Cristiano es Míster Champions
Un Bayern heroico condujo al Madrid a la prórroga. Hat-trick decisivo del portugués y golazo de Asensio. Polémico arbitraje: injusta expulsión de Vidal, fuera de juego en el 2-2 y dudas sobre el penalti a Robben y el segundo gol alemán.
Madrid, AS
Con un repóker de Cristiano (101 goles en Champions ya), un cuadro agudo de hipertensión, un salto al futuro de Asensio y un arbitraje que dará que hablar (salieron peor parados los alemanes en el reparto de errores) salió el Madrid de esta. El Bayern fue lo que su pasado indica y sólo se entregó en inferioridad. Fue un partido para la historia de la Champions, una película de suspense para la filmoteca y una prueba de esfuerzo para el equipo de Zidane.
Al Bayern, como al Madrid, nunca le cupo el orgullo en el escudo. Tampoco con el viento en contra que le llevó hasta el Bernabéu. Así que decidió, desde el inicio, estar a la altura de su historia, presionando con ocho futbolistas en el campo del Madrid, con la actitud intimidadora que siempre le acompañó y con Lewandowski, que vale por un regimiento de artillería. Así que cogió el partido por las solapas aprovechando ciertos desprendimientos en el formato del Madrid.
El Bayern se acostó sobre su izquierda sin que nadie reparara en Alaba, que relevó permanentemente a Ribéry. Carvajal se vio desbordado por falta de ayudas. Isco nunca fue jugador de banda y menos para vigilar la frontera. Así que allí hubo de acudir Modric, que tampoco está para esos asuntos. Por aquel agujero sufrió el Madrid todo el partido y por ahí se tragó la primera ocasión, con doble remate de Thiago y Robben. El primero lo salvó Casemiro. El segundo acabó en el lateral de la red.
Aquel Bayern a tumba abierta fue perdiendo continuidad, aquejado del mismo mal que el Madrid. Ribéry y Robben no tenían regreso y Carvajal y Marcelo, como tantas veces, hicieron recular al cuadro alemán. También el Bernabéu, que cumplió con su papel emocional. Con la pelota el Madrid fue otra cosa.
Con un centrocampista más e Isco muy en la onda, el tormento cambió de lado. Estrepitosamente. En quince minutos el Madrid se procuró siete buenas ocasiones. Benzema, Cristiano y Kroos, dos veces, no dieron con la puerta; Neuer invalidó un tirazo de Carvajal y otro del propio Kroos y Boateng, bajo palos, llegó, en un tiro de Ramos, donde no alcanzaron los tentáculos del fantástico meta alemán.
Al Madrid le dieron espacio y soltó a sus liebres, a la espera de enhebrar el pase definitivo, que esta vez llegó. Fue en puntería donde se quedó corto. Y también se vio expuesto a las contras germanas, que buscaron siempre a su jinete polaco. No le llevaron demasiado lejos en la primera mitad, especialmente por cómo patrulló Casemiro en el centro del campo. Atendió todas las urgencias. La puesta en escena del Bayern tuvo mucho de pirotecnia: se atracó de balón, pero se marchó al descanso sin que Keylor tuviese que parar nada. En cierto modo, lo suyo fue boxeo de sombra.
El despertar del Bayern
El Madrid tardó poco en lamentar esa falta de pericia ante Neuer. En un minuto, Marcelo le sacó sobre la línea un remate a Robben y Casemiro le hizo un penalti discutible, convertido por Lewandowski. Y con el Madrid en estado de shock, Vidal perdió un gol cantado y Ribéry asustó con una volea mordida de izquierda. Aquello era, al fin, el Bayern que siempre conocimos, de Maier a Lewandowski, del 76 a ahora.
Abriendo el campo, estirando a sus laterales, dándole aire a Ribéry y Robben, fue encogiendo al Madrid, alejándole de la pelota, del público y de la confianza. Neuer desapareció de escena y Zidane lanzó el mismo cable que en Múnich: Asensio por un Benzema oculto. Y después, Lucas Vázquez por Isco. Un equipo con extremidades y con trabajo en un estadio inquieto, nervioso, casi paralizado.
Cristiano quedó como único punta y ahí, en su nueva vivienda, le encontró Casemiro. El tanto de cabeza del portugués quedó ahogado por el giligol de Sergio Ramos. Un error de entendimiento entre él, Carvajal y Keylor acabó en el 1-2. Ramos, a la inversa, con posible fuera de juego previo. Le alivió la expulsión de Vidal, que la mereció antes (como Casemiro) pero no por la entrada a Asensio, que no fue ni falta.
En la prórroga, como en Múnich, emergieron Robben, inmenso, y Neuer, la pared contra la que ya topó el Madrid en el Allianz, hasta que apareció Cristiano, en fuera de juego, para quitarle al Madrid la soga al cuello. A los postres se sirvió un jugadón de Marcelo, culminado por Cristiano, y un golazo de Asensio. El final perfecto de un partido deliciosamente imperfecto.
