Mélenchon: el inesperado candidato de la izquierda francesa
El avance del líder del movimiento Francia Insumisa pone en duda todas las quinielas
Silvia Ayuso
París, El País
El tiempo es lo único que parece negarse a acompañar a Jean-Luc Mélenchon en su esprín final de campaña. Fuertes nubarrones amenazaban el lunes uno de los últimos golpes de efecto electoral del candidato presidencial del movimiento izquierdista Francia Insumisa: un desplazamiento en una barcaza de río por el Sena que le permitió realizar, en pocas horas, sendos discursos en media docena de puntos de París. Es una manera más de multiplicar su presencia, al igual que el mitin simultáneo en siete ciudades diferentes, incluso en el lejano territorio de ultramar de Guyana, que realizará el martes gracias a los hologramas, una tecnología que ya ha usado en el pasado, aunque nunca de forma tan masiva. La victoria el domingo próximo ya no es algo inalcanzable, pero hace falta un esfuerzo final para movilizar a la inusual masa de indecisos en la que puede estar la llave del pase a la segunda vuelta.
“Sentimos que podemos obtener la victoria, pero hay que tener cuidado, debemos ser muy meticulosos y mostrar sangre fría”, previene Mélenchon, sin desembarcar de la “barcaza insumisa”, a los centenares de seguidores que han acudido a escucharlo en una de las escalas de su recorrido fluvial. Hay que hacer un trabajo de puerta a puerta, dice, para convencer a los que dudan y combatir el “miedo”, que afirma están creando los partidos tradicionales y la prensa ante el avance de su candidatura. Una propuesta que, puntualiza, en una época en la que casi todos los candidatos huyen de las etiquetas, “no es de extrema izquierda”.
Cinco años después de fracasar en su primer asalto al Elíseo por el Frente de Izquierda, Mélenchon, 65 años, exsenador socialista, ministro en el Gabinete de Lionel Jospin y actual eurodiputado, siente que ha llegado su momento.
El momento, afirma, de convocar una asamblea constituyente y crear una nueva Francia que acabe con la “monarquía presidencial” de la V república del general De Gaulle. El momento de ponerse firmes ante una Europa que ya no se preocupa por los ciudadanos, y de renegociar sus tratados bajo la amenaza de abandonar la UE si esta no cambia. “Madame Merkel es la canciller de Alemania, no de Europa”, repite Mélenchon. Por eso, explica en un encuentro con periodistas extranjeros a bordo de la barcaza, ha rechazado viajar a Berlín como sí hicieron tres de sus rivales, el centrista Emmanuel Macron, el socialista Benoît Hamon y el conservador François Fillon, “para entrenarse a decir sí”, ironiza. Él prefiere ser recibido por sus “amigos” de Podemos, de Die Linke o los Verdes. “Porque no me dirijo a la misma Europa, a esa que solo acepta un solo prototipo de política, la de decir sí”, explica. Y es que para Mélenchon ha llegado el momento de que el poder vuelva a estar en manos del pueblo. Por eso, resume, su propuesta es la “del pueblo frente a la oligarquía”.
El aval de las encuestas
Las encuestas, ese baremo cada vez más cuestionado pero que sigue siendo una de las pocas formas de medir el sentir popular, parecen darle la razón. Su remontada en las últimas semanas ha sido espectacular y ya se sitúa en tercer o cuarto lugar de intención de voto, con márgenes tan estrechos respecto a los favoritos que los observadores no lo descartan para una segunda vuelta contra la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. Su capacidad de convocatoria —hasta 70.000 personas el domingo en Toulouse, bastión histórico del socialismo, igual que una semana atrás en Marsella— demuestra que hay un público ávido de escuchar un discurso nuevo.
“Vivimos una crisis institucional, social, económica, ecológica y hasta internacional y es una crisis que no viene de ayer, pero hasta ahora no ha habido soluciones convincentes”, analiza Charlotte Girard, la abogada constitucionalista que ha ayudado a coordinar el programa de campaña. “Nosotros proponemos soluciones que jamás han sido propuestas, especialmente porque se apoyan en la fuerza de la implicación popular, por eso nuestro eslogan oficial es ‘la fuerza del pueblo'”, agrega.
Los gritos de “resistons!” (¡resistamos!) se multiplican cuando se aproxima la barcaza de Mélenchon. Jean-Pierre, exsindicalista jubilado “de izquierdas de toda la vida”, se une entusiasmado. “Mélenchon dice las verdades que otros candidatos no quieren decir sobre la economía, sobre el trabajo, sobre Europa”, afirma. Algo apartada, Sophia, una joven oriunda de Lyon, escucha con semblante serio al candidato. Reconoce que no está “completamente convencida” de sus propuestas. Incluso tiene “grandes desacuerdos”. Pero el domingo votará por el candidato de Francia Insumisa. Mélenchon es, suspira, “la última línea para frenar a la derecha” en Francia.
