Trump y Xi Jinping se comunican finalmente por carta
Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha puesto en contacto directo con el jefe de Estado chino, Xi Jinping, por primera vez desde su investidura hace tres semanas. Y pese a que ha dialogado ya por teléfono con más de una docena de líderes desde entonces, para comunicarse con el presidente de la segunda potencia mundial ha optado no por una llamada, sino por una carta.
La misiva, según ha indicado un escueto comunicado de la Casa Blanca, es respuesta a una comunicación previa de Xi en la que este dirigente felicitaba al magnate por su investidura. En ella, Trump declara su interés en “colaborar con el presidente Xi para desarrollar una relación constructiva que beneficie tanto a EE UU como China”.
La carta no parece un gesto excesivamente entusiasta: expresa, por ejemplo, deseos al pueblo chino de un próspero año del Gallo dos semanas después de la llegada del año nuevo lunar, mientras que administraciones estadounidenses pasadas siempre enviaron sus felicitaciones puntualmente. Pero marca un claro cambio de tono frente a las declaraciones de este presidente durante el proceso de transición, más beligerantes hacia China.
Tras su triunfo electoral en noviembre, Trump, que ha amenazado con imponer fuertes aranceles a los productos chinos y considera que este país manipula la cotización de su divisa, sembró varias veces la alarma en Pekín. Primero aceptó, contraviniendo convenciones de cuatro décadas, una llamada de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen. A los pocos días, advirtió que si el Gobierno de Xi no hacía concesiones comerciales, él se plantearía abandonar la política de “una sola China” para acercarse diplomáticamente a Taiwán.
La sensación de inquietud en Zhongnanhai, la residencia presidencial china, se acrecentó cuando el secretario de Estado, Rex Tillerson, mencionó durante su audiencia de confirmación la posibilidad de que Estados Unidos bloqueara el acceso a las islas artificiales que Pekín construye en el mar a su sur. Y, para terminar de arreglar el panorama, salía a la luz que Steve Bannon, el estratega jefe de la Casa Blanca, había declarado en su programa de radio el año pasado su convencimiento de que Estados Unidos entraría en guerra con China en un plazo de cinco a diez años.
Pero en las últimas dos semanas, esa retórica parece haberse dejado de lado, al menos de momento, para apostar por el pragmatismo. Tanto el secretario de Defensa, James Mattis, como Tillerson han subrayado en declaraciones públicas la necesidad de resolver las diferencias por la vía diplomática. Y Pekín vio con júbilo cómo Ivanka Trump, la hija del presidente, visitaba su embajada en Washington durante los festejos del Año Nuevo chino.
Deseosa de evitar posibles encontronazos -Xi Jinping advirtió en Davos el mes pasado que una guerra comercial “no beneficiaría a nadie”-, China se ha apresurado a dar la bienvenida a la misiva. En la rueda de prensa diaria de su Ministerio de Exteriores, su portavoz Lu Kang ha expresado la “satisfacción” de su Gobierno por recibir la misiva y ha restado importancia a detalles como lo tardío de la felicitación: “los festejos en China duran muchos días”, contestó a una pregunta al respecto.
Una interpretación positiva similar aparece en los medios oficiales. El periódico China Daily considera en un comentario que la carta “envía un mensaje positivo”, que confirma que las relaciones bilaterales “continúan por el buen camino pese a las conjeturas surgidas tras la victoria de Trump en las elecciones de noviembre”.
Pese a la reacción pública de Pekín, el que la única comunicación desde la investidura entre los dos presidentes haya sido a través de carta puede interpretarse como un indicio de la frialdad de las relaciones. Al fin y al cabo, Trump ha encontrado tiempo para mantener conversaciones telefónicas con líderes desde el ruso Vladímir Putin al francés François Hollande. Aunque preguntado en varias ocasiones, Lu Kang no quiso avanzar si finalmente el nuevo inquilino de la Casa Blanca hablarán directamente en el futuro próximo.
Pero comentaristas locales replican que entre los propios líderes chinos hay, al menos de momento, poco apetito por una conversación con Trump: “Es aún demasiado pronto. Los líderes querrán asegurarse de que todo está perfectamente organizado”, explican. Después de que el magnate colgara al primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, o reclamara al presidente francés la devolución del dinero que Estados Unidos destina a la OTAN, Zhongnanhai ha tomado buena nota de lo impredecible que el presidente estadounidense puede ser al otro lado del teléfono. Y no quiere arriesgarse a que la llamada tome un mal cariz y -sobre todo- que su contenido se filtre. Eso supondría una “pérdida de cara” inconcebible para Xi.
