Rescate relámpago de Gameiro

Entró en el minuto 61 con 1-1 e hizo un hat-trick entre el 80 y el 85. Carrasco marcó al inicio de la segunda parte y Sergio Álvarez había empatado tres minutos después.

Patricia Cazón
As
Cuando el reloj ya estaba en el 85’ y Simeone había vuelto a respirar, y el Sporting moría en la orilla, con pundonor, después de nadar y nadar y acariciar la tierra porque el marcador ya estaba 1-3, Gameiro, el hombre que acababa de hacer dos goles en dos minutos corría de nuevo hacia la portería de Cuéllar. Y en su pisada ya se veía que creía. Y en su mirada. Y en cómo corría hacia Cuellar. Atrás se quedaban los palos constantes con los que sus ocasiones se encontraban. Y aquellos días en los que le faltaba un centímetro para rematar, para golear, para sentirse el Gameiro que el Atleti fichó, el Gameiro del Sevilla. Había salido del banquillo para aupar al Atleti y coronar El Molinón, de nuevo, durante 80’ un Angliru incómodo y rocoso que lo estaba dejando sin oxígeno. Cuatro minutos y 51 segundos después de haber hecho el primer gol, ese que daba la victoria al Atleti, Gameiro hacía su tercero. Vuelve a ser ese futbolista que cuando mira a portería con la punta de sus botas es capaz de cambiar el mundo. Hasta llegar él, lo pasaba mal el Atleti, muy mal.


Como un calco del Levante de Rubi que le arrebató laLiga en la penúltima jornada y en el escenario donde comenzó a perderla, este Sporting de Rubi sale y el Sporting domina, tiene el control y amenaza, aunque, mucho tiempo antes de los goles de Gameiro, cuando éste aún esperaba turno en el banquillo, el que primero que casi celebra el gol es el Atleti. Griezman lo rozó, con un disparo ajustado al palo izquierdo de Cuéllar que se fue fuera rozando el balón con su cuero la madera. Si en vez de disparo directo hubiera mirado a su izquierda y se la hubiera pasado a Torres quizá este final hubiese sido distinto. Solo estaba. Solísimo. La ocasión fue como una campana que sonó a cambio de tercio en el estadio más antiguo de España. El Atleti recuperó la iniciativa. Había descubierto que en el área de Cuéllar no había cocodrilos.

Cayó sobre su hierba Torres en el minuto 20’ ante Meré y mientras El Niño permanecía en la hierba doliéndose y pidiendo penalti, Correa enviaba otro balón fuera rozando el palo, ahora el derecho. Otro cambio de tercio sonó por los viejos pasillos del Molinón. Dos córners y Moyá que saca un balón que se iba a la cruceta. Entonces se oyó el silbato de un árbitro anulando una ocasión del Atleti en la que Torres se hubiera quedado mano a mano ante Cuéllar. No era, lo contó la tele.

El partido tenía ritmo. Lo ponía el de casa, el Sporting, que había vuelto a tomar el partido por la pechera, apoyado en el fútbol de Vesga y arrinconó al Atleti. Todos los balones divididos eran suyos. Todos los centros suyos. Todos los balones buscando los 2,03 metros de altura de Traoré. Una vez le quitó Lucas un balón de los pies que si lo remacha es gol, otra vez paró Moyá mientras El Molinón empujaba con su voz. Veía a su equipo jugar sus mejores minutos con Rubi, en la temporada. Veía a su Sporting, intenso, con posesión, con llegada, con alma. El campo había perdido una mitad, la del Atleti, todo el fútbol, todos los hombres, todas las ocasiones eran de casa. Burgui con sus carreras, Douglas una amenaza, Sergio Álvarez con la brújula y Traoré, una gota malaya buscando, plic, plic, plic, la red de Moyá. Antes del descanso hizo un palo y respondió el Atleti con un balón paseándose por la línea de gol de Cuéllar después de que Correa apareciera de la nada, agarrara un rebote e hiciera una ocasión. Era el mejor de un ataque donde Carrasco era su reverso. Que estaba lo contaba el acta, no el césped.

Entonces comienza la segunda parte. Y saca Griezmann del centro, y Gabi lanza un balón que prolonga Torres y Carrasco dispara y bate a Torres. El césped ya contaba que estaba. Catorce segundos de la segunda parte habían bastado para que su nombre dejara de estar en gris en acta y ahora estuviera en negrita, después de la palabra gol. Respondió el Sporting en la siguiente jugada. Burgui le gana una carrera a Vrsaljko y Sergio Álvarez remata para lograr ese gol que al Sporting se le había resistido en la primera parte aunque Savic estuviera en la línea de gol y no pudo sacarlo. El partido ya estaba como al principio, 1-1. Volvía el asedio del Sporting. El gol de Carrasco había sido espejismo. Un córner después de un balón de Sergio Álvarez que se topó con los reflejos de Moyá. Y seguía atrepetando. Corría Burgui, buscaba a Traoré, despejaba Moyá. Una y otra vez. La jugada era en bucle. Simeone hacía dos cambios a la vez para intentar tomar el partido, pero era imposible, estuvieran Correa y Torres fuera, Gameiro y Saúl dentro, el Sporting seguía plic, plic, plic, gota malay. Remate de Burgui. Remate de Moi. Una fuera, otra despeja Savic, Simeone ve el partido del color de su traje, negro, negro.

Su equipo no tenía ni control ni balón ni claridad para parar y pensar. Que eso de ser tercero empieza a ser difícil. Su última carta fue Thomas, la última opción. Su entrada la celebró Saúl con un cabezazo que obligó a Cuéllar. Los cambios mejoraron al Atleti, que había ganado músculo en el centro del campo, jerarquía. Quizá el Sporting estaba cansado. Quizá Rubi se equivocó al quitar a Traoré. El partido se precipitó. Gol legal de Griezmann que el árbitro castiga con fuera de juego. Carrera que Gameiro le gana a Amorebieta y éste, último hombre, frena metiendo codo, pierna y cuerpo para frenar. No se oyó esta vez un silbato que castigara. Pero Gameiro había salido para dejar atrás todos los palos, los días grises y meter todos esos goles que antes salían solos. Cuatro minutos, tres goles. El primero tras un pase filtrado de Griezmann, el segundo, tras presión de Thomas y gran control, el tercero, de mano a mano. ¡Voilà Kevin! Llegas a tiempo para todo lo grande.

Entradas populares