Mauricio Macri, cada vez más aplaudido en el mundo y más cuestionado en Argentina
La recuperación económica se retrasa y baja la popularidad, aunque sigue siendo muy alta
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
“Yo les apoyé mucho, pero yo creo que ustedes no ven la realidad, la gente está muy quejosa, con su salario no le llega, subió todo muchísimo, la luz, el gas, el agua, hay negocios y teatros que están cerrando porque no pueden pagar”. La frase de Mirtha Legrand, la mítica actriz y conductora del programa estrella de los sábados por la noche, de 90 años, un referente importante del mundo que apoyó a Mauricio Macri, dejó al presidente y a su esposa, Juliana Awada, casi sin palabras y con gesto de desconcierto.
“Hay que ser positivos”, acertó a decir Awada, aparentemente sorprendida por la dureza de una mujer que fue muy crítica con Cristina Fernández de Kirchner y alentó como pocos la llegada del macrismo desde un púlpito, el de “La noche de Mirtha”, que desde 1968 rompe audiencias y muestra cada semana su enorme influencia política. Macri, con los ojos desencajados, admitía que hay gente que pueda sentirse decepcionada después de 15 meses de mandato en los que los resultados económicos no son buenos, la pobreza creció, la inflación se disparó –ahora está ralentizándose- y la recesión se agravó. Los números están empezando a cambiar -el desempleo ha bajado y la actividad económica ha crecido- pero los ciudadanos aún no notan la recuperación y hay muchas críticas. El presidente se defendía: “Lo peor ya pasó, estamos empezando a reducir la pobreza, vamos a volver a crecer este año”. Pero Legrand, implacable, negaba con la cabeza y una y otra vez le acusaba de ser demasiado optimista, de estar “mal aconsejado” por Jaime Durán Barba, su gran gurú ecuatoriano, de vivir en una burbuja de entusiasmo.
Todo se producía dentro de un programa especial en la residencia oficial, la quinta de Olivos, en un comedor acondicionado para recibir a Legrand. Macri sabe que tiene un bajón importante de imagen, y recibió a Legrand con la intención de volver a conectar con su mundo, el macrismo, que parece desconcertado ante la marcha de la economía y con una oposición que poco a poco se reorganiza y le prepara huelgas muy fuertes, como la de los maestros, que ponen al Gobierno contra las cuerdas.
La gran ventaja del macrismo sigue siendo que la oposición está muy dividida y no hay un sucesor claro para Cristina Fernández de Kirchner. Pero los expertos en peronismo –una profesión de riesgo con un movimiento absolutamente imprevisible- aseguran que cuando huele poder siempre se reorganiza, por mucho que se odien. Muchos apelan estos días a la frase de Perón –que tenía una máxima casi para cada situación política-: “Los peronistas somos como los gatos, cuando nos oyen gritar creen que nos estamos peleando y en realidad nos estamos reproduciendo”.
Curiosamente, este momento de dificultad política de Macri en Argentina coincide con un apoyo político creciente fuera de su país. El presidente acaba de volver de un viaje a España en el que recibió un espaldarazo tanto del Gobierno como de los grandes empresarios a su giro hacia políticas económicas ortodoxas. Macri viaja ahora a Holanda donde tendrá un respaldo similar. Su papel en la región se refuerza cada día más ahora que Argentina preside Mercosur e impulsa la negociación con la Unión Europea y un acercamiento con la Alianza del Pacífico (México, Perú, Colombia, Chile). A Buenos Aires llegan cada semana cancilleres y políticos de alto nivel para distintas reuniones, y el 5,6 y 7 de abril se celebrará allí el World Económic Forum Latinoamérica, que precisamente coincidirá con una huelga general convocada el 6 por los sindicatos peronistas.
