Cristiano pide vallar Cibeles
Su dos goles dispararon al Real Madrid. Nueva noche estelar para Isco. Martínez Munuera echó injustamente a Aspas. El equipo blanco está a un punto del título.
Luis Nieto
As
Con dos goles y su mejor cara en muchos meses, Cristiano propuso en Vigo vallar Cibeles. Pero el partido no resultó la toma de la Isla de Perejil para el Madrid. El Celta tuvo voluntad, carácter y resistencia a la derrota. Jugó para su gente y para la pureza del campeonato. Y sólo se entregó cuando el árbitro le dejó injustamente con diez, aunque antes Isco le había mandado a las cuerdas. El malagueño ya no es el plan B. Hay ratos en que es el plan único.
En el fútbol, el gol reúne todas las propiedades terapéuticas conocidas. El que metió Cristiano a los nueve minutos fue un tranquilizante para el Madrid, con el efecto secundario de la somnolencia. Le sucede a menudo a esta versión de lujo del equipo, a la que con la ventaja le entra el sueño. Y es que el equipo de Zidane fue acostándose peligrosamente en ese tanto, que llegó casi de la nada. Isco alcanzó la frontal del área, ahí se traspapeló la jugada, Roncaglia metió su puntera y Cristiano, al borde del área, aplicó un zurdazo brutal entre las piernas de Cabral invisible para Sergio Álvarez. La misma zurda que dio pasaporte al Sevilla el domingo. Se presumía una descarga de un Madrid en misión Liga, pero fue frenando su sprint hasta entregarle la pelota y el partido al Celta, a la espera de un contragolpe que resultase el tiro de gracia.
Balaídos se tomó el choque como un día de acción de gracias, como homenaje a un equipo que se marchitó en la Liga pero resultó ejemplar en Europa. Y sus futbolistas le devolvieron una actuación honrada, olvidando el luto de Manchester y dándole carrete a la Liga.
El imparable Isco
Superado el shock del 0-1 se lanzó al pescuezo de un Madrid de baja intensidad, siempre en manos de las ocurrencias de Isco, y que en campo propio, comenzó a equivocarse. Aspas ocupó el centro de la escena y toda la actividad se trasladó al área de Keylor. Rechazó un trallazo de Wass y vio cómo dos disparos del propio Aspas silbaban junto a sus palos.
Al Madrid volvió a bajarle del alambre Isco, en una arrancada que el Celta no pudo apelar ni por vía civil ni por vía penal (Tucu quiso cazarle y no pudo) y que Cristiano volvió a despachar con la izquierda. Y con el partido moribundo asomó Martínez Munuera, que expulsó a Aspas al mostrarle la segunda amarilla por presunta simulación en una caída ante Ramos. La acción estuvo mucho más cerca del penalti que del teatro. Y un minuto después trató con más indulgencia a Cristiano, que se fue al suelo en trance similar y le perdonó la tarjeta que le hubiera impedido jugar en Málaga.
Esa riña provocó la expulsión de Marcucci, técnico céltico de guardia, y levantó el partido, avivado por dos goles rápidos, de Guidetti (tras toque en Ramos) y Benzema. Sólo en el minuto que transcurrió entre uno y otro estuvo el Celta en el choque. Porque el Madrid se recreó al final, alcanzando la goleada, sintiéndose a un punto del título. El que le aguarda en Málaga, con Michel como barrera.
Luis Nieto
As
Con dos goles y su mejor cara en muchos meses, Cristiano propuso en Vigo vallar Cibeles. Pero el partido no resultó la toma de la Isla de Perejil para el Madrid. El Celta tuvo voluntad, carácter y resistencia a la derrota. Jugó para su gente y para la pureza del campeonato. Y sólo se entregó cuando el árbitro le dejó injustamente con diez, aunque antes Isco le había mandado a las cuerdas. El malagueño ya no es el plan B. Hay ratos en que es el plan único.
En el fútbol, el gol reúne todas las propiedades terapéuticas conocidas. El que metió Cristiano a los nueve minutos fue un tranquilizante para el Madrid, con el efecto secundario de la somnolencia. Le sucede a menudo a esta versión de lujo del equipo, a la que con la ventaja le entra el sueño. Y es que el equipo de Zidane fue acostándose peligrosamente en ese tanto, que llegó casi de la nada. Isco alcanzó la frontal del área, ahí se traspapeló la jugada, Roncaglia metió su puntera y Cristiano, al borde del área, aplicó un zurdazo brutal entre las piernas de Cabral invisible para Sergio Álvarez. La misma zurda que dio pasaporte al Sevilla el domingo. Se presumía una descarga de un Madrid en misión Liga, pero fue frenando su sprint hasta entregarle la pelota y el partido al Celta, a la espera de un contragolpe que resultase el tiro de gracia.
Balaídos se tomó el choque como un día de acción de gracias, como homenaje a un equipo que se marchitó en la Liga pero resultó ejemplar en Europa. Y sus futbolistas le devolvieron una actuación honrada, olvidando el luto de Manchester y dándole carrete a la Liga.
El imparable Isco
Superado el shock del 0-1 se lanzó al pescuezo de un Madrid de baja intensidad, siempre en manos de las ocurrencias de Isco, y que en campo propio, comenzó a equivocarse. Aspas ocupó el centro de la escena y toda la actividad se trasladó al área de Keylor. Rechazó un trallazo de Wass y vio cómo dos disparos del propio Aspas silbaban junto a sus palos.
Al Madrid volvió a bajarle del alambre Isco, en una arrancada que el Celta no pudo apelar ni por vía civil ni por vía penal (Tucu quiso cazarle y no pudo) y que Cristiano volvió a despachar con la izquierda. Y con el partido moribundo asomó Martínez Munuera, que expulsó a Aspas al mostrarle la segunda amarilla por presunta simulación en una caída ante Ramos. La acción estuvo mucho más cerca del penalti que del teatro. Y un minuto después trató con más indulgencia a Cristiano, que se fue al suelo en trance similar y le perdonó la tarjeta que le hubiera impedido jugar en Málaga.
Esa riña provocó la expulsión de Marcucci, técnico céltico de guardia, y levantó el partido, avivado por dos goles rápidos, de Guidetti (tras toque en Ramos) y Benzema. Sólo en el minuto que transcurrió entre uno y otro estuvo el Celta en el choque. Porque el Madrid se recreó al final, alcanzando la goleada, sintiéndose a un punto del título. El que le aguarda en Málaga, con Michel como barrera.