Los cardenales reformistas cierran filas en torno al Papa ante la ofensiva conservadora
La reciente campaña ultraconservadora lleva a los purpurados a manifestarse públicamente
Daniel Verdú
Roma, El País
Desde hace dos semanas, usando palabras de Benedicto XVI en su despedida, las aguas bajan algo agitadas en el Vaticano. A las ya conocidas resistencias de algunos sectores de la curia a los aires de cambio llegados con el papa Francisco, se han añadido dos acontecimientos recientes: la guerra a plena luz del día con el gran Maestro de la Orden de Malta, que terminó destituido por el propio Pontífice, y la aparición de diversos carteles en contra de las medidas aperturistas de Francisco pegados en las paredes de algunas calles de Roma. Pero la confirmación de ese malestar ha llegado en un gesto poco habitual del grupo de cardenales más cercanos al Papa, que le han manifestado su apoyo público en respuesta a “los últimos acontecimientos”. Un comunicado que, por la obviedad que expresa y las habituales reservas en airear asuntos internos, resulta revelador.
El llamado C9, el grupo de cardenales a quienes el Pontífice ha encargado el estudio y diseño de las reformas de la Iglesia, se ha reunido por decimoctava ocasión esta semana. Dichos encuentros se han producido desde 2013 sin que hayan trascendido grandes anuncios todavía, excepto la importante creación de la comisión para la defensa de los menores. Sin embargo, al comienzo de la reunión del lunes, el grupo de cardenales se aventuró con un brevísimo escrito. “En relación a los recientes acontecimientos, el Consejo de cardenales expresa pleno apoyo al Papa, asegurando al mismo tiempo adhesión y sostenimiento pleno a su persona y a su magisterio”.
¿A qué acontecimientos se refieren los cardenales del C9? Uno sus integrantes, monseñor Reinhard Marx, esbozó este martes una respuesta a preguntas de la prensa. “Ustedes saben qué acontecimientos... Era el tiempo de repetir que le apoyamos. No hemos querido hacer un drama de esto. Tenemos discusiones en la Iglesia, pero la lealtad al Papa es consustancial a la fe católica. Lo que queríamos decir está en el comunicado”.
El alemán Marx, además de muy cercano a Francisco, ha sido uno de los cardenales que ha defendido públicamente Amoris Laetitia, la aperturista exhortación apostólica con la que el Papa pedía actuar en conciencia, estudiando cada caso y no solo aplicando leyes a la hora de dar los sacramentos, incluso a personas divorciadas, se deducía. “Es mezquino detenerse solo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general. A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas, sino el lugar de la misericordia del Señor”, señaló Francisco en su momento.
Una exhortación hecha pública en abril de 2016 y que se encuentra en el origen de muchas de las críticas recibidas desde el sector más conservador, personificado —puede que incluso, en ocasiones, sobredimensionado— en la figura del cardenal estadounidense Raymond Leo Burke. El purpurado fue también quien en septiembre, junto a otros cuatro cardenales, escribió públicamente al Papa expresando sus dudas sobre Amoris Laetitia y exigiendo que las despejase o procedería a corregirle. Desde entonces, cada vez que las aguas se enturbian, algunos miran hacia él.
Raymond Burke y la Soberana Orden de Malta
El cardenal estadounidense Raymond Burke es también patrón de la Soberana Orden Militar de Malta. Una organización cuyo origen se remonta al año 1048 y que está formada por laicos de familias nobles dedicados a labores humanitarias y cuyo Gran Maestro, Matthew Festing, se vio envuelto en una guerra con Francisco que terminó con su dimisión, impuesta por el Pontífice.
Un nuevo escenario, al final, de la lucha entre los tradicionalistas y el aperturismo del Papa. El conflicto, justamente, partió de una decisión que tomó el purpurado estadounidense —al menos consintió— en la destitución del Gran Canciller Albrecht Freiherr von Boeselager, acusado de permitir la distribución de preservativos en África y Asia por parte de una ONG que colaboraba con la Orden. El Papa decidió nombrar a una comisión que investigase lo sucedido, pero la Orden, representada por su Gran Maestro, reivindicó su soberanía y se negó. Al final Festing y Burke perderán poder al convivir con un delegado del Papa.
