Cumbre Trump-Xi Jinping: duelo de dos emperadores

Los líderes de las dos grandes potencias económicas del mundo se reúnen por primera vez cara a cara


Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
Los líderes de las dos grandes potencias económicas del mundo, el estadounidense Donald Trump y el chino Xi Jinping se reúnen por primera vez cara a cara este jueves y viernes en Mar-a-Lago, el club que el magnate norteamericano posee en Florida. El encuentro, que Trump ya ha descrito en un tuit que será “muy difícil”, marcará el paso de la relación bilateral más importante del mundo en los próximos tiempos. A continuación, sus principales claves:


¿Cuáles serán los principales asuntos a tratar?

Los dos países llegan con actitudes diferentes. China aspira a sentar las bases de la relación bilateral para los próximos cuatro años, y conseguir el visto bueno de la Casa Blanca a lo que Pekín describe “un nuevo modelo de relaciones entre dos superpotencias”. Estados Unidos quiere centrarse más en asuntos concretos.

En el área de la seguridad, Corea del Norte, que este miércoles disparó un nuevo misil balístico al mar de Japón, será el asunto dominante. Ante la determinación norcoreana de desarrollar un misil balístico que pueda alcanzar territorio continental estadounidense, Washington ha situado el fin de ese programa de armamento a la cabeza de sus prioridades, y quiere persuadir a Pekín, el principal aliado de Pyongyang, para que presione a su vecino. Algunas de las medidas a las que aspira EE UU son la imposición de castigos a los empresarios chinos que intenten comercio prohibido con Corea del Norte, o la exclusión de ese país del sistema financiero chino.

China responde que ya presiona a como puede a Pyongyang y pone como ejemplo su reciente embargo a las importaciones de carbón norcoreanas, una de las principales fuentes de ingresos del gobierno de Kim Jong-un. Pero Pekín no quiere tensar demasiado la cuerda con el país vecino, temerosa de las consecuencias que podría tener en su frontera la inestabilidad en ese régimen.

En el área económica, el comercio será el protagonista absoluto. China mantiene un superávit de 319.000 millones de dólares, la mitad del déficit comercial de Estados Unidos. Trump, que acusa a las exportaciones chinas de perjudicar la economía de EE UU, quiere que el país asiático compre más productos estadounidenses y cree más empleos en Estados Unidos.

Es posible que China ofrezca una rama de olivo, más inversiones en Estados Unidos y cooperación en áreas como las infraestructuras: también que invite a empresas estadounidenses a participar en su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, la red de comunicaciones e infraestructuras que la comunicarán por mar y tierra con Occidente. También puede mostrarse más dispuesta a importar más productos de Estados Unidos, ya que encaja con su cambio de modelo económico, que quiere basar más en el crecimiento del consumo y el sector servicios.

China también querrá dejar claras sus reclamaciones territoriales en el mar del Sur de China, muy criticadas por Estados Unidos, y recibir nuevas garantías sobre las intenciones de Washington hacia Taiwán.

¿Por qué se celebra esta reunión ahora?

Pekín vio con inquietud las primeras declaraciones de Trump sobre la relación bilateral desde su triunfo en las elecciones, desde sus amenazas de fortalecer sus relaciones con Taiwán en detrimento de China hasta la posibilidad de imponer fuertes aranceles a los productos de este país. Aunque Trump ha cedido y, en una conversación telefónica con Xi en febrero, aceptó mantener la situación actual con Taipei, Pekín consideraba necesario un encuentro entre los dos presidentes, algo en lo que Washington ha estado de acuerdo.

¿Por qué le interesa a China esta reunión?

La reunión conviene a Pekín por varias razones. En otoño el Partido Comunista, el verdadero motor del poder en China, celebrará un Congreso en el que se renovarán varios de sus principales cargos. Xi quiere evitar encontronazos en los próximos meses con EE UU que puedan distraer de los preparativos de ese cónclave y, sobre todo, alejar el fantasma de una posible guerra comercial.

La reunión también sirve para que Xi proyecte la influencia de su país, uno de los ejes de la política exterior china desde su llegada a la jefatura de Estado.

Y reafirma la determinación de China a presentarse como nuevo líder de la globalización económica ante la retirada de Estados Unidos, un papel que ya reivindicó Xi el pasado enero en el foro económico de Davos.

Además de la política, ¿habrá tiempo para el ocio?

A diferencia del primer ministro japonés, Shinzo Abe, el otro líder mundial al que Trump ha recibido en Mar-a-Lago, Xi no juega al golf. Pero la Casa Blanca ha indicado que ambos mantendrán conversaciones para conocerse mejor en un ámbito informal. El jueves por la noche ambos estarán acompañados en la cena por sus esposas, Peng Liyuan y Melania Trump. Hay quien estos días compara esta cita, que busca ese aire desenfadado y personal —pese a lo alejados que están sus protagonistas— con la que Jinping tuvo en 2013 con Barack Obama en California, donde se les vio departir en mangas de camisa. Entonces era Xi Jinping el que se estrenaba en el cargo. El nuevo ahora es un empresario neoyorquino que ha sembrado el desconcierto en sus primeros meses en la Casa Blanca.

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