¿Cambio de rumbo o decisión excepcional en la política exterior de Trump?
El bombardeo en Siria abre un debate sobre si el presidente va a dejar atrás su doctrina aislacionista
Washington, El País
A Donald Trump le apasiona la imprevisibilidad. Mantener a todo el mundo en tensión ante la incertidumbre de qué puede hacer. “No quiero decir lo que voy a hacer respecto a Siria”, dijo el jueves a la prensa pocas horas antes de autorizar un ataque aéreo contra una base militar como represalia por la matanza de civiles con armas químicas por parte del régimen de Bachar el Asad. Ahora, tras ese bombardeo, aflora una incógnita: ¿Fue una decisión excepcional o responde a un cambio de rumbo de la política exterior del presidente estadounidense?
Es difícil saberlo. El entorno de Trump ha sugerido que el lanzamiento de misiles fue una respuesta “única” propiciada por el ataque químico. Pero, al mismo tiempo, el Gobierno ha pasado en pocos días de afirmar que El Asad podía continuar en el poder a defender un proceso negociador que lleve a la renuncia del dictador sirio.
La duda es si Trump actuó de forma impulsiva, conmocionado por las imágenes de civiles asfixiados por el gas tóxico, o refleja un viraje de estrategia a medio plazo. La misma incerteza se traslada al conjunto de la arena internacional. Por ejemplo, si el republicano estaría dispuesto a tomar acciones militares contra países que le desafían, como Corea del Norte con sus provocaciones nucleares.
La política exterior de Trump siempre fue ambivalente. Combina la promesa de dureza militar y refuerzo del presupuesto del Ejército, con una doctrina aislacionista en que el pragmatismo de la realpolitik se impone al idealismo.
En sus dos primeros meses en la Casa Blanca, el magnate inmobiliario ha empezado a cumplir su promesa electoral de alejar a la primera potencia mundial del concepto de faro moral: critica que EE UU sea el policía del mundo y promotor de la democracia, como intentó el republicano George W. Bush en Irak. Por ejemplo, Trump ha hecho que la defensa de los derechos humanos ya no condicione la relación con Egipto o la venta de aviones a Bahréin.
Pero el pragmatismo de la geopolítica también ha llevado a Trump a rectificar. Ha aparcado las críticas a China y a la OTAN que lanzó antes de la presidencia. Y, por ahora, se ha limitado a reforzar las alianzas clásicas de Washington en el mundo. Siria será el mejor termómetro para calibrar el verdadero rumbo de la filosofía Trump.
Washington, El País
A Donald Trump le apasiona la imprevisibilidad. Mantener a todo el mundo en tensión ante la incertidumbre de qué puede hacer. “No quiero decir lo que voy a hacer respecto a Siria”, dijo el jueves a la prensa pocas horas antes de autorizar un ataque aéreo contra una base militar como represalia por la matanza de civiles con armas químicas por parte del régimen de Bachar el Asad. Ahora, tras ese bombardeo, aflora una incógnita: ¿Fue una decisión excepcional o responde a un cambio de rumbo de la política exterior del presidente estadounidense?
Es difícil saberlo. El entorno de Trump ha sugerido que el lanzamiento de misiles fue una respuesta “única” propiciada por el ataque químico. Pero, al mismo tiempo, el Gobierno ha pasado en pocos días de afirmar que El Asad podía continuar en el poder a defender un proceso negociador que lleve a la renuncia del dictador sirio.
La duda es si Trump actuó de forma impulsiva, conmocionado por las imágenes de civiles asfixiados por el gas tóxico, o refleja un viraje de estrategia a medio plazo. La misma incerteza se traslada al conjunto de la arena internacional. Por ejemplo, si el republicano estaría dispuesto a tomar acciones militares contra países que le desafían, como Corea del Norte con sus provocaciones nucleares.
La política exterior de Trump siempre fue ambivalente. Combina la promesa de dureza militar y refuerzo del presupuesto del Ejército, con una doctrina aislacionista en que el pragmatismo de la realpolitik se impone al idealismo.
En sus dos primeros meses en la Casa Blanca, el magnate inmobiliario ha empezado a cumplir su promesa electoral de alejar a la primera potencia mundial del concepto de faro moral: critica que EE UU sea el policía del mundo y promotor de la democracia, como intentó el republicano George W. Bush en Irak. Por ejemplo, Trump ha hecho que la defensa de los derechos humanos ya no condicione la relación con Egipto o la venta de aviones a Bahréin.
Pero el pragmatismo de la geopolítica también ha llevado a Trump a rectificar. Ha aparcado las críticas a China y a la OTAN que lanzó antes de la presidencia. Y, por ahora, se ha limitado a reforzar las alianzas clásicas de Washington en el mundo. Siria será el mejor termómetro para calibrar el verdadero rumbo de la filosofía Trump.