Un estudio sugiere que los neandertales fueron los primeros en colonizar América
Hallados posibles rastros de presencia humana en Norteamérica hace 130.000 años
Nuño Domínguez
El País
Un equipo de investigadores de EE UU y Australia asegura haber encontrado los rastros de presencia humana más antiguos de América, hace 130.000 años. Hasta ahora, todas las pruebas existentes apuntan a que los primeros colonos del continente llegaron hace unos 15.000 años.
Estas pruebas se desprenden de los huesos de un mastodonte hallado en 1992 durante la construcción de una autopista cerca de San Diego (EE UU). Según un estudio publicado hoy en Nature, los huesos del animal tienen marcas de haber sido fracturados con piedras para extraer la médula y junto a ellos se hallaron rocas que sirvieron de yunques y martillos para hacerlo. Los investigadores han aplicado sobre los huesos un método de datación basado en la descomposición de átomos de uranio que ha arrojado una fecha de 130.000 años con un margen de error de unos 10.000. Las marcas en los huesos indican que fueron rotos cuando aún estaban frescos. Según los autores del hallazgo, liderados por científicos del Museo de Historia Natural de San Diego, la única explicación plausible es que sea obra de homínidos.
“Las pruebas que hemos encontrado en este yacimiento indican que alguna especie de homínido vivía en América del Norte 115.000 años antes de lo que se pensaba”, señala Judy Gradwohl, presidenta del museo estadounidense, en una nota de prensa difundida por su institución. “Los huesos y varios dientes muestran marcas claras de haber sido rotos de forma deliberada por humanos con destreza manual y conocimiento experimental”, argumenta Steve Holen, autor principal del estudio. “Este patrón de rotura se ha observado en fósiles de mamut hallados en Kansas y Nebraska, donde otras posibles explicaciones como fuerzas geológicas o actividad de carnívoros ha quedado descartada”, añade.
Los autores no identifican qué especie del género Homo habría sido la responsable, ni si se trató de una ola migratoria fallida que llegó a América para después desaparecer sin dejar rastro en el genoma de las poblaciones actuales.
Hasta ahora, todas las pruebas existentes apuntan a que los primeros colonos del continente llegaron hace unos 15.000 años
“Si son ciertos, estos resultados bien pueden significar que los denisovanos o los neandertales fueron los primeros colonizadores de América, en lugar de los humanos modernos”, reconoce Chris Stringer, investigador del Museo de Historia Natural de Londres. Esas dos especies humanas estaban presentes en Siberia hace unos 100.000 años. La primera salida de Homo sapiens de África se data en esa misma fecha, lo que haría imposible que hubiesen llegado a América 30.000 años antes.
Erella Hovers, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, señala en un comentario publicado en Nature que los indígenas del Amazonas están emparentados genéticamente con poblaciones de Asia y Australia, y estos a su vez tienen un lejano rastro genético de los denisovanos. “Esto puede apoyar al menos una entrada temprana en las Américas, pero la fecha en la que ocurrió no está clara”, añade.
En opinión de Stringer “se necesitan más pruebas de esta ocupación temprana en más yacimientos antes de que abandonar el modelo actual que dice que los humanos modernos llegaron al continente hace 15.000 años”.
María Martinón-Torres, investigadora del University College, plantea otras dudas. “Hacen falta más datos para poder atribuir el yacimiento a la mano del hombre, los núcleos y posibles yunques, si es que lo son, son herramientas bastante básicas y no muy diagnósticas del género Homo”, opina. “Si fuese Homo sapiens esperaría que sus herramientas y comportamiento fuesen más sofisticados. Solo tenemos signos de fractura fresca y posible percusión, pero ninguna marca de corte, ¿no es extraño no encontrar marcas más claras si se tratase de un humano moderno despedazando un mastodonte, por ejemplo, algún útil de piedra tallado”, explica. “Si no es Homo sapiens, y se trata de otro homínido más arcaico, entonces le estaríamos presuponiendo una sofisticación sorprendente para haber podido subir hasta Beringia o cruzar el Pacífico, algo que hasta ahora solo se le ha atribuido a los humanos modernos, más de 100.000 años más tarde y con probable conocimiento de las artes de la navegación o la domesticación de perros para el tiraje de trineos o el vestido para combatir el frío”, argumenta. “Desgraciadamente, la evidencia me parece bastante equívoca y bastante aislada”, añade la paleoantropóloga española.
Ruth Blasco, experta en procesos de fosilización del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, comenta que otra de las pruebas puede ser equívoca. Hay carnívoros que al partir huesos pueden producir lascas de hueso similares a las que harían los humanos con los percutores de piedra. “Los animales que producen este tipo de fracturación necesitan un potente aparato masticatorio, como los carnívoros durófagos, y uno de estos carnívoros al que no hay que perderle la pista en el continente americano es el lobo gigante”, advierte. En su opinión, “este estudio es un punto de partida que anima a la exploración de contextos similares en busca de evidencias claras que ayuden a confirmar la hipótesis planteada en el artículo”.
