La familia de Andreas Lubitz siembra dudas sobre la culpabilidad del copiloto de Germanwings

Dos años después de la catástrofe, el padre desmiente la versión oficial de que su hijo padeciera una depresión que le llevó a acabar con la vida de 149 personas

Luis Doncel
Berlín, El País
El momento elegido estaba cargado de simbolismo. El viernes se cumplían dos años del vuelo de Germanwings procedente de Barcelona con dirección a Düsseldorf que acabó con la vida de 150 personas. Pasaban pocos minutos del momento exacto del segundo aniversario de la catástrofe cuando apareció en la abarrotada sala de un hotel berlinés Günter Lubitz, el padre de Andreas, el copiloto al que tanto la fiscalía alemana como la francesa apuntan sin ningún género de dudas como responsable único. Él y su familia habían pasado, según dijo, dos años escondidos.


Durante casi dos horas, el patriarca de los Lubitz y el periodista experto en aviación contratado por la familia trataron de buscar resquicios en la versión oficial a los que agarrarse. Querían a toda costa alejar la insoportable idea de que su querido hijo causara a sabiendas la muerte de 149 personas. Pero él mismo tampoco está seguro de la inocencia de Andreas. Al ser preguntado, tardó unos segundos en responder. “Solo estamos buscando la verdad”, se limitó a decir.

Frente a la teoría asumida por los investigadores de que el joven Lubitz estrelló voluntariamente el avión en los Alpes franceses, su padre cree que no hay pruebas concluyentes que lo puedan confirmar. Los comparecientes no presentaron ninguna prueba definitiva ni una teoría consistente alternativa. Tan solo trataron de sembrar dudas. Aseguraban, por ejemplo, que no estaba demostrado que el copiloto estuviera consciente durante el descenso.

El padre sí fue tajante en algo: desmintió que Andreas, al que definió como una persona “alegre y con ganas de vivir”, padeciera fuertes depresiones. “En el momento del accidente, nuestro hijo no era un suicida”, aseguró con un semblante petrificado, que reflejaba la tensión por la que estaba pasando. Frente a esta afirmación categórica, más tarde le costó explicar por qué en la vivienda de su hijo se habían encontrado medicamentos antidepresivos o por qué había ido a trabajar pese a estar de baja médica.

Han sido dos años de silencio absoluto. La familia Lubitz ha permanecido alejada de la polémica, más allá de pequeños detalles como la publicación de una esquela en la que definían a Andreas como alguien “encantador y valioso”. Estos calificativos enervaron a personas cercanas a los fallecidos en el infausto vuelo 4U9525. Pero los Lubitz han decidido ahora hablar para tratar de limpiar el nombre de su hijo.

Y el momento elegido ha contribuido a calentar aún más los ánimos. Los familiares de las víctimas -entre las que había 50 españoles- consideran este acto, convocado justo cuando se disponían a llorar a los seres queridos perdidos hace dos años, “una provocación”.

Günter acudió a la cita con los periodistas con un informe con el que pretendía sacar a la luz supuestos fallos en la investigación. “Incluso la Fiscalía de Düsseldorf se ha distanciado de la teoría de la depresión y ha sobreseído los procesos contra los médicos. Sigue habiendo muchas preguntas por responder y aspectos que se pasaron por alto”, añade el patriarca de los Lubitz.

Pese a las dudas de la familia, los investigadores franceses y alemanes mantienen que no hay ningún motivo para pensar en otro responsable. El piloto que murió a los 27 años había pasado por decenas de consultas por trastornos psíquicos y depresiones y el día de la catástrofe estaba de baja médica, situación que había ocultado en su empresa. Los fiscales determinaron que Lubitz aprovechó una salida momentánea del piloto para bloquear el acceso a la cabina y estrellar el aparato en los Alpes.

Como anticipo de la rueda de prensa, Günter Lubitz dio esta semana su primera entrevista. El padre está convencido de que Andreas no quería matarse: dice que tenía planes de casarse y tener hijos y que no dejó ninguna carta de despedida. “Nuestro hijo era una persona muy responsable. (…) No tenía ningún motivo para suicidarse y llevarse consigo a 149 personas. Algo así no casa con su personalidad”, asegura al semanario Die Zeit.

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