¿La pareja imposible se da la mano?
Trump y Merkel arrastran un historial de desavenencias mucho más largo que su apretón de manos
J.M.AHRENS
El País
Donald Trump es un novato en diplomacia. Antes de la presidencia, nunca ocupó un cargo público y sus contactos internacionales tienden al cero. Angela Merkel, tras 11 años en el poder, acumula una enorme experiencia. Trump es su tercer presidente estadounidense. Con George W. Bush mantuvo una excelente relación, y con Barack Obama, aunque el arranque fue áspero, mejoró tanto que el demócrata acabó proclamándola “su más cercana colaboradora internacional”. “Merkel tendrá ahora que encontrar su modus operandi, aunque la dificultad será mucho mayor”, dice Jackson Janes, presidente del Instituto de Estudios de la Alemania Contemporánea en la Universidad Johns Hopkins.
La dificultad radica en que Trump y Merkel forman una pareja imposible y, hasta ayer, mal abiertamente enfrentada. El presidente de Estados Unidos es imprevisible, quema sus naves antes de tenerlas y nunca deja una pelea sin acabar. La canciller, reservada y calculadora, le ha tenido que sufrir en la distancia. Como candidato, el republicano la acusó en Twitter de ser la persona que estaba “arruinando” a Alemania. Luego, en referencia a la crisis de los refugiados sirios, le reprochó haber cometido “un error catastrófico al acoger a todos esos ilegales”.
Merkel hizo gala de su conocida sangre fría. Dejó pasar las dagas y decidió sus tiempos. Llegada la victoria electoral de Trump puso el veneno en una esquina de su enhorabuena. Junto a los habituales parabienes, en la felicitación le recordaba la importancia de defender la “dignidad de los seres humanos independientemente de su origen, color de piel, religión, género, orientación sexual o posición política". Poco después, cuando Trump lanzó su primer veto migratorio, no dudó en salir a la palestra y recriminarle: “Nada justifica poner a determinados grupos sociales bajo sospecha”.
Enfrentados en público, en su primer encuentro buscaron reiniciar una relación que no pudo empezar con peor pie. “El propósito de la visita es presentarse y cerrar puntos de encuentro y metas. Buscar un suelo común, pero poco más. Merkel quiere establecer una plataforma de comunicación con miras a las reuniones de los próximos tres meses. En julio se celebra un G-20 en Alemania y se verán en la cumbres del G-7 y la OTAN”, explica Jackson Janes. Será entonces cuando se vea la solidez de la relación y si el apretón de manos de hoy fue o no una ficción.
J.M.AHRENS
El País
Donald Trump es un novato en diplomacia. Antes de la presidencia, nunca ocupó un cargo público y sus contactos internacionales tienden al cero. Angela Merkel, tras 11 años en el poder, acumula una enorme experiencia. Trump es su tercer presidente estadounidense. Con George W. Bush mantuvo una excelente relación, y con Barack Obama, aunque el arranque fue áspero, mejoró tanto que el demócrata acabó proclamándola “su más cercana colaboradora internacional”. “Merkel tendrá ahora que encontrar su modus operandi, aunque la dificultad será mucho mayor”, dice Jackson Janes, presidente del Instituto de Estudios de la Alemania Contemporánea en la Universidad Johns Hopkins.
La dificultad radica en que Trump y Merkel forman una pareja imposible y, hasta ayer, mal abiertamente enfrentada. El presidente de Estados Unidos es imprevisible, quema sus naves antes de tenerlas y nunca deja una pelea sin acabar. La canciller, reservada y calculadora, le ha tenido que sufrir en la distancia. Como candidato, el republicano la acusó en Twitter de ser la persona que estaba “arruinando” a Alemania. Luego, en referencia a la crisis de los refugiados sirios, le reprochó haber cometido “un error catastrófico al acoger a todos esos ilegales”.
Merkel hizo gala de su conocida sangre fría. Dejó pasar las dagas y decidió sus tiempos. Llegada la victoria electoral de Trump puso el veneno en una esquina de su enhorabuena. Junto a los habituales parabienes, en la felicitación le recordaba la importancia de defender la “dignidad de los seres humanos independientemente de su origen, color de piel, religión, género, orientación sexual o posición política". Poco después, cuando Trump lanzó su primer veto migratorio, no dudó en salir a la palestra y recriminarle: “Nada justifica poner a determinados grupos sociales bajo sospecha”.
Enfrentados en público, en su primer encuentro buscaron reiniciar una relación que no pudo empezar con peor pie. “El propósito de la visita es presentarse y cerrar puntos de encuentro y metas. Buscar un suelo común, pero poco más. Merkel quiere establecer una plataforma de comunicación con miras a las reuniones de los próximos tres meses. En julio se celebra un G-20 en Alemania y se verán en la cumbres del G-7 y la OTAN”, explica Jackson Janes. Será entonces cuando se vea la solidez de la relación y si el apretón de manos de hoy fue o no una ficción.