¡Illa, illa, illa, Isco maravilla!
El gol del malagueño dio al Madrid tranquilidad después de jugar con fuego. Hubo fuera de juego en el 1-0 de Benzema. Nacho redondeó una goleada engañosa.
Luis Nieto
As
Se cumplieron todas las revisiones a la baja sobre el Madrid salvo la del resultado, tras el que se escondió un partido muy oscuro y que enterró a un Alavés de mérito y atrevido a ratos. Benzema e Isco, conductores y goleadores, disculparon a un equipo sin ángel, conformista y jugando sobre el alambre en el inicio del mes del juicio final.
Entendido como brote alérgico a la competición doméstica después de dos semanas de desconexión, el Madrid contrajo el virus FIFA en una de sus peores cepas. A esa incomodidad general ofreció su contribución un Alavés que ha pasado del ascenso al boom. Fue un furgón blindado en el Bernabéu, con tres centrales, Toquero de lateral largo, Camarasa como mediocentro y Deyverson, más obrero que artillero, en punta. Elevó mucho su presión para desactivar al peor Modric del año y se replegó fugazmente en cuanto el Madrid superó su primera línea. Por partidos así fuera de casa vive en la zona ajardinada de la Liga, aunque se le recuerdan tardes mejores en área contraria.
El Madrid pareció salir con el hacha levantada, pero la lesión de Varane, que volvía después de un mes y medio de baja, le distrajo. Entró Carvajal, Danilo hubo de cambiar de banda y Nacho pasó a ser central. Y se durmió el Madrid, aunque ganó la tuneladora habitual en la banda derecha. Carvajal, sin Marcelo, se volvió imprescindible.
Así, el Madrid aplicó la tarifa plana de partidos así. Dominio sosote y poca presencia ante Pacheco, porque Isco, autor de un gol maravilloso, anduvo intermitente y Kroos fue un número oculto. Y se echó de menos a Casemiro, el jefe de mantenimiento, en la segunda mitad, cuando el Alavés dio un paso adelante ante un Madrid encogido. Y cuando lo intentó allí estuvo Casilla, jugando muy adelantado, para no ser sorprendido por los galgos del equipo vitoriano.
Cristiano, aun desafinado en el remate, volvió a estar muy por encima de Bale, que aborta permanentemente su despegue en el Madrid, entre lesiones, expulsiones y desapariciones. Y sobre ellos quedó Benzema, cuya exclusión de la selección francesa le mantuvo casi tan vivo como en San Mamés. Empieza a incubar algo parecido a la regularidad. El gol que abrió la cremallera fue una coproducción suya con Carvajal, aunque el francés estaba en fuera de juego en el arranque de la jugada. El VAR le hubiera cazado. Con un zurdazo imparable Benzema le sacó brillo al pase preciso y retrasado del lateral. Hasta entonces, sólo una vez había llamado el equipo de Zidane a la puerta de Pacheco.
En la segunda mitad, el Madrid quedó postrado por su falta de movilidad y cierta indolencia, advertida de inmediato por el Bernabéu y su runrún inquieto, y por el Alavés, que fue encadenando oportunidades, con Edgar a la cabeza de la carga. De él fue la mejor ocasión, en un remate excesivamente cruzado sin mayor oposición. Sólo entonces apareció Theo como el motor de explosión que conocíamos. Y Camarasa, gerente del partido en ese tramo gris oscuro del Madrid, que logró aclarar Zidane con sus cambios. Benzema se fue aclamadísimo en el suyo. Muestra de aprobación a su juego que ahogó la desaprobación a Bale. El contorsionismo del técnico para no crear descontento arriba (en el palco) y abajo (en el vestuario) ya no cuela. Isco puso fin al suspense con tanto fuera de repertorio, muy de nueve, recibiendo en carrera y ametrallando sin ángulo a Pacheco. Golazo. Nacho adornó un triunfo muy a palo seco. El Bernabéu esperaba otro arranque en este abril de castigo. En el recuerdo quedará Juanito, pero no el partido.
