitó a Isco. Parece convencido de que sus baterías sólo aguantan una hora. Para Benzema tiene otra medida.
La salida de Asensio sacó al Madrid de su rutina y acabó encontrando el segundo gol en una salida aislada. Cristiano recogió un envío de Benzema y lo convirtió en torpedo a la línea de flotación del Atlético. A partir de ahí el partido fue de Asensio, cuya personalidad está incluso por encima de sus pericia. Y de Lucas Vázquez, que le regaló el tercero a Cristiano, que preparó la liquidación del Atlético. ¡Qué dos suplentes! Cardiff está a un paso del Bernabéu y a varias lunas del Calderón.
As
La Champions y el Madrid forman un matrimonio irrompible. Con altibajos pero irrompible. Incluso ante este Atlético de hierro forjado que se apocó en el Bernabéu ante un vecino mejor y hasta con más hambre. En alto voltaje del que presumió siempre Simeone también perdió su equipo. Cristiano, jugador total, que ha construido su leyenda de partidos así, fue el brazo ejecutor de un Madrid brutal, con oficio, paciente y con mejor sentido del tiempo y del espacio. Por primera vez en esta Champions el Madrid no encajó ningún gol, Por primera vez en la temporada, el Atlético no tiró a puerta. Nunca existió tal distancia en la era Simeone.
El argentno ha acabado por convencer al Madrid de que a este Atlético hay que escalarlo siempre por la cara norte, un recorrido lleno de inclemencias. Pero Zidane ha aprendido a superarlas. Esta vez su equipo tuvo paciencia para templar la primera embestida exactamente por donde la esperaba. El Atlético se echó sobre Kroos y Modric buscando de salida la paraplejia del vecino, pero el Madrid supo esta vez cocinar el partido por dentro y por fuera. Isco, como en el partido del Calderón, fue y vino, entró y salió, le escondió la pelota al Atlético y desactivó a sus centrocampistas, remisos e imprecisos, especialmente Saúl.
También fue blanco el perímetro, porque Zidane ha acabado columpiando al equipo en dos laterales singulares, mejores aún en campo contrario que en el propio. Carvajal ya se había plantado ante Oblak en el minuto 6. Y a Lucas le cayó el marrón de proteger a Marcelo desde una plaza, la de lateral derecho, que nunca había pisado. Sufrió extraordinariamente el canterano, especialmente cuando acudió allí Cristiano a redoblar el ataque. Así, el Madrid, con una fe de la que tantas veces se aparta, fue capaz de fabricarse el partido que le convenía. Aculó al Atlético contra Oblak, sacó a sus creadores de la jaula y se vio propulsado con un gol tempranero de Cristiano Ronaldo, en cabezazo de rematador puro a envío mordido de Casemiro y adelantándose a Savic. El instinto del goleador para adivinar por dónde soplará el viento en el área.
Antes de que el Atlético asomara la cabeza, el Madrid fue coleccionando oportunidades. Oblak salvó un cabezazo de Varane, Benzema le puso en menos problemas en un remate muy forzado, Modric cruzó un misil más de la cuenta y el francés estuvo a punto de hacer blanco con una chilena. En el otro lado, Keylor cazó a Gameiro en un mano a mano. Aquella inercia del Madrid comenzó a decaer a la media hora. Había conseguido despeinar al Atlético y comenzó a jugar con el resultado.
Aparecieron entonces Koke, que fue quitándole la palidez a su equipo mejorando la organización, y Carrasco, el jugador con más gracia de los de Simeone, aunque regatea mejor que elige. Él pone la imaginación en esa cadena de montaje. No dio para mucho la convalecencia. Godín estuvo a punto de sacar partido de una jugada de bote y poco más, mientras Cristiano se ganaba al Bernabéu echándole una mano a Marcelo con Lucas Hernández. El sudor siempre se pagó a buen precio en el Madrid. Al descanso los blancos se fueron con un 12-1 en remates y bajo la conmoción de la lesión de Carvajal, que le obligaba a volar con un solo motor.
El Atlético debió celebrar el 1-0, porque eso le dio una vida extra en la segunda mitad. Ahí recobró parcialmente el pulso, se repartió la pelota con el Madrid y dejó la sensación de volver a la eliminatoria. Más cuando Simeone le metió un puntito de arrojo al equipo con Gaitán, Torres y Correa. No resultó. La maniobra no ensanchó al Atlético frente a un Madrid menos minucioso con la pelota. Especialmente Casemiro, que se traspapela en la salida de la pelota. Entonces Zidane quitó a Isco. Parece convencido de que sus baterías sólo aguantan una hora. Para Benzema tiene otra medida.
La salida de Asensio sacó al Madrid de su rutina y acabó encontrando el segundo gol en una salida aislada. Cristiano recogió un envío de Benzema y lo convirtió en torpedo a la línea de flotación del Atlético. A partir de ahí el partido fue de Asensio, cuya personalidad está incluso por encima de sus pericia. Y de Lucas Vázquez, que le regaló el tercero a Cristiano, que preparó la liquidación del Atlético. ¡Qué dos suplentes! Cardiff está a un paso del Bernabéu y a varias lunas del Calderón.