Netanyahu traza ante Trump sus líneas rojas para la paz
El primer ministro israelí exige a los palestinos el reconocimiento del Estado judío y el control de la frontera del Jordán como base para cualquier acuerdo
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
Obsequioso con el nuevo presidente de Estados Unidos hasta bordear la adulación, Benjamín Netanyahu trazó este miércoles en la Casa Blanca dos líneas rojas para la paz en Oriente Próximo. Una es el reconocimiento del carácter judío del Estado de Israel, una vaga denominación que en el fondo acarrea la renuncia de los palestinos a reclamar derechos históricos anteriores a la guerra de los Seis Días. Otra es el control perpetuo del Ejército hebreo sobre la frontera del Jordán y el mar Muerto en Cisjordania, esto es, consolidar al futuro Estado de Palestina como un bantustán, contando además con el bloqueo naval israelí en el Mediterráneo y el cerco militar egipcio en el Sinaí a la Franja de Gaza.
El primer ministro israelí rehuyó asumir la “etiqueta” de la solución de los dos Estados —rueda de molino con la que hubo de comulgar desde 2009 durante los mandatos del demócrata Barack Obama— y puso sobre la mesa de Donald Trump sus dos condiciones de mayor “sustancia”. Desde que la Casa Blanca anticipara la noche anterior que la solución de los dos Estados había dejado de ser un principio sacrosanto para la política exterior de EE UU, los responsables palestinos no dejaron de poner el grito en el cielo. Sobre todo después de que el director de la CIA, Mike Pompeo, hubiese dado a entender en una reunión secreta con el presidente Mahmud Abbas, mantenida la noche del martes en Ramala, que Trump iba a seguir asumiendo la doctrina de los dos Estados, según fuentes de la Autoridad Palestina.
“No tiene ningún sentido”, clamó la veterana dirigente Hannan Ashraui. “Este anuncio solo busca satisfacer a la coalición extremista de Netanyahu”. “La única alternativa a la solución de los dos Estados es un Estado único, democrático, laico y con igualdad para judíos, musulmanes y cristianos en la Palestina (bajo mandato colonial britanico) histórica ”, advirtió a su vez el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina, Saeb Erekat.
Pero el mensaje de Trump mostró además la tendencia de su Administración para inhibirse de imponer la paz. El mandatario republicano asumirá tanto la solución de los dos Estados como la de un solo Estado —sin puntualizar en este caso cuáles serían los derechos de los palestinos de Cisjordania y Jerusalén Este— “si esa es la voluntad de las partes”. Bendijo así la doctrina de Netanyahu de que la paz solo será posible mediante negociaciones directas. Ambos líderes aludieron sin embargo a un entendimiento global con los países árabes (suníes, obviamente) recelosos del auge de Irán como marco global para la paz en Tierra Santa. Trump pidió más flexibilidad a los israelíes, sin concretar sobre qué asuntos, para demostrar que quieren la paz, y a los palestinos les conminó a que “dejen de educarse en el odio”, en una reconvención que parece más moral que política.
Netanyahu pasó de puntilla sobre la cuestión de las colonias judías en Cisjordania y Jerusalén Este, pero tampoco las mencionó en su memorando de líneas rojas. Hasta el punto que Trump, que parecía sentirse confuso ante la aparente complejidad de las preguntas de los periodistas sobre Oriente Próximo, acabó sugiriéndole a Netanyahu: “Me gustaría ver que das un poquito marcha atrás con los asentamientos”. A lo que el primer ministro israelí replicó, antes de reiterar sus dos exigencias básicas: “Los asentamientos no son el problema central del conflicto”. Las conversaciones de paz permanecen bloqueadas desde abril de 2014 precisamente por la línea de roja palestina de no sentarse a negociar mientras Israel prosiga con la expansión de las colonias.
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
Obsequioso con el nuevo presidente de Estados Unidos hasta bordear la adulación, Benjamín Netanyahu trazó este miércoles en la Casa Blanca dos líneas rojas para la paz en Oriente Próximo. Una es el reconocimiento del carácter judío del Estado de Israel, una vaga denominación que en el fondo acarrea la renuncia de los palestinos a reclamar derechos históricos anteriores a la guerra de los Seis Días. Otra es el control perpetuo del Ejército hebreo sobre la frontera del Jordán y el mar Muerto en Cisjordania, esto es, consolidar al futuro Estado de Palestina como un bantustán, contando además con el bloqueo naval israelí en el Mediterráneo y el cerco militar egipcio en el Sinaí a la Franja de Gaza.
El primer ministro israelí rehuyó asumir la “etiqueta” de la solución de los dos Estados —rueda de molino con la que hubo de comulgar desde 2009 durante los mandatos del demócrata Barack Obama— y puso sobre la mesa de Donald Trump sus dos condiciones de mayor “sustancia”. Desde que la Casa Blanca anticipara la noche anterior que la solución de los dos Estados había dejado de ser un principio sacrosanto para la política exterior de EE UU, los responsables palestinos no dejaron de poner el grito en el cielo. Sobre todo después de que el director de la CIA, Mike Pompeo, hubiese dado a entender en una reunión secreta con el presidente Mahmud Abbas, mantenida la noche del martes en Ramala, que Trump iba a seguir asumiendo la doctrina de los dos Estados, según fuentes de la Autoridad Palestina.
“No tiene ningún sentido”, clamó la veterana dirigente Hannan Ashraui. “Este anuncio solo busca satisfacer a la coalición extremista de Netanyahu”. “La única alternativa a la solución de los dos Estados es un Estado único, democrático, laico y con igualdad para judíos, musulmanes y cristianos en la Palestina (bajo mandato colonial britanico) histórica ”, advirtió a su vez el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina, Saeb Erekat.
Pero el mensaje de Trump mostró además la tendencia de su Administración para inhibirse de imponer la paz. El mandatario republicano asumirá tanto la solución de los dos Estados como la de un solo Estado —sin puntualizar en este caso cuáles serían los derechos de los palestinos de Cisjordania y Jerusalén Este— “si esa es la voluntad de las partes”. Bendijo así la doctrina de Netanyahu de que la paz solo será posible mediante negociaciones directas. Ambos líderes aludieron sin embargo a un entendimiento global con los países árabes (suníes, obviamente) recelosos del auge de Irán como marco global para la paz en Tierra Santa. Trump pidió más flexibilidad a los israelíes, sin concretar sobre qué asuntos, para demostrar que quieren la paz, y a los palestinos les conminó a que “dejen de educarse en el odio”, en una reconvención que parece más moral que política.
Netanyahu pasó de puntilla sobre la cuestión de las colonias judías en Cisjordania y Jerusalén Este, pero tampoco las mencionó en su memorando de líneas rojas. Hasta el punto que Trump, que parecía sentirse confuso ante la aparente complejidad de las preguntas de los periodistas sobre Oriente Próximo, acabó sugiriéndole a Netanyahu: “Me gustaría ver que das un poquito marcha atrás con los asentamientos”. A lo que el primer ministro israelí replicó, antes de reiterar sus dos exigencias básicas: “Los asentamientos no son el problema central del conflicto”. Las conversaciones de paz permanecen bloqueadas desde abril de 2014 precisamente por la línea de roja palestina de no sentarse a negociar mientras Israel prosiga con la expansión de las colonias.