El voto holandés ofrece un respiro a la Unión Europea
Juncker: "Los resultados en Holanda son una inspiración para muchos"
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Fabricar estrés se ha convertido en la especialidad de Europa en la última década de crisis. Por eso el resoplido de alivio de esta madrugada se ha oído en todo el Benelux, en el continente entero: la victoria del liberal Mark Rutte, que es la derrota del populista Geert Wilders, abre un paréntesis de tranquilidad en Europa. El continente salva la primera pelota de partido de la extrema derecha. Ese paréntesis será corto: las elecciones en Francia están a la vuelta de la esquina y Marine Le Pen, ultraderechista, xenófoba y antieuropea como Wilders, tiene exactamente las mismas opciones hoy que ayer. Y quizá Wilders no haya ganado, pero los populistas marcan la agenda y condicionan los debates europeos desde hace tiempo.
Pero Holanda, con ese mensaje de estabilidad y continuidad que tanto gusta en las instituciones, ha proporcionado a Europa un respiro: "El resultado de estas elecciones es una inspiración para muchos", ha resumido el jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker: "Los holandeses han votado a favor de los valores europeos: sociedades abiertas y tolerantes". "Es un buen día para Europa", le ha secundado la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini.
El reguero de declaraciones almibaradas es formidable este jueves. La sensación de alivio es lógica después de una temporada de susto en susto: el Brexit y Donald Trump han sacudido las coordinadas internas —la primera salida del club en 60 años— y externas —serias dificultades en la relación transatlántica por primera vez en décadas— de la Unión. Pero en el fondo todo sigue poco menos igual: las elecciones francesas están a la vuelta de la esquina con Le Pen en cabeza en las encuestas, y con divisiones en el centroizquierda y el centroderecha, además de varios escándalos asomando la cabeza. Las elecciones alemanas de otoño son menos preocupantes desde el punto de vista del populismo. Pero también Italia —con su Movimiento 5 Estrellas al alza— tiene una situación complicada, y en Grecia hay riesgos para el tercer rescate y para la estabilidad del Gobierno de Syriza, muy atrás en las encuestas. Los más optimistas —que en Bruselas son legión a pesar de los pesares— creen que si Francia y Alemania siguen el camino de Holanda el principal riesgo de Europa, que era y es político, desaparecería y supondría un formidable viento de cola para afianzar la recuperación. Los realistas dicen, simplemente, que los riesgos siguen ahí. Los pesimistas siguen viendo una ruptura del euro, la desintegración de la Unión Europea y un apocalipsis que, a pesar de los pesares, nunca termina de llegar.
Los comicios holandeses suponen solo el principio del superciclo electoral que le espera al continente en 2017, pero eran una piedra de toque crucial para tomar la temperatura del antieuropeísmo en el continente. Tanto Bruselas como los países que tienen las próximas citas con las urnas han seguido de cerca la jornada electoral en Holanda, a pesar de que los resultados suelen viajar muy mal de un país a otro. Es arriesgado sacar conclusiones de la primavera europea que arranca con Holanda. Aun así, algún político continental se ha apresurado a emprender ese revirado camino: "No hay Nexit [salida de Holanda del euro]. La derecha antieuropea pierde las elecciones. Renace el compromiso con la UE", afirmaba esta mañana el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni. "Estoy aliviado, pero hay que seguir luchando por una Europa libre", ha escrito en Twitter Martin Schulz, el primer candidato socialdemócrata con posibilidades en las elecciones alemanas en mucho tiempo. La canciller Angela Merkel ha celebrado el "resultado proeuropeo", y ha apuntado que Holanda envía una "clara señal" a sus vecinos.
El voto holandés ofrece un respiro a la Unión Europea
Habrá que ver cuán clara. Porque con la cabeza algo más fría, los think tanks europeos proporcionan hoy mismo un puñado de análisis menos candorosos. Uno: "No hay nada que celebrar; Le Pen sigue teniendo grandes posibilidades en Francia", según Eurointelligence. Dos: viene un periodo de inestabilidad en Holanda, por la dificultad de formar Gobierno con un resultado tan atomizado, según Eurasia Group. Tres: la tensión entre Turquía y Holanda en los días finales de campaña se va a trasladar a otras elecciones —hoy mismo el presidente turco, Recen Tayyip Erdogan, ha dicho que no ve diferencias "entre los liberales holandeses y los fascistas"—, y quién sabe si también a la estabilidad del acuerdo UE-Turquía sobre migración y refugiados —del que en dos días precisamente se cumple el primer aniversario—, según el CEPS. Y cuatro: el batacazo del partido socialdemócrata holandés deja a Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, muy tocado, coinciden todos los analistas.
Puede que Dijsselbloem siga unos meses, pero los laboristas holandeses son ahora el séptimo partido en su país y el jefe del Eurogrupo pierde autoridad a espuertas en el órgano europeo. El español Luis de Guindos y el eslovaco Peter Kazimir son los favoritos para sustituirle. Pero Dijsselbloem seguirá aún unos meses (mientras no se forme Gobierno), y podría intentar cambiar los estatutos para seguir siendo presidente sin ser ministro. Eso depende, como casi todo en Europa, de la Alemania de Angela Merkel y el auténtico jefe del Eurogrupo, su ministro Wolfgang Schäuble. Sería una estupenda paradoja: el propio Dijsselbloem se opuso con fiereza a cambiar las reglas del Eurogrupo para que el presidente no tenga que ser ministro en su país. Esa era una propuesta española. Ahora es posible que sea España quien vete el cambio.