Nuño Domínguez
El País
Un equipo de investigadores de EE UU y Australia asegura haber encontrado los rastros de presencia humana más antiguos de América, hace 130.000 años. Hasta ahora, todas las pruebas existentes apuntan a que los primeros colonos del continente llegaron hace unos 15.000 años.
Estas pruebas se desprenden de los huesos de un mastodonte hallado en 1992 durante la construcción de una autopista cerca de San Diego (EE UU). Según un estudio publicado hoy en Nature, los huesos del animal tienen marcas de haber sido fracturados con piedras para extraer la médula y junto a ellos se hallaron rocas que sirvieron de yunques y martillos para hacerlo. Los investigadores han aplicado sobre los huesos un método de datación basado en la descomposición de átomos de uranio que ha arrojado una fecha de 130.000 años con un margen de error de unos 10.000. Las marcas en los huesos indican que fueron rotos cuando aún estaban frescos. Según los autores del hallazgo, liderados por científicos del Museo de Historia Natural de San Diego, la única explicación plausible es que sea obra de homínidos.
“Las pruebas que hemos encontrado en este yacimiento indican que alguna especie de homínido vivía en América del Norte 115.000 años antes de lo que se pensaba”, señala Judy Gradwohl, presidenta del museo estadounidense, en una nota de prensa difundida por su institución. “Los huesos y varios dientes muestran marcas claras de haber sido rotos de forma deliberada por humanos con destreza manual y conocimiento experimental”, argumenta Steve Holen, autor principal del estudio. “Este patrón de rotura se ha observado en fósiles de mamut hallados en Kansas y Nebraska, donde otras posibles explicaciones como fuerzas geológicas o actividad de carnívoros ha quedado descartada”, añade.
Los autores no identifican qué especie del género Homo habría sido la responsable, ni si se trató de una ola migratoria fallida que llegó a América para después desaparecer sin dejar rastro en el genoma de las poblaciones actuales.
Hasta ahora, todas las pruebas existentes apuntan a que los primeros colonos del continente llegaron hace unos 15.000 años
“Si son ciertos, estos resultados bien pueden significar que los denisovanos o los neandertales fueron los primeros colonizadores de América, en lugar de los humanos modernos”, reconoce Chris Stringer, investigador del Museo de Historia Natural de Londres. Esas dos especies humanas estaban presentes en Siberia hace unos 100.000 años. La primera salida de Homo sapiens de África se data en esa misma fecha, lo que haría imposible que hubiesen llegado a América 30.000 años antes.
Erella Hovers, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, señala en un comentario publicado en Nature que los indígenas del Amazonas están emparentados genéticamente con poblaciones de Asia y Australia, y estos a su vez tienen un lejano rastro genético de los denisovanos. “Esto puede apoyar al menos una entrada temprana en las Américas, pero la fecha en la que ocurrió no está clara”, añade.
En opinión de Stringer “se necesitan más pruebas de esta ocupación temprana en más yacimientos antes de que abandonar el modelo actual que dice que los humanos modernos llegaron al continente hace 15.000 años”.
María Martinón-Torres, investigadora del University College, plantea otras dudas. “Hacen falta más datos para poder atribuir el yacimiento a la mano del hombre, los núcleos y posibles yunques, si es que lo son, son herramientas bastante básicas y no muy diagnósticas del género Homo”, opina. “Si fuese Homo sapiens esperaría que sus herramientas y comportamiento fuesen más sofisticados. Solo tenemos signos de fractura fresca y posible percusión, pero ninguna marca de corte, ¿no es extraño no encontrar marcas más claras si se tratase de un humano moderno despedazando un mastodonte, por ejemplo, algún útil de piedra tallado”, explica. “Si no es Homo sapiens, y se trata de otro homínido más arcaico, entonces le estaríamos presuponiendo una sofisticación sorprendente para haber podido subir hasta Beringia o cruzar el Pacífico, algo que hasta ahora solo se le ha atribuido a los humanos modernos, más de 100.000 años más tarde y con probable conocimiento de las artes de la navegación o la domesticación de perros para el tiraje de trineos o el vestido para combatir el frío”, argumenta. “Desgraciadamente, la evidencia me parece bastante equívoca y bastante aislada”, añade la paleoantropóloga española.
Ruth Blasco, experta en procesos de fosilización del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, comenta que otra de las pruebas puede ser equívoca. Hay carnívoros que al partir huesos pueden producir lascas de hueso similares a las que harían los humanos con los percutores de piedra. “Los animales que producen este tipo de fracturación necesitan un potente aparato masticatorio, como los carnívoros durófagos, y uno de estos carnívoros al que no hay que perderle la pista en el continente americano es el lobo gigante”, advierte. En su opinión, “este estudio es un punto de partida que anima a la exploración de contextos similares en busca de evidencias claras que ayuden a confirmar la hipótesis planteada en el artículo”.