Los sindicatos peronistas declaran la primera huelga nacional contra Mauricio Macri
La CGT parará el 6 de abril, aunque no habrá movilización en la calle
Federico Rivas Molina
Buenos Aires, El País
El peronismo sindical paralizará Argentina el próximo 6 de abril. Al menos eso han prometido los líderes de la Confederación General del Trabajo (CGT) tras el anuncio de una huelga general de 24 horas, la primera que declaran al presidente Mauricio Macri, en el poder desde hace 15 meses. Macri deberá lidiar con una lógica de protesta que fue el azote de sus antecesores no peronistas, como Raúl Alfonsín (1983-1989) o Fernando De la Rúa (1999-2000). Ambos se fueron antes de tiempo. Consciente de ese peligro, Macri acordó una tregua con el sindicalismo que se rompió en el inicio del año, cuando se hizo evidente que se demoraba la reactivación económica prometida por la Casa Rosada. El anuncio de la CGT coincidió con una mejora en el índice oficial de desempleo. Durante el último trimestre del año, el porcentaje de argentinos sin trabajo se redujo del 9,2% al 7,3%, aunque la cifra oculta que la tasa de actividad económica ha caído del 46% al 45,3%.
La CGT ha elegido bajo presión la fecha de la huelga general. Una masiva manifestación organizada por la Confederación el 7 de marzo pasado terminó con sus líderes apedreados por grupos radicales que le exigieron precisiones y no solo amenazas. Las diferencias sobre la mejor estrategia de confrontación al Gobierno amenazaron incluso con fracturar en dos a la central sindical, entre aquellos que impulsan la mano dura y los grupos considerados “dialoguistas”, representado por el triunvirato que lidera la CGT. “En estos 15 meses tratamos de reclamar con responsabilidad, más allá de los incumplimientos de este Gobierno en la mesa de diálogo. Pero estamos en la necesidad de dar una respuesta a los sectores que representamos”, admitió Carlos Acuña, miembro de la dirigencia de la CGT, al anunciar la huelga en una rueda de prensa.
Escuelas cerradas
Los maestros de todo el país pararon ayer por segundo día consecutivo para exigir aumentos salariales. Los gremios realizados manifestaciones en las principales ciudades, la más importante de ellas en La Plata, capital de Buenos Aires. Unos 50.000 docentes, a los que se sumaron otros trabajadores estatales, exigieron una subida de sueldos del 35%, por encima del 18% que ofreció el gobierno provincial. Los gremios docentes, que llevan ocho días en huelga, advirtieron que están dispuestos a dar batalla hasta el final a la gobernadora María Eugenia Vidal, la política con mejor imagen de la administración macrista.
Vidal sostiene que ya no puede ofrecer más dinero a los docentes porque las arcas provinciales están vacías. Su estrategia fue entonces intentar al menos una disminución de la adhesión a la huelga con un premio salarial extra a aquellos maestros que decidieron dar clase. Los gremios provinciales redoblaron entonces la apuesta con la extensión del paro hasta este viernes y el apoyo a la huelga nacional de maestros convocada para el 22 y 23 de marzo.
La realidad social que plantean los sindicatos peronistas difiere de la oficial, un mapa que no tiene puntos de coincidencia. Donde la Casa Rosada ve nuevos puestos de trabajo y mejores oportunidades de negocios, la CGT ve despidos y la apertura de importaciones en sectores industriales sensibles. “Hemos perdido 52.000 puestos de trabajos en la industria, cayeron también en el sector agropecuario, en el sector minero. Queremos que el plan económico nos incluya a todos y por eso vamos a parar el día 6 de abril por 24 horas”, planteó Héctor Daer, otro miembro del triunvirato. La protesta no incluirá movilizaciones de calle, sino sólo “la inasistencia a los puestos de trabajo”, aclaró el dirigente.
La estrategia del Gobierno para neutralizar a los sindicatos peronistas ha sido, hasta ahora, liberar fondos a los seguros médicos controlados por los gremios y la firma de un pacto que debía paralizar los despidos durante enero y febrero. Pero la CGT consideró que las empresas no cumplieron con este último punto y denunciaron que algunos sectores de la industria, como el calzado y los juguetes, agonizan. Se opone, además, al techo de 18% de aumento que el Gobierno ofrece a los maestros de la provincia de Buenos Aires, el principal distrito del país y en huelga desde hace una semana.
