Trump y Trudeau refuerzan su relación en detrimento del tratado comercial con México
El primer ministro canadiense, en las antípodas del estadounidense en política de inmigración o refugiados, busca el entendimiento con su principal socio comercial
Amanda Mars
Washington, El País
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, llegó este a Washington para defender ante Donald Trump la bondades de la alianza de libre comercio que ambos países comparten con México (el Nafta, en sus siglas en inglés) y que el nuevo presidente estadounidense ha prometido cambiar de arriba a bajo. Se encontró con un mensaje tranquilizador por parte del neoyorquino, mucho más duro contra los mexicanos. Trudeau -convencido proinmigración, prorrefugiados y muy feminista- es una suerte de gran antagonista del Trump que clama “Estados Unidos, primero”. Pero hoy el canadiense fue precavido: dos de cada tres dólares que su economía exporta se dirigen al mercado estadounidense.
Al trío de Canadá, Estados Unidos y México se les llamaba habitualmente The three amigos, pero en la era Trump, la pandilla se resquebraja. Llevan desde el 94 en la alianza comercial impulsada por la Administración de Bill Clinton, pero el líder del grupo quiere cambiar las reglas. En la rueda de prensa, Trump dejó ver que su problema tiene más que ver con los mexicanos que con los canadienses: "Haremos algunas cosas que serán positivas para ambos países", dijo, y agregó que el problema del Nafta "es mucho menos grave de lo que pasa en la frontera sur, donde durante muchos años las transacciones no fueron justas". "Vamos a tener una gran relación con Canadá", remachó, el presidente de EEUU, y resaltó la "amistad histórica" entre ambos países.
Ambos gobiernos mostraron una cara amable y se comprometieron en "cooperar en el crecimiento económico" y contra el terrorismo. "Las relaciones entre vecinos son muy complejas, pero gracias a nuestro profundo respeto, podremos navegar con éxito esas complejidades y seguir siendo los aliados y amigos más estrechos", dijo Trudeau en la rueda de prensa. Para el canadiense fue un alivio. Dos tercios de las exportaciones canadienses se dirigen a EE UU, el mayor ratio de dependencia del G-20, según los datos de Bloomberg. Eso es lo que se juega Justin Trudeau.
Así que cuando este lunes, en la Casa Blanca, a esa especie de esperanza del progresismo americano se le vio medir tanto las palabras ante alguien como Trump, de 70 años, radicalmente opuesto en muchos de los principios trudianos, había que pensar en la balanza comercial. El encuentro tuvo dos semanas después del decreto (ahora parado en los tribunales) que vetaba la entrada a Estados Unidos de refugiados durante 120 días (indefinidamente, en el caso de sirios) y al que Trudeau respondió con un desafiante mensaje en Twitter, en el que les daba la bienvenida.
Ese no es el que rostro que mostró este en Washington. En una entrevista, el viernes anterior, el primer ministro dijo que trataría de “defender los valores canadienses”, pero “de un modo respetuoso y no desde un punto de vista ideológico”.
El primer ministro canadiense, de 45 años, bebe en muchos aspectos de la tradición de su propio padre, Pierre Elliott Trudeau, que gobernó el país entre 1968 y 1984, con una breve interrupción, y se le considera fundador del Canadá moderno, federal, bilingüista y multicultural. Es significativo que el acto en el que ambos participaron, en su primera cita bilateral, fuera una reunión con mujeres de negocios de ambos países. En el encuentro, la hija de Trump, Ivanka, se sentó junto a Trudeau.
Pese a lo antitético de sus discursos, una de las primeras medidas factuales de la Administración Trump ha sonreído a los canadienses. El presidente republicano aprobó el pasado enero la reactivación del oleoducto Keystone XL, un macroproyecto que supone ampliar un tubo ya existente para transportar petróleo y que conectará Canadá con México, y que el Gobierno de Obama había vetado, toda una victoria del movimiento ecologista. Y Trudeau, que se presenta como concienciado con el Medio Ambiente, que era tan amigo de Obama, celebró la orden de la nueva Casa Blanca por los puestos de trabajo que va a dejar en su país.
Es un ejemplo de los intereses canadienses que penden de Estados Unidos y sirve para explicar, además de las exportaciones, el papel de equilibrio que la cara más progresista de Norteamérica tiene que desempeñar en la era Trump. “Canadá debe ser firme pero correcta en sus relaciones con Trump”, titulaba esta mañana el editorial del Toronto Star, el principal periódico de ese país. “Todos los ministros deben llevarse tan bien como puedan con todos los presidentes, independientemente de sus filias y fobias, e incluso independientemente de graves diferencias en asuntos de principios”, añadía.
En materia económica, Canadá debe pensar en su propio proyecto si Trump pone en riesgo la alianza comercial atlántica, si el estadounidense renegocia el Nafta de un modo que perjudique al país. El pasado octubre, y después de siete años de arduas negociaciones, firmó con la Unión Europea –su segundo socio comercial más importante- un tratado bilateral de libre comercio que elimina la práctica totalidad de los aranceles entre ambas potencias.
Tampoco está claro si ese futuro Nafta pasa por una nueva negociación trilateral, o Canadá y México tratarán de salvar los muebles con Estados Unidos cada uno por su cuenta. A la vista de la reunión de hoy, parece más probable lo segundo. El volumen de comercio de Canadá con el país de Peña Nieto es insignificante comparado con la primera potencial mundial. El ‘América primero’ de Trump, con todo, también le ofrece a Trudeau la oportunidad de asumir un papel de liderazgo para eso que se llama Las Américas, un acercamiento a los países latinoamericanos que ya comenzó su padre.
