¿Es cierto que terminó la crisis en Argentina?
Una frase del ministro de Economía –“la recesión ya terminó”- genera polémica
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
Mauricio Macri volvió de su viaje a España y se fue unos días de vacaciones a la quinta presidencial de Chapadmalal, pero ya sabe lo que le espera a su regreso. El miércoles, el presidente ofrecerá el gran discurso político del año, frente al Parlamento, en el inicio del curso y la apertura de sesiones. Macri y su equipo están empeñados en infundir un optimismo que no logran contagiar del todo a millones de argentinos. El Gobierno insiste en que ya ha empezado la recuperación económica, pero muchos, sobre todo la oposición, rechazan esa idea. “En la Argentina la recesión ha terminado. Ya terminó”, sentenció en La Nación el flamante ministro de Economía, Nicolás Dujovne. Y varios salieron a criticarlo o a burlarse. La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner incluso recuperó una frase casi idéntica de Domingo Cavallo en 1996, para ridiculizar al ministro. Cavallo fue el topoderoso ministro de Economía de los 90 al que muchos argentinos culpan del desastre de 2001.
Por primera vez después de ocho años de apagón estadístico, Argentina vuelve a tener datos fiables. Y estos indican que las cosas están mejorando pero los problemas de fondo están lejos de resolverse, con lo que el Gobierno tiene un difícil equilibrio entre el optimismo que quiere promover y la realidad que viven millones de argentinos, que sufren los precios más altos de Latinoamérica, una inflación que sigue siendo la más alta del continente con la excepción de Venezuela y subidas generalizadas en las cuestiones más básicas a la vuelta de las vacaciones de verano.
Una rápida visita a la página oficial del INDEC, el Instituto Nacional de Estadística, muestra esas contradicciones tan habituales de la economía argentina. Por primera vez desde que llegó al Gobierno Mauricio Macri, hay un dato positivo: el estimador mensual de actividad económica ha dejado los negativos para pasar a un 1,6% de crecimiento. Es la cifra de diciembre, en el que la economía produjo más que en noviembre. Sin embargo, incluso ese dato está relativizado en el INDEC: “El indicador, serie original, muestra una variación negativa de 0,1% con relación al mismo período del año anterior”, señala el análisis.
Dujovne sostiene que los datos que él ya maneja muestran que en el último trimestre de 2016 Argentina ya dejó la recesión y volvió al crecimiento, y cree que llegará al 3,5% cuando acabe el año. El último dato del INDEC disponible, que comparara el tercer trimestre de 2016 con el de 2015 muestra una caída del Producto Interior Bruto del 3,8%, lo que corresponde a una profunda recesión. El ministro insiste: eso es el pasado. Y es cierto que el INDEC hace la fotografía bastante después de que suceda.
La industria argentina, con precios desorbitados y un tipo de cambio muy alto que hace que miles de argentinos de clase media-alta viajen a Chile, a EEUU o a Europa y compren allí ropa y electrónica, no acaba de recuperarse. El INDEC aún detecta en enero una caída del 1,1% sobre el mismo mes de 2016. Pero el campo está tirando muy fuerte. Una de las primeras medidas de Macri fue bajar impuestos de forma radical a las exportaciones agrícolas y ganaderas, base histórica de la economía argentina. El campo tira fuerte y un dato colateral lo demuestra: el coche más vendido en Argentina no es un utilitario, como en la mayoría de los países, sino la Toyota Hilux, una cara pick up –entre 28.000 y 55.000 dólares- que es la estrella entre agricultores y ganaderos. “En el trigo fuimos a una cosecha récord histórica. Vamos a tener además una cosecha récord en 2017: vamos a acercarnos a los 125 millones de toneladas”, explica Dujovne.
Macri vuelve así de España con ganas de trasladar a los argentinos el mismo discurso que logró apoyos del mundo del poder empresarial y político español: la idea de que lo peor ya pasó y Argentina ha vuelto a crecer y está lista para que lleguen las inversiones. Sin embargo, en Buenos Aires no será tan fácil como en Madrid, donde, con la excepción de Podemos y cierta tensión con Telefónica, todo fueron aplausos. En la capital argentina le esperan manifestaciones, huelgas, enfado por los cortes de luz, y una enorme presión política de sindicatos y oposición que ya han arrancado el año electoral “La angustia y la desilusión es muy grande. Las tarifas son impagables y los cortes de luz siguen afectando a miles de usuarios cada día”, escribía Sergio Massa, uno de los dirigentes clave de la oposición peronista. “Cuando se sale de la recesión no es tan fácil de que la gente lo sienta", sintetiza Guillermo Nielsen, un economista clave del sector de Massa.
La inflación, de hecho, se está disparando de nuevo en febrero, como efecto de una fuerte subida de la luz –un 148%- y de otras tarifas. Pero Macri y los suyos insisten en que la tienen controlada y se frenará en la segunda parte del año. La lucha entre el optimismo del Gobierno, basado en los primeros datos positivos de su mandato, y la dura realidad de un país devastado por las sucesivas crisis de los últimos 40 años, será el eje de un año electoral imprevisible.