Los macristas insisten en que no hay de qué preocuparse. La situación económica va a mejorar poco a poco, explican, la obra pública va a generar mucho trabajo y actividad económica, el campo está estallando –las cifras de la cosecha récord les avalan- y la inquietud que muestran Legrand y otros referentes de opinión del mundo macrista tiene que ver con el terror a que vuelva Cristina, por tanto se movilizarán cuando se acerquen las elecciones de octubre para evitar que suceda. La realidad económica en Buenos Aires, la megalópolis donde pasa casi todo en Argentina –en la ciudad y su provincia vive el 40% del padrón electoral del país- contradice esa tranquilidad pero el Gobierno insiste en que las cosas ya cambiaron y los datos lo reflejarán tarde o temprano.
De hecho, a pesar del bajón que reflejan todas las encuestas, Macri es aún uno de los presidentes con más respaldo del mundo. Pero lo que preocupa es la tendencia. “Ahora estamos en medio del conflicto, con los chicos sin ir al colegio en Buenos Aires, que es el 40% del país, habrá que ver si esto cambia cuando se arregle, pero estamos viendo una baja en todas las variables del oficialismo, Macri, Vidal [la gobernadora de Buenos Aires], la gestión, la credibilidad”, explica Juan Germano, director de Isonomía, una respetada encuestadora. “Macri bajó 4 puntos, hasta el 53%, pero es peor la gestión, bajó 7 puntos entre enero y febrero, no había pasado hasta ahora en su mandato. Y el problema de fondo es que bajó 10 puntos el optimismo futuro, esa gente que decía estamos mal pero vamos a estar mejor. Ese optimismo explicaba el apoyo a Macri tan fuerte. La buena noticia para el presidente es que nadie se está beneficiando de esa caída, los principales opositores también bajan un poco. Hay una crítica generalizada, la gente está pidiendo que le resuelvan sus problemas”, explica Germano.
El presidente argentino, cada vez más apoyado fuera de su país, tiene problemas serios en casa, pero aún cuenta con un importante margen para resolverlos. Las elecciones de octubre –en las que se renueva buena parte del Parlamento- mostrarán si el macrismo ha venido para quedarse, como creen la mayoría de los analistas, o fue algo fugaz devorado de nuevo por el omnipresente peronismo, ahora en horas bajas pero siempre dispuesto a reinventarse.
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
“Yo les apoyé mucho, pero yo creo que ustedes no ven la realidad, la gente está muy quejosa, con su salario no le llega, subió todo muchísimo, la luz, el gas, el agua, hay negocios y teatros que están cerrando porque no pueden pagar”. La frase de Mirtha Legrand, la mítica actriz y conductora del programa estrella de los sábados por la noche, de 90 años, un referente importante del mundo que apoyó a Mauricio Macri, dejó al presidente y a su esposa, Juliana Awada, casi sin palabras y con gesto de desconcierto.
“Hay que ser positivos”, acertó a decir Awada, aparentemente sorprendida por la dureza de una mujer que fue muy crítica con Cristina Fernández de Kirchner y alentó como pocos la llegada del macrismo desde un púlpito, el de “La noche de Mirtha”, que desde 1968 rompe audiencias y muestra cada semana su enorme influencia política. Macri, con los ojos desencajados, admitía que hay gente que pueda sentirse decepcionada después de 15 meses de mandato en los que los resultados económicos no son buenos, la pobreza creció, la inflación se disparó –ahora está ralentizándose- y la recesión se agravó. Los números están empezando a cambiar -el desempleo ha bajado y la actividad económica ha crecido- pero los ciudadanos aún no notan la recuperación y hay muchas críticas. El presidente se defendía: “Lo peor ya pasó, estamos empezando a reducir la pobreza, vamos a volver a crecer este año”. Pero Legrand, implacable, negaba con la cabeza y una y otra vez le acusaba de ser demasiado optimista, de estar “mal aconsejado” por Jaime Durán Barba, su gran gurú ecuatoriano, de vivir en una burbuja de entusiasmo.