Macri ha empezado a sentir la presión de la calle, luego de un año de relativa paz social. Los grupos piqueteros, que representan a aquellos que han quedado fuera del mercado de trabajo, cortan cada día las principales avenidas y accesos a Buenos Aires, los maestros se encuentran en una negociación salarial sin final a la vista y la CGT irá ahora a la huelga. Los “gordos”, como se llama a los líderes sindicales peronistas, han sumado a la protesta a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), que agrupa a empleados estatales y docentes, además de organizaciones sociales de izquierda. El Gobierno ve detrás de esta escalada al peronismo y, sobre todo, al kirchnerismo, al que acusa de alimentar las demandas para forzar una salida anticipada de Macri. En el fondo está la tesis de que no hay presidente no peronista que haya logrado terminar su mandato desde el regreso a la democracia en 1983.
La Casa Rosada tendrá ahora tres semanas para intentar destrabar la huelga del 6 de abril, aunque ya no tiene mucho para ofrecer a cambio. Macri ha dicho que el rumbo económico es inamovible y durante la reinauguración de una planta de PSA Group (Peugeot-Citroën) en las afueras de Buenos Aires pidió paciencia. La economía, dijo, “empezó a dar sus primeros pasos”, pero admitió enseguida que “para mucha gente no arrancó, porque hace 20 años que no arranca".
La protesta sindical se enmarca en un escenario de cifras negativas para el oficialismo, con índices de inflación récord (40% en 2016), una pobreza que no cede (creció en 1,5 millones de personas entre enero y diciembre del año pasado) y alta desocupación. El índice dado por el Indec, la oficina de estadísticas del Estado, determinó que entre octubre y diciembre de 2016 el porcentaje de desocupados cayó casi dos puntos con respecto a los tres meses anteriores, pero la cifra oculta que hubo una caída de la tasa de actividad de 0,7%. Esto significa que se registraron menos desocupados porque más gente “se refugió en la inactividad” y ya no buscó trabajo.
Federico Rivas Molina
Buenos Aires, El País
El peronismo sindical paralizará Argentina el próximo 6 de abril. Al menos eso han prometido los líderes de la Confederación General del Trabajo (CGT) tras el anuncio de una huelga general de 24 horas, la primera que declaran al presidente Mauricio Macri, en el poder desde hace 15 meses. Macri deberá lidiar con una lógica de protesta que fue el azote de sus antecesores no peronistas, como Raúl Alfonsín (1983-1989) o Fernando De la Rúa (1999-2000). Ambos se fueron antes de tiempo. Consciente de ese peligro, Macri acordó una tregua con el sindicalismo que se rompió en el inicio del año, cuando se hizo evidente que se demoraba la reactivación económica prometida por la Casa Rosada. El anuncio de la CGT coincidió con una mejora en el índice oficial de desempleo. Durante el último trimestre del año, el porcentaje de argentinos sin trabajo se redujo del 9,2% al 7,3%, aunque la cifra oculta que la tasa de actividad económica ha caído del 46% al 45,3%.
La CGT ha elegido bajo presión la fecha de la huelga general. Una masiva manifestación organizada por la Confederación el 7 de marzo pasado terminó con sus líderes apedreados por grupos radicales que le exigieron precisiones y no solo amenazas. Las diferencias sobre la mejor estrategia de confrontación al Gobierno amenazaron incluso con fracturar en dos a la central sindical, entre aquellos que impulsan la mano dura y los grupos considerados “dialoguistas”, representado por el triunvirato que lidera la CGT. “En estos 15 meses tratamos de reclamar con responsabilidad, más allá de los incumplimientos de este Gobierno en la mesa de diálogo. Pero estamos en la necesidad de dar una respuesta a los sectores que representamos”, admitió Carlos Acuña, miembro de la dirigencia de la CGT, al anunciar la huelga en una rueda de prensa.
