¿Poco ético o ilegal?: la polémica por el uso de Donald Trump de residencias privadas como Mar-a-Lago para tareas oficiales

EEUU, BBC
Entre la abundante cosecha de controversias que está floreciendo alrededor del gobierno de Donald Trump, una tiene que ver con el uso de sus propiedades privadas para tareas oficiales.
Trump es, por supuesto, un magnate inmobiliario, con vistosas y reconocidas propiedades alrededor del mundo.
Y ha decidido seguir usando algunas de ellas para funciones que de alguna manera tienen que ver con su gobierno.

Esto, sumado a su muy polémica decisión de no separarse completamente de sus negocios privados, como ha sido la usanza en los mandatarios estadounidenses, sino dejarlos en manos de sus hijos, ha acrecentado la preocupación en muchos sectores ante esta práctica de Trump.
El fin de semana pasado el presidente fue anfitrión en su lujoso club privado de Mar-a-Lago, en Florida, del primer ministro japonés Shinzo Abe.
Y ha dicho que espera pasar muchos fines de semana en el resto de su presidencia en su apartamento de la Torre Trump, en plena Quinta Avenida neoyorquina.
Un edificio que, como ocurrió durante las semanas anteriores a la toma de posesión del mandatario, muy posiblemente será el escenario de reuniones importantes con el presidente.
Parte de la discusión se centra en los costos de mantener la seguridad en Nueva York, donde la esposa e hijo menor del presidente siguen viviendo, y en Mar-a-Lago durante las visitas de fin de semana de Trump.

Trump y AbeDerechos de autor de la imagenAFP
Image captionTrump recibió en su mansión al primer ministro japonés Shinzo Abe.

Según el sitio de verificación de datos de políticos, Politifactel costo para la ciudad de Nueva York de proteger la Torre Trump entre el día de la elección y el de la toma de posesión del mandatario, cuando el magnate residía en el edificio, llegó a un total de US$37 millones.
Las autoridades municipales de Nueva York calculan ahora que el costo diario de vigilar a Melania y Barron Trump en Nueva York es más reducido, estimándolo en "menos de US$500.000 diarios", según reporta Politifact.
Mientras que el diario Palm Beach Post cita a autoridades de la oficina del alguacil de Palm Beach, en donde está ubicado el club de Mar-a-Lago, estimando que cuidar al mandatario en sus visitas de fin de semana le cuesta a la policía local cerca de US$60.000 diarios.

Otras Casas Blancas

Que el jefe de Estado use residencias distintas a la Casa Blanca, y que ello requiera protección de las autoridades, no es mi mucho menos inusual en Estados Unidos.
Por décadas han existido "Casas Blancas alternas", residencias privadas en donde los mandatarios se retiraban a pasar temporadas lejos de los reflectores de la capital.
Ronald Reagan y George W. Bush tenían ranchos en California y Texas respectivamente, donde recibieron a muchas de las figuras más importantes de la política mundial.
Una invitación a montar a caballo en el rancho de Reagan o a cortar maleza en el de Bush eran codiciadas preseas de la diplomacia internacional.
Y muchos otros presidentes tuvieron residencias palaciegas para disfrutar durante el fin de semana. George Bush padre siempre uso la imponente mansión familiar en Kennebunkport, Maine, mientras que John F. Kennedy vacacionaba en Palm Beach, no muy lejos de donde lo hace hoy Trump.
Pero la diferencia es que ninguna de esas residencias era una empresa comercial, como si lo es el club de Trump en Mar-a-Lago. O la torre del magnate en Manhattan.

Mar a LagoDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLa mansión de Mar-a-Lago está ubicada en Palm Beach, Florida

De su bolsillo

Trump ha dicho que la invitación de Abe a su club privado en Florida fue pagada del propio bolsillo del presidente estadounidense.
Pero sus críticos advierten que las empresas del magnate se están beneficiando del uso de Mar-a-Lago como una "Casa Blanca de Invierno", pues el club ha aumentado su reputación, lo que ha permitido duplicar el precio de la membresía desde que Trump llegó al poder, pasando de US$100.000 a US$200.000.
También advierten que la presencia frecuente que se espera tenga Trump en la torre del mismo nombre en Manhattan ha llevado a que el Departamento de Defensa estadounidense esté planeando rentar espacio en el edificio para asuntos relativos a la seguridad nacional.

Trump y Melania.Derechos de autor de la imagenAFP
Image captionEl costo de vigilar las residencias también ha generado críticas.

Según la cadena de radio pública estadounidense NPR, un arriendo de un piso de oficinas en ese edificio puede costar US$1,5 millones anuales.
Nuevamente, un dinero que podría terminar en la cuentas de una empresas del magnate.

Problema político

La legalidad de estas conductas no está bajo mayor discusión. Como el mismo presidente ha advertido, la ley lo exime a él personalmente de las normas de conflicto de interés que aplican a otros funcionarios públicos.
Y la norma constitucional que le impide recibir "emolumentos" de gobiernos extranjeros no ha sido violada si todos los costos por la visita del premier japonés Abe al resort de Florida provinieron de su bolsillo y no representaron pagos a Mar a Lago.
Así lo cree Kathleen Clark, experta legal de la Universidad de Washington, en recientes declaraciones a NPR.

Torre Trump, Nueva YorkDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionSe dice que el ministerio de Defensa estadounidense tendrá que rentar oficinas en la Torre Trump de Nueva York.

La discusión está más en el plano político.
Una controversia de este carácter habría podido hundir a muchos políticos estadounidenses. Pero no parece desatar grandes preocupaciones entre los seguidores del magnate.
Al fin y a cabo a Donald Trumplo eligieron presidente a pesar de que se negó a presentar públicamente su declaración de renta, una medida de transparencia que antes era considerada imprescindible para cualquier aspirante a mandatario.
Trump parece mostrarse confiado en que el público estadounidense le perdonará conductas que habrían representado la muerte política de casi cualquier otro líder.
Por lo que no se vislumbra, por ahora, un final a la naciente tradición de las grandes cumbres presidenciales teniendo lugar en los opulentos jardines de las propiedades de Trump.

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