Daniel Verdú
Roma, El País
Desde hace dos semanas, usando palabras de Benedicto XVI en su despedida, las aguas bajan algo agitadas en el Vaticano. A las ya conocidas resistencias de algunos sectores de la curia a los aires de cambio llegados con el papa Francisco, se han añadido dos acontecimientos recientes: la guerra a plena luz del día con el gran Maestro de la Orden de Malta, que terminó destituido por el propio Pontífice, y la aparición de diversos carteles en contra de las medidas aperturistas de Francisco pegados en las paredes de algunas calles de Roma. Pero la confirmación de ese malestar ha llegado en un gesto poco habitual del grupo de cardenales más cercanos al Papa, que le han manifestado su apoyo público en respuesta a “los últimos acontecimientos”. Un comunicado que, por la obviedad que expresa y las habituales reservas en airear asuntos internos, resulta revelador.
El llamado C9, el grupo de cardenales a quienes el Pontífice ha encargado el estudio y diseño de las reformas de la Iglesia, se ha reunido por decimoctava ocasión esta semana. Dichos encuentros se han producido desde 2013 sin que hayan trascendido grandes anuncios todavía, excepto la importante creación de la comisión para la defensa de los menores. Sin embargo, al comienzo de la reunión del lunes, el grupo de cardenales se aventuró con un brevísimo escrito. “En relación a los recientes acontecimientos, el Consejo de cardenales expresa pleno apoyo al Papa, asegurando al mismo tiempo adhesión y sostenimiento pleno a su persona y a su magisterio”.
¿A qué acontecimientos se refieren los cardenales del C9? Uno sus integrantes, monseñor Reinhard Marx, esbozó este martes una respuesta a preguntas de la prensa. “Ustedes saben qué acontecimientos... Era el tiempo de repetir que le apoyamos. No hemos querido hacer un drama de esto. Tenemos discusiones en la Iglesia, pero la lealtad al Papa es consustancial a la fe católica. Lo que queríamos decir está en el comunicado”.
El alemán Marx, además de muy cercano a Francisco, ha sido uno de los cardenales que ha defendido públicamente Amoris Laetitia, la aperturista exhortación apostólica con la que el Papa pedía actuar en conciencia, estudiando cada caso y no solo aplicando leyes a la hora de dar los sacramentos, incluso a personas divorciadas, se deducía. “Es mezquino detenerse solo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general. A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas, sino el lugar de la misericordia del Señor”, señaló Francisco en su momento.
Una exhortación hecha pública en abril de 2016 y que se encuentra en el origen de muchas de las críticas recibidas desde el sector más conservador, personificado —puede que incluso, en ocasiones, sobredimensionado— en la figura del cardenal estadounidense Raymond Leo Burke. El purpurado fue también quien en septiembre, junto a otros cuatro cardenales, escribió públicamente al Papa expresando sus dudas sobre Amoris Laetitia y exigiendo que las despejase o procedería a corregirle. Desde entonces, cada vez que las aguas se enturbian, algunos miran hacia él.
Raymond Burke y la Soberana Orden de Malta
El cardenal estadounidense Raymond Burke es también patrón de la Soberana Orden Militar de Malta. Una organización cuyo origen se remonta al año 1048 y que está formada por laicos de familias nobles dedicados a labores humanitarias y cuyo Gran Maestro, Matthew Festing, se vio envuelto en una guerra con Francisco que terminó con su dimisión, impuesta por el Pontífice.
Un nuevo escenario, al final, de la lucha entre los tradicionalistas y el aperturismo del Papa. El conflicto, justamente, partió de una decisión que tomó el purpurado estadounidense —al menos consintió— en la destitución del Gran Canciller Albrecht Freiherr von Boeselager, acusado de permitir la distribución de preservativos en África y Asia por parte de una ONG que colaboraba con la Orden. El Papa decidió nombrar a una comisión que investigase lo sucedido, pero la Orden, representada por su Gran Maestro, reivindicó su soberanía y se negó. Al final Festing y Burke perderán poder al convivir con un delegado del Papa.