Luis Nieto
As
Se cumplieron todas las revisiones a la baja sobre el Madrid salvo la del resultado, tras el que se escondió un partido muy oscuro y que enterró a un Alavés de mérito y atrevido a ratos. Benzema e Isco, conductores y goleadores, disculparon a un equipo sin ángel, conformista y jugando sobre el alambre en el inicio del mes del juicio final.
Entendido como brote alérgico a la competición doméstica después de dos semanas de desconexión, el Madrid contrajo el virus FIFA en una de sus peores cepas. A esa incomodidad general ofreció su contribución un Alavés que ha pasado del ascenso al boom. Fue un furgón blindado en el Bernabéu, con tres centrales, Toquero de lateral largo, Camarasa como mediocentro y Deyverson, más obrero que artillero, en punta. Elevó mucho su presión para desactivar al peor Modric del año y se replegó fugazmente en cuanto el Madrid superó su primera línea. Por partidos así fuera de casa vive en la zona ajardinada de la Liga, aunque se le recuerdan tardes mejores en área contraria.
El Madrid pareció salir con el hacha levantada, pero la lesión de Varane, que volvía después de un mes y medio de baja, le distrajo. Entró Carvajal, Danilo hubo de cambiar de banda y Nacho pasó a ser central. Y se durmió el Madrid, aunque ganó la tuneladora habitual en la banda derecha. Carvajal, sin Marcelo, se volvió imprescindible.
Así, el Madrid aplicó la tarifa plana de partidos así. Dominio sosote y poca presencia ante Pacheco, porque Isco, autor de un gol maravilloso, anduvo intermitente y Kroos fue un número oculto. Y se echó de menos a Casemiro, el jefe de mantenimiento, en la segunda mitad, cuando el Alavés dio un paso adelante ante un Madrid encogido. Y cuando lo intentó allí estuvo Casilla, jugando muy adelantado, para no ser sorprendido por los galgos del equipo vitoriano.
Cristiano, aun desafinado en el remate, volvió a estar muy por encima de Bale, que aborta permanentemente su despegue en el Madrid, entre lesiones, expulsiones y desapariciones. Y sobre ellos quedó Benzema, cuya exclusión de la selección francesa le mantuvo casi tan vivo como en San Mamés. Empieza a incubar algo parecido a la regularidad. El gol que abrió la cremallera fue una coproducción suya con Carvajal, aunque el francés estaba en fuera de juego en el arranque de la jugada. El VAR le hubiera cazado. Con un zurdazo imparable Benzema le sacó brillo al pase preciso y retrasado del lateral. Hasta entonces, sólo una vez había llamado el equipo de Zidane a la puerta de Pacheco.
En la segunda mitad, el Madrid quedó postrado por su falta de movilidad y cierta indolencia, advertida de inmediato por el Bernabéu y su runrún inquieto, y por el Alavés, que fue encadenando oportunidades, con Edgar a la cabeza de la carga. De él fue la mejor ocasión, en un remate excesivamente cruzado sin mayor oposición. Sólo entonces apareció Theo como el motor de explosión que conocíamos. Y Camarasa, gerente del partido en ese tramo gris oscuro del Madrid, que logró aclarar Zidane con sus cambios. Benzema se fue aclamadísimo en el suyo. Muestra de aprobación a su juego que ahogó la desaprobación a Bale. El contorsionismo del técnico para no crear descontento arriba (en el palco) y abajo (en el vestuario) ya no cuela. Isco puso fin al suspense con tanto fuera de repertorio, muy de nueve, recibiendo en carrera y ametrallando sin ángulo a Pacheco. Golazo. Nacho adornó un triunfo muy a palo seco. El Bernabéu esperaba otro arranque en este abril de castigo. En el recuerdo quedará Juanito, pero no el partido.