Las negociaciones sirias de Ginebra se estancan en viejas desavenencias

Las disputas entre el régimen y los rebeldes sobre el papel de El Asad envenenan el diálogo de paz

Juan Carlos Sanz
Ginebra, El País
Los periodistas más antiguos acreditados en el Palacio de la Naciones de Ginebra tienen la sensación de estar volviendo a vivir la misma situación de años pasados en las negociaciones de paz sobre Siria auspiciadas por la ONU. Delegados gubernamentales y de la oposición acuden cada cierto tiempo a la antigua sede de la Sociedad de Naciones, el órgano diplomático que fue incapaz de impedir el estallido de la Segunda Guerra Mundial.


En las escalinatas de la gran Sala del Consejo, los enviados rebeldes y del régimen repiten de tanto en tanto sus irreconciliables consignas ante reporteros llegados de todo el mundo. Bachar el Asad sí o no, sigue siendo el dilema cuando están a punto de cumplirse seis años desde el inicio de la guerra. Como acertadamente definía la agencia Reuters en el arranque del diálogo entre enemigos, las nuevas conversaciones de Ginebra equivalen a otro día de la marmota con viejas preguntas sin respuesta. EL PAÍS intenta ahora resolver algunos de estos enigmas.
¿Por qué se denominan Ginebra Cuatro?

Tras el fracaso de la primera serie de negociaciones —impulsadas por el ex secretario general de la ONU Kofi Annan en 2012— y del de la segunda ronda —que trató de encauzar sin éxito el exdiplomático argelino Lajdar Brahimi en 2014—, el actual mediador de Naciones Unidas, Staffan de Mistura, logró hilvanar una tercera tanda de conversaciones entre febrero y abril de 2016. Las violaciones del cese de hostilidades arruinaron las sucesivas treguas, la última de las cuales había sido impuesta conjuntamente por Estados Unidos y Rusia. Los combates desembocaron en la trágica batalla de Alepo.

¿A la cuarta irá la vencida?

No hay razones para el optimismo, aunque al menos ahora los representantes de las partes en liza han mantenido su presencia en la ciudad suiza, en lugar de abandonarla con un portazo como en anteriores negociaciones. Desde el 30 de diciembre pasado rige un alto el fuego en Siria apadrinado por Rusia, aliada del régimen, y Turquía, de los rebeldes, que se sostiene a pesar de los bombardeos registrados en los últimos días. Moscú —que lleva la voz cantante en el proceso de Ginebra ante la inhibición de Washington— ha ordenado al Gobierno de El Asad que suspenda las operaciones aéreas.
¿Y cómo ha comenzado esta nueva ronda?

El mediador De Mistura, un veterano diplomático dotado de incansable optimismo y probada paciencia, ha logrado sentar frente a frente a las delegaciones del régimen y de la insurgencia por primera vez en tres años. Las buenas palabras del enviado de Naciones Unidas para Siria, que exhortó a las partes a “cumplir una misión histórica ante las generaciones futuras”, no pudieron ocultar las desafiantes miradas que se cruzaron los contendientes.
¿Por qué negocia el Gobierno si va ganando la guerra?

El Asad ha enviado a Ginebra al frente de la delegación gubernamental al embajador ante Naciones Unidas, Bachar al Yafari, un diplomático de su máxima confianza que ya participó en anteriores conversaciones. Rusia, cuya intervención militar en septiembre de 2015 salvó a El Asad de una derrota que parecía inevitable, trata de buscar una salida al conflicto, después de haber dado un vuelco en favor del régimen, para que no se eternice.
¿Quién representa a una oposición desunida?

La principal plataforma rebelde, el Alto Comité para las Negociaciones (HNC), está encabezada por el cardiólogo suní Naser al Hariri —El Asad también es médico, oftalmólogo en su caso—. Sustituye como delegado al dirigente islamista Mohamed Alush. Los llamados grupos de Moscú y de El Cairo —dos alianzas opositoras menores— intentan hacer oír su voz en el Palacio de las Naciones, donde los representantes de los partidos kurdos sirios han sido vetados por Turquía.
¿Qué reclaman los rebeldes?

Los delegados insurgentes quieren que las conversaciones se desarrollen de forma directa para evitar dilaciones por el intercambio de mensajes a través de la ONU. De Mistura intenta aferrarse a las resoluciones del Consejo de Seguridad para fijar el contenido de la agenda de Ginebra a fin de no ahuyentar a Damasco, pero la oposición exige una negociación política que incluya una transición en el poder en Damasco. Esto es, que no cuente con Bachar el Asad. Al Hariri rechazó ayer la creación de un Gobierno de Unidad Nacional, como defiende el régimen, y reclamó un organismo ejecutivo de transición en el que estén todos los sectores políticos y de la sociedad siria.

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