Silvia Ayuso
París, El País
El tiempo es lo único que parece negarse a acompañar a Jean-Luc Mélenchon en su esprín final de campaña. Fuertes nubarrones amenazaban el lunes uno de los últimos golpes de efecto electoral del candidato presidencial del movimiento izquierdista Francia Insumisa: un desplazamiento en una barcaza de río por el Sena que le permitió realizar, en pocas horas, sendos discursos en media docena de puntos de París. Es una manera más de multiplicar su presencia, al igual que el mitin simultáneo en siete ciudades diferentes, incluso en el lejano territorio de ultramar de Guyana, que realizará el martes gracias a los hologramas, una tecnología que ya ha usado en el pasado, aunque nunca de forma tan masiva. La victoria el domingo próximo ya no es algo inalcanzable, pero hace falta un esfuerzo final para movilizar a la inusual masa de indecisos en la que puede estar la llave del pase a la segunda vuelta.
“Sentimos que podemos obtener la victoria, pero hay que tener cuidado, debemos ser muy meticulosos y mostrar sangre fría”, previene Mélenchon, sin desembarcar de la “barcaza insumisa”, a los centenares de seguidores que han acudido a escucharlo en una de las escalas de su recorrido fluvial. Hay que hacer un trabajo de puerta a puerta, dice, para convencer a los que dudan y combatir el “miedo”, que afirma están creando los partidos tradicionales y la prensa ante el avance de su candidatura. Una propuesta que, puntualiza, en una época en la que casi todos los candidatos huyen de las etiquetas, “no es de extrema izquierda”.
Cinco años después de fracasar en su primer asalto al Elíseo por el Frente de Izquierda, Mélenchon, 65 años, exsenador socialista, ministro en el Gabinete de Lionel Jospin y actual eurodiputado, siente que ha llegado su momento.
El momento, afirma, de convocar una asamblea constituyente y crear una nueva Francia que acabe con la “monarquía presidencial” de la V república del general De Gaulle. El momento de ponerse firmes ante una Europa que ya no se preocupa por los ciudadanos, y de renegociar sus tratados bajo la amenaza de abandonar la UE si esta no cambia. “Madame Merkel es la canciller de Alemania, no de Europa”, repite Mélenchon. Por eso, explica en un encuentro con periodistas extranjeros a bordo de la barcaza, ha rechazado viajar a Berlín como sí hicieron tres de sus rivales, el centrista Emmanuel Macron, el socialista Benoît Hamon y el conservador François Fillon, “para entrenarse a decir sí”, ironiza. Él prefiere ser recibido por sus “amigos” de Podemos, de Die Linke o los Verdes. “Porque no me dirijo a la misma Europa, a esa que solo acepta un solo prototipo de política, la de decir sí”, explica. Y es que para Mélenchon ha llegado el momento de que el poder vuelva a estar en manos del pueblo. Por eso, resume, su propuesta es la “del pueblo frente a la oligarquía”.
El aval de las encuestas
Las encuestas, ese baremo cada vez más cuestionado pero que sigue siendo una de las pocas formas de medir el sentir popular, parecen darle la razón. Su remontada en las últimas semanas ha sido espectacular y ya se sitúa en tercer o cuarto lugar de intención de voto, con márgenes tan estrechos respecto a los favoritos que los observadores no lo descartan para una segunda vuelta contra la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. Su capacidad de convocatoria —hasta 70.000 personas el domingo en Toulouse, bastión histórico del socialismo, igual que una semana atrás en Marsella— demuestra que hay un público ávido de escuchar un discurso nuevo.
“Vivimos una crisis institucional, social, económica, ecológica y hasta internacional y es una crisis que no viene de ayer, pero hasta ahora no ha habido soluciones convincentes”, analiza Charlotte Girard, la abogada constitucionalista que ha ayudado a coordinar el programa de campaña. “Nosotros proponemos soluciones que jamás han sido propuestas, especialmente porque se apoyan en la fuerza de la implicación popular, por eso nuestro eslogan oficial es ‘la fuerza del pueblo'”, agrega.
Los gritos de “resistons!” (¡resistamos!) se multiplican cuando se aproxima la barcaza de Mélenchon. Jean-Pierre, exsindicalista jubilado “de izquierdas de toda la vida”, se une entusiasmado. “Mélenchon dice las verdades que otros candidatos no quieren decir sobre la economía, sobre el trabajo, sobre Europa”, afirma. Algo apartada, Sophia, una joven oriunda de Lyon, escucha con semblante serio al candidato. Reconoce que no está “completamente convencida” de sus propuestas. Incluso tiene “grandes desacuerdos”. Pero el domingo votará por el candidato de Francia Insumisa. Mélenchon es, suspira, “la última línea para frenar a la derecha” en Francia.