Oblak aseguró los cuartos
El portero, con sensacionales paradas, frenó al Leverkusen. Leno también evitó que Correa y Koke marcaran. El resultado de la ida resultó definitivo.
Patricia Cazón
As
Quien ha estado en el Calderón lo sabe: ocurre algo cuando lo pisa Fernando Torres, aunque sea solamente a calentar. Es intuir sus pecas y hasta la hierba se pone en punta, como si fuera piel. Saben que algo va a pasar. Así esperaron durante 44 minutos, en punta, con el aplauso listo y el lololo en la boca para volver a recibir a Torres, después del susto en Riazor, pero Simeone nunca sacó a El Niño. Le hubiera dado emoción a una noche en la que la única pimienta la puso San Oblak.
Y eso que había salido el Leverkusen como una gaseosa recién agitada, todo ímpetu: eran los únicos en la noche que tenían prisa, el 2-4 de la ida empujaba. Buscaban hacer su Barça, ser el Leicester, pero la remontada anoche tocaba a 1.300 kilómetros, en Mónaco. El Atleti mientras jugaba a que nada pasara, salvo el tiempo, y le ponía tono de nana a cada balón. El baile de Alemania le valía, no hacía faltar gastar taco esta noche. Con dormir valía.
Y entre que Volland cruzó demasiado la primera ocasión que tuvo, que Chicharito cabeceó alto la suya y todas las demás se topaban con un frontón de piernas en el área rojiblanca el gas alemán se esfumó y el partido entró en lo que el Atleti buscaba, el puro sopor.
Mediada la primera parte, después de que Correa estampara el balón en el cuerpo a Leno y Giménez barriera con su cuerpo una contra del Leverkusen que pretendía finalizar Brandt, el partido entró en la nada. Salvo alguna carrera aislada de Vrsaljko, eran minutos ideales para la siesta. Tan nada era la nada. Leno fue despertador. Un leve roce de sus guantes a un balón a matar de Correa bastó a diez minutos del fin de la primera parte. Los equipos redescubrieron que eso blanco al final de cada área eran porterías.
Volvería a intentarlo Correa y volvería a sacarle el balón Leno, con la puntita del guante. No todos los héroes llevan capa que había avisado el Leverkusen antes del partido. Lo acababa de confirmar Leno, luciendo máscara.
Volvería a intentarlo Correa nada más comenzar la segunda parte, ahora con una maravilla, después de introducirse en el área a ritmo de gambeta. A tres rivales sentó antes de que la jugada terminara como todas las demás, en nada. Esta vez ni siquiera intervino Leno. La lanzó directamente fuera. La pelota estaba para no entrar. Tampoco lo lograría Griezmann, con una picadita que se fue por el mismo lugar que la de Correa. Entonces, el momento de la noche. Porque lo habría. En noches como esta, de Copa de Europa, sobre este césped había brillado Luis ante el Cagliari, Adelardo ante el Celtic, Saúl ante el Bayern. Ayer lo haría Oblak. También histórico. Su capa son los guantes.
En la misma parada repelió tres remates a bocajarro. Primero de Brandt, a bocajarro, que repelió con el cuerpo. Volland cazó el rechace, disparó pero Oblak, desde el suelo sacó el guante. Y Volland volvió a intentarlo, al otro lado, con el mismo final. Chicharito envió la pelota fuera en el cuarto balón de pura frustración. Hacerlo a la red era imposible. Allí habita un pulpo esloveno. San Jan, Jan Oblak. Haría dos más, una a Bellarabi y otra a Baeily. Fue después de la última cuando la luz se fue en una parte del Calderón. Se apagaron los focos. La grada empezó a pedirlo. Simeone sácalo, Simeone sácalo. Se refería a Torres. Había salido Gaitán, y Savic, con su máscara, y todos los cambios alemanes habían desfilado ante El Niño, que calentaba desde el 45:55, con toda la hierba de punta, esperando el momento, pero Simeone no los escuchó. Torres estaba para volver pero no volvió.
El Atleti, en efecto, está en cuartos. Alemania bastó. En cuartos por cuarto año consecutivo en cuartos. Por cuarta vez entre los ocho mejores equipos de Europa. Por cuarta vez. Ellos han hecho que suene a rutina, a un lunes más en la oficina. Pero que nadie olvide que es extraordinario. Y que lo han conseguido ellos, estos chicos. Ole, ole.