Claudi Pérez
Bruselas, El País
Fabricar estrés se ha convertido en la especialidad de Europa en la última década de crisis. Por eso el resoplido de alivio de esta madrugada se ha oído en todo el Benelux, en el continente entero: la victoria del liberal Mark Rutte, que es la derrota del populista Geert Wilders, abre un paréntesis de tranquilidad en Europa. El continente salva la primera pelota de partido de la extrema derecha. Ese paréntesis será corto: las elecciones en Francia están a la vuelta de la esquina y Marine Le Pen, ultraderechista, xenófoba y antieuropea como Wilders, tiene exactamente las mismas opciones hoy que ayer. Y quizá Wilders no haya ganado, pero los populistas marcan la agenda y condicionan los debates europeos desde hace tiempo.
Pero Holanda, con ese mensaje de estabilidad y continuidad que tanto gusta en las instituciones, ha proporcionado a Europa un respiro: "El resultado de estas elecciones es una inspiración para muchos", ha resumido el jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker: "Los holandeses han votado a favor de los valores europeos: sociedades abiertas y tolerantes". "Es un buen día para Europa", le ha secundado la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini.
El reguero de declaraciones almibaradas es formidable este jueves. La sensación de alivio es lógica después de una temporada de susto en susto: el Brexit y Donald Trump han sacudido las coordinadas internas —la primera salida del club en 60 años— y externas —serias dificultades en la relación transatlántica por primera vez en décadas— de la Unión. Pero en el fondo todo sigue poco menos igual: las elecciones francesas están a la vuelta de la esquina con Le Pen en cabeza en las encuestas, y con divisiones en el centroizquierda y el centroderecha, además de varios escándalos asomando la cabeza. Las elecciones alemanas de otoño son menos preocupantes desde el punto de vista del populismo. Pero también Italia —con su Movimiento 5 Estrellas al alza— tiene una situación complicada, y en Grecia hay riesgos para el tercer rescate y para la estabilidad del Gobierno de Syriza, muy atrás en las encuestas. Los más optimistas —que en Bruselas son legión a pesar de los pesares— creen que si Francia y Alemania siguen el camino de Holanda el principal riesgo de Europa, que era y es político, desaparecería y supondría un formidable viento de cola para afianzar la recuperación. Los realistas dicen, simplemente, que los riesgos siguen ahí. Los pesimistas siguen viendo una ruptura del euro, la desintegración de la Unión Europea y un apocalipsis que, a pesar de los pesares, nunca termina de llegar.
Los comicios holandeses suponen solo el principio del superciclo electoral que le espera al continente en 2017, pero eran una piedra de toque crucial para tomar la temperatura del antieuropeísmo en el continente. Tanto Bruselas como los países que tienen las próximas citas con las urnas han seguido de cerca la jornada electoral en Holanda, a pesar de que los resultados suelen viajar muy mal de un país a otro. Es arriesgado sacar conclusiones de la primavera europea que arranca con Holanda. Aun así, algún político continental se ha apresurado a emprender ese revirado camino: "No hay Nexit [salida de Holanda del euro]. La derecha antieuropea pierde las elecciones. Renace el compromiso con la UE", afirmaba esta mañana el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni. "Estoy aliviado, pero hay que seguir luchando por una Europa libre", ha escrito en Twitter Martin Schulz, el primer candidato socialdemócrata con posibilidades en las elecciones alemanas en mucho tiempo. La canciller Angela Merkel ha celebrado el "resultado proeuropeo", y ha apuntado que Holanda envía una "clara señal" a sus vecinos.
El voto holandés ofrece un respiro a la Unión Europea
Habrá que ver cuán clara. Porque con la cabeza algo más fría, los think tanks europeos proporcionan hoy mismo un puñado de análisis menos candorosos. Uno: "No hay nada que celebrar; Le Pen sigue teniendo grandes posibilidades en Francia", según Eurointelligence. Dos: viene un periodo de inestabilidad en Holanda, por la dificultad de formar Gobierno con un resultado tan atomizado, según Eurasia Group. Tres: la tensión entre Turquía y Holanda en los días finales de campaña se va a trasladar a otras elecciones —hoy mismo el presidente turco, Recen Tayyip Erdogan, ha dicho que no ve diferencias "entre los liberales holandeses y los fascistas"—, y quién sabe si también a la estabilidad del acuerdo UE-Turquía sobre migración y refugiados —del que en dos días precisamente se cumple el primer aniversario—, según el CEPS. Y cuatro: el batacazo del partido socialdemócrata holandés deja a Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, muy tocado, coinciden todos los analistas.
Puede que Dijsselbloem siga unos meses, pero los laboristas holandeses son ahora el séptimo partido en su país y el jefe del Eurogrupo pierde autoridad a espuertas en el órgano europeo. El español Luis de Guindos y el eslovaco Peter Kazimir son los favoritos para sustituirle. Pero Dijsselbloem seguirá aún unos meses (mientras no se forme Gobierno), y podría intentar cambiar los estatutos para seguir siendo presidente sin ser ministro. Eso depende, como casi todo en Europa, de la Alemania de Angela Merkel y el auténtico jefe del Eurogrupo, su ministro Wolfgang Schäuble. Sería una estupenda paradoja: el propio Dijsselbloem se opuso con fiereza a cambiar las reglas del Eurogrupo para que el presidente no tenga que ser ministro en su país. Esa era una propuesta española. Ahora es posible que sea España quien vete el cambio.