Madrid, AS
Con un repóker de Cristiano (101 goles en Champions ya), un cuadro agudo de hipertensión, un salto al futuro de Asensio y un arbitraje que dará que hablar (salieron peor parados los alemanes en el reparto de errores) salió el Madrid de esta. El Bayern fue lo que su pasado indica y sólo se entregó en inferioridad. Fue un partido para la historia de la Champions, una película de suspense para la filmoteca y una prueba de esfuerzo para el equipo de Zidane.
Al Bayern, como al Madrid, nunca le cupo el orgullo en el escudo. Tampoco con el viento en contra que le llevó hasta el Bernabéu. Así que decidió, desde el inicio, estar a la altura de su historia, presionando con ocho futbolistas en el campo del Madrid, con la actitud intimidadora que siempre le acompañó y con Lewandowski, que vale por un regimiento de artillería. Así que cogió el partido por las solapas aprovechando ciertos desprendimientos en el formato del Madrid.
El Bayern se acostó sobre su izquierda sin que nadie reparara en Alaba, que relevó permanentemente a Ribéry. Carvajal se vio desbordado por falta de ayudas. Isco nunca fue jugador de banda y menos para vigilar la frontera. Así que allí hubo de acudir Modric, que tampoco está para esos asuntos. Por aquel agujero sufrió el Madrid todo el partido y por ahí se tragó la primera ocasión, con doble remate de Thiago y Robben. El primero lo salvó Casemiro. El segundo acabó en el lateral de la red.
Aquel Bayern a tumba abierta fue perdiendo continuidad, aquejado del mismo mal que el Madrid. Ribéry y Robben no tenían regreso y Carvajal y Marcelo, como tantas veces, hicieron recular al cuadro alemán. También el Bernabéu, que cumplió con su papel emocional. Con la pelota el Madrid fue otra cosa.
Con un centrocampista más e Isco muy en la onda, el tormento cambió de lado. Estrepitosamente. En quince minutos el Madrid se procuró siete buenas ocasiones. Benzema, Cristiano y Kroos, dos veces, no dieron con la puerta; Neuer invalidó un tirazo de Carvajal y otro del propio Kroos y Boateng, bajo palos, llegó, en un tiro de Ramos, donde no alcanzaron los tentáculos del fantástico meta alemán.
Al Madrid le dieron espacio y soltó a sus liebres, a la espera de enhebrar el pase definitivo, que esta vez llegó. Fue en puntería donde se quedó corto. Y también se vio expuesto a las contras germanas, que buscaron siempre a su jinete polaco. No le llevaron demasiado lejos en la primera mitad, especialmente por cómo patrulló Casemiro en el centro del campo. Atendió todas las urgencias. La puesta en escena del Bayern tuvo mucho de pirotecnia: se atracó de balón, pero se marchó al descanso sin que Keylor tuviese que parar nada. En cierto modo, lo suyo fue boxeo de sombra.
El despertar del Bayern
El Madrid tardó poco en lamentar esa falta de pericia ante Neuer. En un minuto, Marcelo le sacó sobre la línea un remate a Robben y Casemiro le hizo un penalti discutible, convertido por Lewandowski. Y con el Madrid en estado de shock, Vidal perdió un gol cantado y Ribéry asustó con una volea mordida de izquierda. Aquello era, al fin, el Bayern que siempre conocimos, de Maier a Lewandowski, del 76 a ahora.
Abriendo el campo, estirando a sus laterales, dándole aire a Ribéry y Robben, fue encogiendo al Madrid, alejándole de la pelota, del público y de la confianza. Neuer desapareció de escena y Zidane lanzó el mismo cable que en Múnich: Asensio por un Benzema oculto. Y después, Lucas Vázquez por Isco. Un equipo con extremidades y con trabajo en un estadio inquieto, nervioso, casi paralizado.
Cristiano quedó como único punta y ahí, en su nueva vivienda, le encontró Casemiro. El tanto de cabeza del portugués quedó ahogado por el giligol de Sergio Ramos. Un error de entendimiento entre él, Carvajal y Keylor acabó en el 1-2. Ramos, a la inversa, con posible fuera de juego previo. Le alivió la expulsión de Vidal, que la mereció antes (como Casemiro) pero no por la entrada a Asensio, que no fue ni falta.
En la prórroga, como en Múnich, emergieron Robben, inmenso, y Neuer, la pared contra la que ya topó el Madrid en el Allianz, hasta que apareció Cristiano, en fuera de juego, para quitarle al Madrid la soga al cuello. A los postres se sirvió un jugadón de Marcelo, culminado por Cristiano, y un golazo de Asensio. El final perfecto de un partido deliciosamente imperfecto.