Patricia Cazón
As
Quien ha estado en el Calderón lo sabe: ocurre algo cuando lo pisa Fernando Torres, aunque sea solamente a calentar. Es intuir sus pecas y hasta la hierba se pone en punta, como si fuera piel. Saben que algo va a pasar. Así esperaron durante 44 minutos, en punta, con el aplauso listo y el lololo en la boca para volver a recibir a Torres, después del susto en Riazor, pero Simeone nunca sacó a El Niño. Le hubiera dado emoción a una noche en la que la única pimienta la puso San Oblak.
Y eso que había salido el Leverkusen como una gaseosa recién agitada, todo ímpetu: eran los únicos en la noche que tenían prisa, el 2-4 de la ida empujaba. Buscaban hacer su Barça, ser el Leicester, pero la remontada anoche tocaba a 1.300 kilómetros, en Mónaco. El Atleti mientras jugaba a que nada pasara, salvo el tiempo, y le ponía tono de nana a cada balón. El baile de Alemania le valía, no hacía faltar gastar taco esta noche. Con dormir valía.
Y entre que Volland cruzó demasiado la primera ocasión que tuvo, que Chicharito cabeceó alto la suya y todas las demás se topaban con un frontón de piernas en el área rojiblanca el gas alemán se esfumó y el partido entró en lo que el Atleti buscaba, el puro sopor.
Mediada la primera parte, después de que Correa estampara el balón en el cuerpo a Leno y Giménez barriera con su cuerpo una contra del Leverkusen que pretendía finalizar Brandt, el partido entró en la nada. Salvo alguna carrera aislada de Vrsaljko, eran minutos ideales para la siesta. Tan nada era la nada. Leno fue despertador. Un leve roce de sus guantes a un balón a matar de Correa bastó a diez minutos del fin de la primera parte. Los equipos redescubrieron que eso blanco al final de cada área eran porterías.
Volvería a intentarlo Correa y volvería a sacarle el balón Leno, con la puntita del guante. No todos los héroes llevan capa que había avisado el Leverkusen antes del partido. Lo acababa de confirmar Leno, luciendo máscara.
Volvería a intentarlo Correa nada más comenzar la segunda parte, ahora con una maravilla, después de introducirse en el área a ritmo de gambeta. A tres rivales sentó antes de que la jugada terminara como todas las demás, en nada. Esta vez ni siquiera intervino Leno. La lanzó directamente fuera. La pelota estaba para no entrar. Tampoco lo lograría Griezmann, con una picadita que se fue por el mismo lugar que la de Correa. Entonces, el momento de la noche. Porque lo habría. En noches como esta, de Copa de Europa, sobre este césped había brillado Luis ante el Cagliari, Adelardo ante el Celtic, Saúl ante el Bayern. Ayer lo haría Oblak. También histórico. Su capa son los guantes.
En la misma parada repelió tres remates a bocajarro. Primero de Brandt, a bocajarro, que repelió con el cuerpo. Volland cazó el rechace, disparó pero Oblak, desde el suelo sacó el guante. Y Volland volvió a intentarlo, al otro lado, con el mismo final. Chicharito envió la pelota fuera en el cuarto balón de pura frustración. Hacerlo a la red era imposible. Allí habita un pulpo esloveno. San Jan, Jan Oblak. Haría dos más, una a Bellarabi y otra a Baeily. Fue después de la última cuando la luz se fue en una parte del Calderón. Se apagaron los focos. La grada empezó a pedirlo. Simeone sácalo, Simeone sácalo. Se refería a Torres. Había salido Gaitán, y Savic, con su máscara, y todos los cambios alemanes habían desfilado ante El Niño, que calentaba desde el 45:55, con toda la hierba de punta, esperando el momento, pero Simeone no los escuchó. Torres estaba para volver pero no volvió.
El Atleti, en efecto, está en cuartos. Alemania bastó. En cuartos por cuarto año consecutivo en cuartos. Por cuarta vez entre los ocho mejores equipos de Europa. Por cuarta vez. Ellos han hecho que suene a rutina, a un lunes más en la oficina. Pero que nadie olvide que es extraordinario. Y que lo han conseguido ellos, estos chicos. Ole, ole.