Carlos E. Cué
Buenos Aires, El País
Mauricio Macri volvió de su viaje a España y se fue unos días de vacaciones a la quinta presidencial de Chapadmalal, pero ya sabe lo que le espera a su regreso. El miércoles, el presidente ofrecerá el gran discurso político del año, frente al Parlamento, en el inicio del curso y la apertura de sesiones. Macri y su equipo están empeñados en infundir un optimismo que no logran contagiar del todo a millones de argentinos. El Gobierno insiste en que ya ha empezado la recuperación económica, pero muchos, sobre todo la oposición, rechazan esa idea. “En la Argentina la recesión ha terminado. Ya terminó”, sentenció en La Nación el flamante ministro de Economía, Nicolás Dujovne. Y varios salieron a criticarlo o a burlarse. La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner incluso recuperó una frase casi idéntica de Domingo Cavallo en 1996, para ridiculizar al ministro. Cavallo fue el topoderoso ministro de Economía de los 90 al que muchos argentinos culpan del desastre de 2001.
Por primera vez después de ocho años de apagón estadístico, Argentina vuelve a tener datos fiables. Y estos indican que las cosas están mejorando pero los problemas de fondo están lejos de resolverse, con lo que el Gobierno tiene un difícil equilibrio entre el optimismo que quiere promover y la realidad que viven millones de argentinos, que sufren los precios más altos de Latinoamérica, una inflación que sigue siendo la más alta del continente con la excepción de Venezuela y subidas generalizadas en las cuestiones más básicas a la vuelta de las vacaciones de verano.
Una rápida visita a la página oficial del INDEC, el Instituto Nacional de Estadística, muestra esas contradicciones tan habituales de la economía argentina. Por primera vez desde que llegó al Gobierno Mauricio Macri, hay un dato positivo: el estimador mensual de actividad económica ha dejado los negativos para pasar a un 1,6% de crecimiento. Es la cifra de diciembre, en el que la economía produjo más que en noviembre. Sin embargo, incluso ese dato está relativizado en el INDEC: “El indicador, serie original, muestra una variación negativa de 0,1% con relación al mismo período del año anterior”, señala el análisis.
Dujovne sostiene que los datos que él ya maneja muestran que en el último trimestre de 2016 Argentina ya dejó la recesión y volvió al crecimiento, y cree que llegará al 3,5% cuando acabe el año. El último dato del INDEC disponible, que comparara el tercer trimestre de 2016 con el de 2015 muestra una caída del Producto Interior Bruto del 3,8%, lo que corresponde a una profunda recesión. El ministro insiste: eso es el pasado. Y es cierto que el INDEC hace la fotografía bastante después de que suceda.
La industria argentina, con precios desorbitados y un tipo de cambio muy alto que hace que miles de argentinos de clase media-alta viajen a Chile, a EEUU o a Europa y compren allí ropa y electrónica, no acaba de recuperarse. El INDEC aún detecta en enero una caída del 1,1% sobre el mismo mes de 2016. Pero el campo está tirando muy fuerte. Una de las primeras medidas de Macri fue bajar impuestos de forma radical a las exportaciones agrícolas y ganaderas, base histórica de la economía argentina. El campo tira fuerte y un dato colateral lo demuestra: el coche más vendido en Argentina no es un utilitario, como en la mayoría de los países, sino la Toyota Hilux, una cara pick up –entre 28.000 y 55.000 dólares- que es la estrella entre agricultores y ganaderos. “En el trigo fuimos a una cosecha récord histórica. Vamos a tener además una cosecha récord en 2017: vamos a acercarnos a los 125 millones de toneladas”, explica Dujovne.
Macri vuelve así de España con ganas de trasladar a los argentinos el mismo discurso que logró apoyos del mundo del poder empresarial y político español: la idea de que lo peor ya pasó y Argentina ha vuelto a crecer y está lista para que lleguen las inversiones. Sin embargo, en Buenos Aires no será tan fácil como en Madrid, donde, con la excepción de Podemos y cierta tensión con Telefónica, todo fueron aplausos. En la capital argentina le esperan manifestaciones, huelgas, enfado por los cortes de luz, y una enorme presión política de sindicatos y oposición que ya han arrancado el año electoral “La angustia y la desilusión es muy grande. Las tarifas son impagables y los cortes de luz siguen afectando a miles de usuarios cada día”, escribía Sergio Massa, uno de los dirigentes clave de la oposición peronista. “Cuando se sale de la recesión no es tan fácil de que la gente lo sienta", sintetiza Guillermo Nielsen, un economista clave del sector de Massa.
La inflación, de hecho, se está disparando de nuevo en febrero, como efecto de una fuerte subida de la luz –un 148%- y de otras tarifas. Pero Macri y los suyos insisten en que la tienen controlada y se frenará en la segunda parte del año. La lucha entre el optimismo del Gobierno, basado en los primeros datos positivos de su mandato, y la dura realidad de un país devastado por las sucesivas crisis de los últimos 40 años, será el eje de un año electoral imprevisible.