Real Madrid entregó el liderato
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Una sucesión de fenómenos paranormales, un Las Palmas con aire de equipo grande y el Jesé de los mejores tiempos se alinearon en hora y media para quitarle el liderato al Madrid. Mientras Luis Enrique anunciaba su adiós, ajeno a otro terremoto, el del Bernabéu, a Morata le anulaban tres goles por fuera de juego de milímetros, Bale sufría un acceso de locura que dejó al equipo con diez y Ramos capitaneaba el naufragio perfecto de la defensa blanca. Y con todo, el Madrid no perdió. Dos goles de Cristiano, en el 85' y el 89', le salvaron a medias. Un aire de inmortalidad le rodea.
Las Palmas abrió una brecha profunda en el estado de ánimo del Madrid, que ha concentrado todas las derrotas del curso en el nuevo año, hecho tiene poco que ver con el azar. Esta vez fue a favor de público, con Isco y Morata, que quieren ser algo más que el equipo de salvamento y socorrismo, el bastón del equipo en las malas. El inicio pareció dar la razón a esa fórmula nacional y canterana. A los 40 segundos le anularon un gol a Morata. Fuera de juego por centímetros. A los siete minutos marcó Isco, en pase profundo de Kovacic, también en la frontera del fuera de juego o tras ella. Se antojaba otro debate largo, sobre el sobredimensionamiento de Benzema, la inviolabilidad de la BBC o el papel de Kroos.
Pero ahí se apagó el Madrid. Las Palmas, que en la posesión encuentra recurso y discurso, se vio pronto con el empate, en jugada coral y maniobra fantástica de Tana para desmantelar a Sergio Ramos, y demostró que lo suyo no es sólo estilismo. Mandó y apretó, con el mejor Jesé que se recuerda, muy abierto en la izquierda, desafiando a Carvajal, poniendo en marcha a un equipo que duerme al adversario haciéndole correr tras el balón. A ratos blandea, pero a ratos, con Roque Mesa, Vicente, Tana y una zaga que no regala un pelotazo, manda de verdad.
La locura de Bale
Con ese juego, que esta vez no se desvaneció al pisar el área, fue achicando al Madrid y sacando a la superficie sus carencias, conocidas y acentuadas. Cristiano va y viene, a Kroos se le hacen largas las temporadas, Bale está lejos de su mejor versión y eso le cambia el humor, Marcelo se destapa demasiado, Ramos es irreconocible... Con ese panorama fue a un intercambio de golpes en la primera mitad y se precipitó al vacio en la segunda, cuando a Bale se le salió la cadena y propinó dos patadas por detrás y un empujón a Jonathan Viera en dos segundos de locura. Un arrebato de furia inexplicable. Una roja indiscutible.
Sin respiro, un penalti de Ramos, por una palomita que no fue capaz de disimular, colocó a Las Palmas a la altura de su juego. Y de inmediato, una contra de Boateng con salida precipitada de Navas, dejó al equipo canario en el paraíso. A partir de ahí, volvió el Madrid irreductible, para el que no existen tempestades. Con Benzema, con James, con la fe de siempre y la fortuna de no ser castigado en contragolpes sencillos de Las Palmas, llegó al empate. Fue gracias a dos goles de Cristiano, uno de penalti, que liberó endorfinas. El resultado mereció celebración, pero ya no hay colchón sobre el que recostarse.