Escuelas cerradas
Los maestros de todo el país pararon ayer por segundo día consecutivo para exigir aumentos salariales. Los gremios realizados manifestaciones en las principales ciudades, la más importante de ellas en La Plata, capital de Buenos Aires. Unos 50.000 docentes, a los que se sumaron otros trabajadores estatales, exigieron una subida de sueldos del 35%, por encima del 18% que ofreció el gobierno provincial. Los gremios docentes, que llevan ocho días en huelga, advirtieron que están dispuestos a dar batalla hasta el final a la gobernadora María Eugenia Vidal, la política con mejor imagen de la administración macrista.
Vidal sostiene que ya no puede ofrecer más dinero a los docentes porque las arcas provinciales están vacías. Su estrategia fue entonces intentar al menos una disminución de la adhesión a la huelga con un premio salarial extra a aquellos maestros que decidieron dar clase. Los gremios provinciales redoblaron entonces la apuesta con la extensión del paro hasta este viernes y el apoyo a la huelga nacional de maestros convocada para el 22 y 23 de marzo.
La realidad social que plantean los sindicatos peronistas difiere de la oficial, un mapa que no tiene puntos de coincidencia. Donde la Casa Rosada ve nuevos puestos de trabajo y mejores oportunidades de negocios, la CGT ve despidos y la apertura de importaciones en sectores industriales sensibles. “Hemos perdido 52.000 puestos de trabajos en la industria, cayeron también en el sector agropecuario, en el sector minero. Queremos que el plan económico nos incluya a todos y por eso vamos a parar el día 6 de abril por 24 horas”, planteó Héctor Daer, otro miembro del triunvirato. La protesta no incluirá movilizaciones de calle, sino sólo “la inasistencia a los puestos de trabajo”, aclaró el dirigente.
La estrategia del Gobierno para neutralizar a los sindicatos peronistas ha sido, hasta ahora, liberar fondos a los seguros médicos controlados por los gremios y la firma de un pacto que debía paralizar los despidos durante enero y febrero. Pero la CGT consideró que las empresas no cumplieron con este último punto y denunciaron que algunos sectores de la industria, como el calzado y los juguetes, agonizan. Se opone, además, al techo de 18% de aumento que el Gobierno ofrece a los maestros de la provincia de Buenos Aires, el principal distrito del país y en huelga desde hace una semana.
Macri ha empezado a sentir la presión de la calle, luego de un año de relativa paz social. Los grupos piqueteros, que representan a aquellos que han quedado fuera del mercado de trabajo, cortan cada día las principales avenidas y accesos a Buenos Aires, los maestros se encuentran en una negociación salarial sin final a la vista y la CGT irá ahora a la huelga. Los “gordos”, como se llama a los líderes sindicales peronistas, han sumado a la protesta a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), que agrupa a empleados estatales y docentes, además de organizaciones sociales de izquierda. El Gobierno ve detrás de esta escalada al peronismo y, sobre todo, al kirchnerismo, al que acusa de alimentar las demandas para forzar una salida anticipada de Macri. En el fondo está la tesis de que no hay presidente no peronista que haya logrado terminar su mandato desde el regreso a la democracia en 1983.
La Casa Rosada tendrá ahora tres semanas para intentar destrabar la huelga del 6 de abril, aunque ya no tiene mucho para ofrecer a cambio. Macri ha dicho que el rumbo económico es inamovible y durante la reinauguración de una planta de PSA Group (Peugeot-Citroën) en las afueras de Buenos Aires pidió paciencia. La economía, dijo, “empezó a dar sus primeros pasos”, pero admitió enseguida que “para mucha gente no arrancó, porque hace 20 años que no arranca".
La protesta sindical se enmarca en un escenario de cifras negativas para el oficialismo, con índices de inflación récord (40% en 2016), una pobreza que no cede (creció en 1,5 millones de personas entre enero y diciembre del año pasado) y alta desocupación. El índice dado por el Indec, la oficina de estadísticas del Estado, determinó que entre octubre y diciembre de 2016 el porcentaje de desocupados cayó casi dos puntos con respecto a los tres meses anteriores, pero la cifra oculta que hubo una caída de la tasa de actividad de 0,7%. Esto significa que se registraron menos desocupados porque más gente “se refugió en la inactividad” y ya no buscó trabajo.