Amanda Mars
Washington, El País
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, llegó este a Washington para defender ante Donald Trump la bondades de la alianza de libre comercio que ambos países comparten con México (el Nafta, en sus siglas en inglés) y que el nuevo presidente estadounidense ha prometido cambiar de arriba a bajo. Se encontró con un mensaje tranquilizador por parte del neoyorquino, mucho más duro contra los mexicanos. Trudeau -convencido proinmigración, prorrefugiados y muy feminista- es una suerte de gran antagonista del Trump que clama “Estados Unidos, primero”. Pero hoy el canadiense fue precavido: dos de cada tres dólares que su economía exporta se dirigen al mercado estadounidense.
Al trío de Canadá, Estados Unidos y México se les llamaba habitualmente The three amigos, pero en la era Trump, la pandilla se resquebraja. Llevan desde el 94 en la alianza comercial impulsada por la Administración de Bill Clinton, pero el líder del grupo quiere cambiar las reglas. En la rueda de prensa, Trump dejó ver que su problema tiene más que ver con los mexicanos que con los canadienses: "Haremos algunas cosas que serán positivas para ambos países", dijo, y agregó que el problema del Nafta "es mucho menos grave de lo que pasa en la frontera sur, donde durante muchos años las transacciones no fueron justas". "Vamos a tener una gran relación con Canadá", remachó, el presidente de EEUU, y resaltó la "amistad histórica" entre ambos países.
Ambos gobiernos mostraron una cara amable y se comprometieron en "cooperar en el crecimiento económico" y contra el terrorismo. "Las relaciones entre vecinos son muy complejas, pero gracias a nuestro profundo respeto, podremos navegar con éxito esas complejidades y seguir siendo los aliados y amigos más estrechos", dijo Trudeau en la rueda de prensa. Para el canadiense fue un alivio. Dos tercios de las exportaciones canadienses se dirigen a EE UU, el mayor ratio de dependencia del G-20, según los datos de Bloomberg. Eso es lo que se juega Justin Trudeau.
Así que cuando este lunes, en la Casa Blanca, a esa especie de esperanza del progresismo americano se le vio medir tanto las palabras ante alguien como Trump, de 70 años, radicalmente opuesto en muchos de los principios trudianos, había que pensar en la balanza comercial. El encuentro tuvo dos semanas después del decreto (ahora parado en los tribunales) que vetaba la entrada a Estados Unidos de refugiados durante 120 días (indefinidamente, en el caso de sirios) y al que Trudeau respondió con un desafiante mensaje en Twitter, en el que les daba la bienvenida.
Ese no es el que rostro que mostró este en Washington. En una entrevista, el viernes anterior, el primer ministro dijo que trataría de “defender los valores canadienses”, pero “de un modo respetuoso y no desde un punto de vista ideológico”.
El primer ministro canadiense, de 45 años, bebe en muchos aspectos de la tradición de su propio padre, Pierre Elliott Trudeau, que gobernó el país entre 1968 y 1984, con una breve interrupción, y se le considera fundador del Canadá moderno, federal, bilingüista y multicultural. Es significativo que el acto en el que ambos participaron, en su primera cita bilateral, fuera una reunión con mujeres de negocios de ambos países. En el encuentro, la hija de Trump, Ivanka, se sentó junto a Trudeau.
Pese a lo antitético de sus discursos, una de las primeras medidas factuales de la Administración Trump ha sonreído a los canadienses. El presidente republicano aprobó el pasado enero la reactivación del oleoducto Keystone XL, un macroproyecto que supone ampliar un tubo ya existente para transportar petróleo y que conectará Canadá con México, y que el Gobierno de Obama había vetado, toda una victoria del movimiento ecologista. Y Trudeau, que se presenta como concienciado con el Medio Ambiente, que era tan amigo de Obama, celebró la orden de la nueva Casa Blanca por los puestos de trabajo que va a dejar en su país.
Es un ejemplo de los intereses canadienses que penden de Estados Unidos y sirve para explicar, además de las exportaciones, el papel de equilibrio que la cara más progresista de Norteamérica tiene que desempeñar en la era Trump. “Canadá debe ser firme pero correcta en sus relaciones con Trump”, titulaba esta mañana el editorial del Toronto Star, el principal periódico de ese país. “Todos los ministros deben llevarse tan bien como puedan con todos los presidentes, independientemente de sus filias y fobias, e incluso independientemente de graves diferencias en asuntos de principios”, añadía.
En materia económica, Canadá debe pensar en su propio proyecto si Trump pone en riesgo la alianza comercial atlántica, si el estadounidense renegocia el Nafta de un modo que perjudique al país. El pasado octubre, y después de siete años de arduas negociaciones, firmó con la Unión Europea –su segundo socio comercial más importante- un tratado bilateral de libre comercio que elimina la práctica totalidad de los aranceles entre ambas potencias.
Tampoco está claro si ese futuro Nafta pasa por una nueva negociación trilateral, o Canadá y México tratarán de salvar los muebles con Estados Unidos cada uno por su cuenta. A la vista de la reunión de hoy, parece más probable lo segundo. El volumen de comercio de Canadá con el país de Peña Nieto es insignificante comparado con la primera potencial mundial. El ‘América primero’ de Trump, con todo, también le ofrece a Trudeau la oportunidad de asumir un papel de liderazgo para eso que se llama Las Américas, un acercamiento a los países latinoamericanos que ya comenzó su padre.