China advierte contra una guerra comercial con EEUU
"Las empresas estadounidenses serían las más perjudicadas", señala el primer ministro, Li Keqiang
Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
China “no quiere una guerra comercial” con Estados Unidos, pero si llegara a desencadenarse “las empresas estadounidenses serían las más perjudicadas”. Así lo advirtió este miércoles el primer ministro chino, Li Keqiang, en su única rueda de prensa del año.
En el imponente Salón Dorado del Gran Palacio del Pueblo en Pekín, la rueda de prensa anual del primer ministro, que sirve de cierre a los 15 días de sesión legislativa anual, es siempre un acontecimiento rodeado de formalidad y muy preparado de antemano. Las preguntas se pactan con los periodistas seleccionados desde semanas antes y sirven para conocer cuáles son los temas de los que China quiere hablar. Este año, varias tuvieron como tema la relación con Estados Unidos bajo el presidente Donald Trump.
“No queremos ver que estalla ninguna guerra comercial entre nuestros dos países. No es algo que fuera a lograr un comercio más justo”, subrayó. “Recientemente leí un artículo de un centro de estudios internacional que decía que, si surgiera una guerra comercial, serían las empresas de propiedad extranjeras, en particular las firmas estadounidenses, las que se llevarían la peor parte”.
Las inversiones y el comercio chinos en Estados Unidos han permitido la creación de un millón de puestos de trabajo en el país americano a lo largo del último año, apuntó el primer ministro, el segundo hombre más poderoso en la jerarquía de su país, solo por detrás del presidente Xi Jinping.
Trump llegó a la Casa Blanca con un programa cargado de mensajes negativos contra China, a la que acusaba de destruir empleo en EE UU con una política de exportaciones baratas. El nuevo jefe de Estado amenazaba con gravar fuertes aranceles a los productos chinos y acusaba a Pekín de manipular su divisa para abaratar sus ventas al exterior de manera indebida.
El presidente estadounidense también causó consternación en los círculos diplomáticos chinos al aceptar una llamada de felicitación de la presidenta taiwanesa tras su triunfo electoral, e insinuar que podría estrechar las relaciones con una isla que Pekín considera parte inalienable de su territorio. Finalmente, Trump optó por desdecirse y en una llamada telefónica con Xi el mes pasado expresó su adhesión a “Una Sola China”, la política que ha regido los lazos estadounidenses con Pekín y Taipéi durante cerca de 40 años.
Acerca de las acusaciones durante la campaña sobre la manipulación de la divisa china, Li replicó que su país “no tiene ninguna intención de devaluar el renminbi para favorecer nuestras exportaciones”. “El tipo de cambio seguirá estable”, sostuvo.
Ambos gobiernos preparan una próxima reunión de sus respectivos presidentes, que según los medios estadounidenses se celebrará el mes próximo en Mar-a-Lago, el club privado que el jefe de Estado norteamericano posee en Florida. El secretario de Estado Rex Tillerson tiene previsto reunirse el sábado con Xi, dentro de una gira por Asia que le llevará también a Japón y Corea del Sur, para preparar la agenda de esa cumbre.
“No importa cuáles sean los contratiempos por los que atraviese la relación China- Estados Unidos, esperamos que continúe avanzando en una dirección positiva”, señaló el primer ministro chino.
Pero aunque las relaciones bilaterales serán uno de los grandes temas que se abordarán durante la visita de Tillerson, la gira del secretario de Estado tendrá como asunto dominante la situación en la península coreana. El líder norcoreano, Kim Jong-un, ha amenazado con probar este año un misil balístico intercontinental y con el lanzamiento de un cohete intermedio amargó la cena en Mar-a-Lago de Trump y el primer ministro japonés, Shinzo Abe. La semana pasada lanzó cuatro misiles balísticos también al mar de Japón, al comienzo de las maniobras militares conjuntas anuales “Foal Eagle” entre Estados Unidos y Corea del Sur.
Además, Tillerson tendrá que escuchar el descontento de Pekín por el comienzo del despliegue del escudo antimisiles THAAD en suelo surcoreano. Washington y Seúl alegan que el sistema tiene como fin impedir posibles ataques desde el norte, pero China teme que pueda emplearse contra su territorio.
Durante su estancia en la capital china, el jefe de la diplomacia estadounidense también abordará las demandas de soberanía del Gobierno de Xi en las islas del mar del sur de China. En su audiencia de confirmación en enero, Tillerson planteó la posibilidad de impedir el acceso de Pekín a esas islas. Imágenes tomadas vía satélite por una empresa privada parecen mostrar que el gigante asiático ha comenzado nuevas obras de construcción en las islas Paracel, que este país se disputa con Vietnam y Taiwán.
Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
China “no quiere una guerra comercial” con Estados Unidos, pero si llegara a desencadenarse “las empresas estadounidenses serían las más perjudicadas”. Así lo advirtió este miércoles el primer ministro chino, Li Keqiang, en su única rueda de prensa del año.
En el imponente Salón Dorado del Gran Palacio del Pueblo en Pekín, la rueda de prensa anual del primer ministro, que sirve de cierre a los 15 días de sesión legislativa anual, es siempre un acontecimiento rodeado de formalidad y muy preparado de antemano. Las preguntas se pactan con los periodistas seleccionados desde semanas antes y sirven para conocer cuáles son los temas de los que China quiere hablar. Este año, varias tuvieron como tema la relación con Estados Unidos bajo el presidente Donald Trump.
“No queremos ver que estalla ninguna guerra comercial entre nuestros dos países. No es algo que fuera a lograr un comercio más justo”, subrayó. “Recientemente leí un artículo de un centro de estudios internacional que decía que, si surgiera una guerra comercial, serían las empresas de propiedad extranjeras, en particular las firmas estadounidenses, las que se llevarían la peor parte”.
Las inversiones y el comercio chinos en Estados Unidos han permitido la creación de un millón de puestos de trabajo en el país americano a lo largo del último año, apuntó el primer ministro, el segundo hombre más poderoso en la jerarquía de su país, solo por detrás del presidente Xi Jinping.
Trump llegó a la Casa Blanca con un programa cargado de mensajes negativos contra China, a la que acusaba de destruir empleo en EE UU con una política de exportaciones baratas. El nuevo jefe de Estado amenazaba con gravar fuertes aranceles a los productos chinos y acusaba a Pekín de manipular su divisa para abaratar sus ventas al exterior de manera indebida.
El presidente estadounidense también causó consternación en los círculos diplomáticos chinos al aceptar una llamada de felicitación de la presidenta taiwanesa tras su triunfo electoral, e insinuar que podría estrechar las relaciones con una isla que Pekín considera parte inalienable de su territorio. Finalmente, Trump optó por desdecirse y en una llamada telefónica con Xi el mes pasado expresó su adhesión a “Una Sola China”, la política que ha regido los lazos estadounidenses con Pekín y Taipéi durante cerca de 40 años.
Acerca de las acusaciones durante la campaña sobre la manipulación de la divisa china, Li replicó que su país “no tiene ninguna intención de devaluar el renminbi para favorecer nuestras exportaciones”. “El tipo de cambio seguirá estable”, sostuvo.
Ambos gobiernos preparan una próxima reunión de sus respectivos presidentes, que según los medios estadounidenses se celebrará el mes próximo en Mar-a-Lago, el club privado que el jefe de Estado norteamericano posee en Florida. El secretario de Estado Rex Tillerson tiene previsto reunirse el sábado con Xi, dentro de una gira por Asia que le llevará también a Japón y Corea del Sur, para preparar la agenda de esa cumbre.
“No importa cuáles sean los contratiempos por los que atraviese la relación China- Estados Unidos, esperamos que continúe avanzando en una dirección positiva”, señaló el primer ministro chino.
Pero aunque las relaciones bilaterales serán uno de los grandes temas que se abordarán durante la visita de Tillerson, la gira del secretario de Estado tendrá como asunto dominante la situación en la península coreana. El líder norcoreano, Kim Jong-un, ha amenazado con probar este año un misil balístico intercontinental y con el lanzamiento de un cohete intermedio amargó la cena en Mar-a-Lago de Trump y el primer ministro japonés, Shinzo Abe. La semana pasada lanzó cuatro misiles balísticos también al mar de Japón, al comienzo de las maniobras militares conjuntas anuales “Foal Eagle” entre Estados Unidos y Corea del Sur.
Además, Tillerson tendrá que escuchar el descontento de Pekín por el comienzo del despliegue del escudo antimisiles THAAD en suelo surcoreano. Washington y Seúl alegan que el sistema tiene como fin impedir posibles ataques desde el norte, pero China teme que pueda emplearse contra su territorio.
Durante su estancia en la capital china, el jefe de la diplomacia estadounidense también abordará las demandas de soberanía del Gobierno de Xi en las islas del mar del sur de China. En su audiencia de confirmación en enero, Tillerson planteó la posibilidad de impedir el acceso de Pekín a esas islas. Imágenes tomadas vía satélite por una empresa privada parecen mostrar que el gigante asiático ha comenzado nuevas obras de construcción en las islas Paracel, que este país se disputa con Vietnam y Taiwán.