Guillermo apuesta doble por su esquema

El Melli se plantó y bancó el golpe por golpe a pesar de que su defensa lo sufre y que a veces se le escapan los partidos. Sacó chapa con las estadísticas y reclamó mantener los pies sobre la tierra.

Leandro Contento
lcontento@ole.com.ar
El equipo tiene una forma de jugar clara, y los defensores no quedan expuestos. Nosotros debemos tomar los riesgos que le corresponden a un equipo grande como Boca. Y por ir a buscar hemos ganado más partidos que los goles que nos han hecho”.


Muchos lo relacionan con el origen del club, allá por 1905, cuando un grupo de sacrificados genoveses del barrio de La Boca decidieron darle vida al club que pronto se convertiría en el más popular de la Argentina. Otros, que surgió como contrapartida al auge de la Máquina de River, con la conformación de un equipo aguerrido y conservador que logró el bicampeonato 1943/44 y de ese modo impidió que el Millonario consiguiera su primer tri. No faltan, tampoco, los que consideran que todo cambió a partir de la llegada del Toto Lorenzo, en los 70, DT cultor del catenaccio que impuso un fútbol pragmático que trajo enormes resultados. Y los más nostálgicos entienden que esa línea de juego se consolidó en la década siguiente, con conjuntos muy fuertes que basaban su fortaleza en defensas duras y trababan literalmente con la cabeza. Y el mismo Bianchi ha revelado más de una vez que la clave de su éxito pasaba por armar sus equipos “de atrás para adelante”.

Más allá de su génesis, de lo que nadie puede duras es de que la identidad futbolística de Boca es distinta a la de todos los demás equipos, y que la solidez defensiva fue históricamente su sello más distintivo. Pero Guillermo Barros Schelotto, emblema del club, entiende el fútbol de otra manera. Jugar a matar o morir, meter siempre un gol más que el rival, más allá de las veces que haya que ir a buscarla adentro, es parte de su ADN y no variará a menos que deje de ocupar “un lugar de privilegio en la tabla”, ya que “con este estilo ganamos más partidos de los que perdimos”.

La eterna discusión sobre las formas escapa a una cuestión de gustos cuando las cosas dejan de funcionar. Y la derrota ante Talleres en la Bombonera, la segunda en casa en la era Schelotto, fue un llamado de atención. Sin embargo, el DT está convencido de que el partido se perdió “por errores individuales que podían haberse resuelto fácilmente”, y que no hay motivos suficientes para meter mano en el equipo. Mañana, frente a San Martín, sólo toca lo necesario: Silva por el convocado Fabra y la vuelta de Centurión en lugar de Junior, lesionado. Eso sí: el Melli tomó nota del tropezón: “Me preocupa que dejamos pasar una oportunidad de alejarnos de los que vienen atrás, pero todo sirve. Siempre una derrota te vuelve a reubicar en la tierra y ver que cualquier desconcentración, ante tanta paridad, te deja con las manos vacías. Eso te muestra que no te podés equivocar”, bajó línea GBS, para reubicar a sus jugadores, por si alguno piensa que el título va a llegar sin esfuerzo. Está claro que el DT no quiere que la derrota trastoque la idea y menos, que el plantel se confíe excesivamente.

Que Boca sufre problemas defensivos es una verdad tan absoluta como que nunca dejó de padecerlos y aun así acumula sólo dos derrotas en el torneo y ningún equipo puede superarlo en puntos desde la fecha 13. Aunque también es real que ese ritmo frenético que Guillermo intenta imprimirle al equipo también lo hizo dejar puntos importantes, como en los empates ante Godoy Cruz y Atlético Tucumán y en la caída ante la T, en los que no pudo sostener la ventaja. “Como todo equipo tenemos errores, tenemos que trabajar, crecer, madurar, un montón de cosas. Pero no creo que tengamos grandes problemas atrás. De hecho hay seis equipos de 30 que tienen menos goles en contra que nosotros, nada más. Y ninguno tiene 38 a favor, ¿o no?”, sacó pecho el DT, con las estadísticas bien estudiadas. Ambas cosas son ciertas. El problema, en todo caso, es si alcanza para ser campeón. Y si es necesario jugar todos los partidos como si faltaran cinco minutos, con el corazón en La Boca.

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