Málaga tumbó a un Barcelona gris

Su Málaga tumbó a un Barça gris, que acabó con diez por expulsión de Neymar, y corrige el pinchazo del líder. Un gol de un ex, Sandro, y el de Jony, decisivos.


Santi Giménez
As
El Barça saltó a La Rosaleda dependiendo de si mismo para ganar la Liga después del empate del Real Madrid en casa ante el Atlético de Madrid y dos horas después se marchó a casa habiendo tirado prácticamente a la cloaca sus opciones para cazar al conjunto blanco en un partido lamentable en grado sumo. La derrota por 2-0 es inadmisible e inexcusable para un equipo que volvió a gripar en el momento clave ante un rival inopinado. No vale ni la excusa del árbitro, que si bien se comió un penalti como un castillo a Sergi Roberto, anuló también un gol legal a Peñaranda.


Luis Enrique rotó de manera radical siguiendo la inercia de unos jugadores como Piqué y Rakitic que vieron oportuno el desplazamiento a Málaga para limpiarse de tarjetas. El técnico asturiano dejó el equipo en manos de una segunda unidad que, con Mathieu, André Gomes y Denis Suárez al frente demostró que es una absoluta calamidad.

Pero el desastre no es responsabilidad única del entrenador ni de los menos habituales, que ciertamente son nefastos, también es responsabilidad de las vacas sagradas, que hicieron un partido execrable. Empezando por un Neymar que estuvo horrible y que en una expulsión absurda con su consiguiente pataleta ridícula deja en manos del Comité de Competición su presencia en el Santiago Bernabéu. Messi tuvo el punto de mira absolutamente desviado, Ter Stegen estuvo torpe a más no poder, Jordi Alba fue transparente y Busquets irrelevante. La entrada de Iniesta en plan salvador en la segunda parte tampoco arregló nada. Andrés se sumó a la lista del desastre con una solidaridad que acabó resultando nefanda.

Hay que señalar que el gran culpable del hundimiento barcelonista fue un Málaga estupendo. El equipo de Michel superó al de Luis Enrique en todas las facetas del partido. En los duelos individuales, en el planteamiento táctico, en los cambios y en ilusión. Y eso que los andaluces estaban casi salvados y en el partido les iba poco más que la honrilla, mientras que en el lado blaugrana se jugaban la Liga. Un absoluto meneo en toda regla.

Y liderando el baño, Sandro Ramírez, el delantero canario formado en la cantera del Barcelona que se tuvo que ir del club blaugrana por la puerta de atrás, que se convirtió en la gran pesadilla del Barça. No sólo marcó el gol que abría el marcador, sino que fue el catalizador de todo el juego de ataque de un equipo ordenado, impresionante, dominador y que fue creciendo a medida que pasaban los minutos mientras el Barcelona se desquiciaba.

El Barça tiró la primera parte con un juego mediocre en el que la línea del centro del campo que formaban André Gomes y Denis era un chiste malo. Que un equipo que ha tenido el mejor centro del campo del mundo hace poco salga a jugar con estos jugadores es un síntoma que alguien debería de analizar.

Ante la inutilidad barcelonista en la primera parte, el Málaga fue tremendamente efectivo a la primera ocasión que tuvo y marcó Sandro en el minuto 32.

En la segunda parte, Luis Enrique trató de agitar el equipo, pero el Málaga leyó mejor el partido. Con el Barcelona volcado a la desesperada al ataque, cada contra de los locales era una puñalada a un Barcelona que vivía en el alambre. El Málaga perdonó dos veces el tanto de la sentencia, pero a la tercera, Jony remachó los clavos de la tumba de un equipo que se despedía de la Liga con un suicidio en toda regla.

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