Pekín, El País
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se ha puesto en contacto directo con el jefe de Estado chino, Xi Jinping, por primera vez desde su investidura hace tres semanas. Y pese a que ha dialogado ya por teléfono con más de una docena de líderes desde entonces, para comunicarse con el presidente de la segunda potencia mundial ha optado no por una llamada, sino por una carta.
La misiva, según ha indicado un escueto comunicado de la Casa Blanca, es respuesta a una comunicación previa de Xi en la que este dirigente felicitaba al magnate por su investidura. En ella, Trump declara su interés en “colaborar con el presidente Xi para desarrollar una relación constructiva que beneficie tanto a EE UU como China”.
La carta no parece un gesto excesivamente entusiasta: expresa, por ejemplo, deseos al pueblo chino de un próspero año del Gallo dos semanas después de la llegada del año nuevo lunar, mientras que administraciones estadounidenses pasadas siempre enviaron sus felicitaciones puntualmente. Pero marca un claro cambio de tono frente a las declaraciones de este presidente durante el proceso de transición, más beligerantes hacia China.
Tras su triunfo electoral en noviembre, Trump, que ha amenazado con imponer fuertes aranceles a los productos chinos y considera que este país manipula la cotización de su divisa, sembró varias veces la alarma en Pekín. Primero aceptó, contraviniendo convenciones de cuatro décadas, una llamada de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen. A los pocos días, advirtió que si el Gobierno de Xi no hacía concesiones comerciales, él se plantearía abandonar la política de “una sola China” para acercarse diplomáticamente a Taiwán.
La sensación de inquietud en Zhongnanhai, la residencia presidencial china, se acrecentó cuando el secretario de Estado, Rex Tillerson, mencionó durante su audiencia de confirmación la posibilidad de que Estados Unidos bloqueara el acceso a las islas artificiales que Pekín construye en el mar a su sur. Y, para terminar de arreglar el panorama, salía a la luz que Steve Bannon, el estratega jefe de la Casa Blanca, había declarado en su programa de radio el año pasado su convencimiento de que Estados Unidos entraría en guerra con China en un plazo de cinco a diez años.
Pero en las últimas dos semanas, esa retórica parece haberse dejado de lado, al menos de momento, para apostar por el pragmatismo. Tanto el secretario de Defensa, James Mattis, como Tillerson han subrayado en declaraciones públicas la necesidad de resolver las diferencias por la vía diplomática. Y Pekín vio con júbilo cómo Ivanka Trump, la hija del presidente, visitaba su embajada en Washington durante los festejos del Año Nuevo chino.
Deseosa de evitar posibles encontronazos -Xi Jinping advirtió en Davos el mes pasado que una guerra comercial “no beneficiaría a nadie”-, China se ha apresurado a dar la bienvenida a la misiva. En la rueda de prensa diaria de su Ministerio de Exteriores, su portavoz Lu Kang ha expresado la “satisfacción” de su Gobierno por recibir la misiva y ha restado importancia a detalles como lo tardío de la felicitación: “los festejos en China duran muchos días”, contestó a una pregunta al respecto.
Una interpretación positiva similar aparece en los medios oficiales. El periódico China Daily considera en un comentario que la carta “envía un mensaje positivo”, que confirma que las relaciones bilaterales “continúan por el buen camino pese a las conjeturas surgidas tras la victoria de Trump en las elecciones de noviembre”.
Pese a la reacción pública de Pekín, el que la única comunicación desde la investidura entre los dos presidentes haya sido a través de carta puede interpretarse como un indicio de la frialdad de las relaciones. Al fin y al cabo, Trump ha encontrado tiempo para mantener conversaciones telefónicas con líderes desde el ruso Vladímir Putin al francés François Hollande. Aunque preguntado en varias ocasiones, Lu Kang no quiso avanzar si finalmente el nuevo inquilino de la Casa Blanca hablarán directamente en el futuro próximo.
Pero comentaristas locales replican que entre los propios líderes chinos hay, al menos de momento, poco apetito por una conversación con Trump: “Es aún demasiado pronto. Los líderes querrán asegurarse de que todo está perfectamente organizado”, explican. Después de que el magnate colgara al primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, o reclamara al presidente francés la devolución del dinero que Estados Unidos destina a la OTAN, Zhongnanhai ha tomado buena nota de lo impredecible que el presidente estadounidense puede ser al otro lado del teléfono. Y no quiere arriesgarse a que la llamada tome un mal cariz y -sobre todo- que su contenido se filtre. Eso supondría una “pérdida de cara” inconcebible para Xi.