Todo se producía dentro de un programa especial en la residencia oficial, la quinta de Olivos, en un comedor acondicionado para recibir a Legrand. Macri sabe que tiene un bajón importante de imagen, y recibió a Legrand con la intención de volver a conectar con su mundo, el macrismo, que parece desconcertado ante la marcha de la economía y con una oposición que poco a poco se reorganiza y le prepara huelgas muy fuertes, como la de los maestros, que ponen al Gobierno contra las cuerdas.
La gran ventaja del macrismo sigue siendo que la oposición está muy dividida y no hay un sucesor claro para Cristina Fernández de Kirchner. Pero los expertos en peronismo –una profesión de riesgo con un movimiento absolutamente imprevisible- aseguran que cuando huele poder siempre se reorganiza, por mucho que se odien. Muchos apelan estos días a la frase de Perón –que tenía una máxima casi para cada situación política-: “Los peronistas somos como los gatos, cuando nos oyen gritar creen que nos estamos peleando y en realidad nos estamos reproduciendo”.
Curiosamente, este momento de dificultad política de Macri en Argentina coincide con un apoyo político creciente fuera de su país. El presidente acaba de volver de un viaje a España en el que recibió un espaldarazo tanto del Gobierno como de los grandes empresarios a su giro hacia políticas económicas ortodoxas. Macri viaja ahora a Holanda donde tendrá un respaldo similar. Su papel en la región se refuerza cada día más ahora que Argentina preside Mercosur e impulsa la negociación con la Unión Europea y un acercamiento con la Alianza del Pacífico (México, Perú, Colombia, Chile). A Buenos Aires llegan cada semana cancilleres y políticos de alto nivel para distintas reuniones, y el 5,6 y 7 de abril se celebrará allí el World Económic Forum Latinoamérica, que precisamente coincidirá con una huelga general convocada el 6 por los sindicatos peronistas.
Los macristas insisten en que no hay de qué preocuparse. La situación económica va a mejorar poco a poco, explican, la obra pública va a generar mucho trabajo y actividad económica, el campo está estallando –las cifras de la cosecha récord les avalan- y la inquietud que muestran Legrand y otros referentes de opinión del mundo macrista tiene que ver con el terror a que vuelva Cristina, por tanto se movilizarán cuando se acerquen las elecciones de octubre para evitar que suceda. La realidad económica en Buenos Aires, la megalópolis donde pasa casi todo en Argentina –en la ciudad y su provincia vive el 40% del padrón electoral del país- contradice esa tranquilidad pero el Gobierno insiste en que las cosas ya cambiaron y los datos lo reflejarán tarde o temprano.
De hecho, a pesar del bajón que reflejan todas las encuestas, Macri es aún uno de los presidentes con más respaldo del mundo. Pero lo que preocupa es la tendencia. “Ahora estamos en medio del conflicto, con los chicos sin ir al colegio en Buenos Aires, que es el 40% del país, habrá que ver si esto cambia cuando se arregle, pero estamos viendo una baja en todas las variables del oficialismo, Macri, Vidal [la gobernadora de Buenos Aires], la gestión, la credibilidad”, explica Juan Germano, director de Isonomía, una respetada encuestadora. “Macri bajó 4 puntos, hasta el 53%, pero es peor la gestión, bajó 7 puntos entre enero y febrero, no había pasado hasta ahora en su mandato. Y el problema de fondo es que bajó 10 puntos el optimismo futuro, esa gente que decía estamos mal pero vamos a estar mejor. Ese optimismo explicaba el apoyo a Macri tan fuerte. La buena noticia para el presidente es que nadie se está beneficiando de esa caída, los principales opositores también bajan un poco. Hay una crítica generalizada, la gente está pidiendo que le resuelvan sus problemas”, explica Germano.
El presidente argentino, cada vez más apoyado fuera de su país, tiene problemas serios en casa, pero aún cuenta con un importante margen para resolverlos. Las elecciones de octubre –en las que se renueva buena parte del Parlamento- mostrarán si el macrismo ha venido para quedarse, como creen la mayoría de los analistas, o fue algo fugaz devorado de nuevo por el omnipresente peronismo, ahora en horas bajas pero siempre dispuesto a reinventarse.