EE UU sanciona al vicepresidente de Venezuela por supuestos lazos con el narcotráfico

Tareck El Aissami es el funcionario venezolano de más alto nivel castigado hasta la fecha por Washington

Silvia Ayuso
Washington, El País
El vicepresidente de Venezuela ha entrado este lunes en la lista negra de narcotraficantes de Estados Unidos. El Departamento del Tesoro ha incluido a Tareck El Aissami en el grupo de sancionados por su "significativo papel en el narcotráfico internacional", lo que le convierte en el funcionario venezolano más alto en ser castigado por Washington. Las agencias involucradas en la decisión han insistido en que se trata de una acción contra un individuo, no contra un gobierno, y que es el resultado de una "larga investigación". Pero con este paso la Administración de Donald Trump abre un nuevo frente en América Latina y redobla la presión sobre Caracas iniciada por su predecesor, Barack Obama.


Además del vicepresidente venezolano, en la lista de sancionados figuran el empresario venezolano Samark José López Bello, al que Washington considera el “testaferro” de El Aissami, y 13 empresas “pertenecientes o controladas por López Bello” o sus asociados. Las compañías tienen sede en EE UU, Panamá, Reino Unido, Venezuela y las islas Vírgenes Británicas.

Las sanciones se enmarcan en la Ley Kingpin, promulgada en 1999 con el objetivo de bloquear las actividades de individuos o de organizaciones extranjeras sospechosas de estar vinculadas con el narcotráfico y que sean una amenaza para Estados Unidos. Implican la congelación de cualquier bien o activo que los señalados tengan en territorio estadounidense, así como la prohibición de que ciudadanos estadounidenses realicen transacciones comerciales con los castigados. Fuentes del Gobierno estadounidense dijeron que se estima que los bienes de los sancionados en EE UU, especialmente en la zona de Miami, ascienden a “decenas de millones de dólares”. Florida, y más concretamente Miami, es una zona privilegiada por los boliburgueses, la oligarquía que floreció a la sombra del chavismo.

Una acción con fuertes tintes políticos

Las autoridades estadounidenses han sido enfáticas a la hora de señalar que la designación de El Aissami es una decisión “contra un individuo, no un gobierno”. Se trata de “la culminación de una investigación de varios años bajo la Ley Kingpin para identificar a narcotraficantes significativos en Venezuela y demuestra que el poder y la influencia no protegen a los que se involucran en estas actividades ilícitas”, dijo en un comunicado el director en funciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro, John Smith. “El mensaje de esta designación no es político ni económico ni diplomático; se trata de ir contra el narcotráfico”, insistió otra fuente oficial en la teleconferencia.

No obstante, a nadie se le escapan las múltiples y graves implicaciones políticas de una decisión que pone en la mira de EE UU al segundo hombre de mayor poder en Venezuela y potencial sucesor de Nicolás Maduro al frente del Gobierno.

De hecho, hace solo una semana, 32 legisladores, tanto congresistas como senadores republicanos y demócratas, firmaron una carta escrita por el senador demócrata Bob Menéndez y la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen pidiéndole a Trump que imponga nuevas sanciones “inmediatas” a funcionarios venezolanos “responsables de violaciones de derechos humanos y de corrupción”, incluidos, subrayaban, “aquellos presuntamente involucrados en la crisis alimentaria venezolana”. Los legisladores también reclamaban que las agencias estadounidenses “investiguen de forma exhaustiva” la “conducta y actividades” del nuevo vicepresidente venezolano El Aissami, en vista de las informaciones que ligan al nuevo número dos venezolano con “corrupción, narcotráfico y la influencia de organizaciones terroristas en Venezuela”.

Uno de los signatarios, el senador republicano por Florida Marco Rubio, celebró las sanciones contra El Aissami y manifestó su esperanza de que sean “solo el principio para asegurarnos de que el régimen de Maduro siente presión para poner fin a sus actividades ilícitas, liberar a todos los presos políticos, empiece a tolerar el disenso y respete la voluntad de los venezolanos que votaron para que se abandone el desastroso camino de (Hugo) Chávez y Maduro”.

Rubio es, junto con el demócrata Menéndez, el coautor de la ley que a finales de 2014 abrió la puerta a sanciones contra funcionarios venezolanos por parte de Washington durante el Gobierno de Obama. Este emitió una primera tanda de penalizaciones en marzo de 2015, cuando señaló a siete altos funcionarios venezolanos responsables de seguridad y justicia del Gobierno de Maduro como responsables de la “erosión de los derechos humanos” en el país. Además, para gran indignación de Caracas, el presidente demócrata declaró una “emergencia nacional” respecto de Venezuela, un instrumento que le permite al Ejecutivo, en determinadas circunstancias, ir más allá de lo que haya aprobado el Congreso a la hora de dictar sanciones contra un país.

Venezuela, también en el radar de Trump

A diferencia de México, Venezuela no ha figurado en la primera línea de ataque de la retórica de Trump. Pero es un país por el que el presidente republicano se ha interesado en repetidas ocasiones de manera más discreta.

Hace un mes, días antes de asumir la presidencia, Trump recibió en su despacho en la Torre Trump en Nueva York a un grupo de hispanos, entre ellos el exembajador guatemalteco en Washington Julio Ligorría. Según confirmó este a EL PAÍS, el magnate mostró un interés particular por el país sudamericano: Trump preguntó por Venezuela y se interesó específicamente por la situación de dos de los políticos opositores encarcelados por el Gobierno de Nicolás Maduro, Leopoldo López y Antonio Ledezma, de acuerdo con las fuentes.

En las últimas horas, Venezuela ha vuelto a ser tema de conversación en la Casa Blanca. Según el comunicado oficial de la Administración Trump, durante la llamada que Trump hizo el domingo al presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, el estadounidense “manifestó su preocupación por los acontecimientos en Venezuela, incluida la situación humanitaria en ese país”. Trump también dijo estar “preocupado” por Venezuela cuando habló con su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, un día antes, el sábado.

El interés de Trump por Venezuela podría tener un carácter personal. Uno de los clubes privados de lujo que el magnate devenido en presidente tiene en Florida está en Doral, popularmente conocido como “Doralzuela” por la cantidad de venezolanos asentados en esa zona, situación que le habría sensibilizado más sobre la situación del país sudamericano.

Pero Trump no es el único de la nueva Administración estadounidense con historial venezolano. El nuevo secretario de Estado, Rex Tillerson, también tiene desde hace tiempo una cuenta pendiente con el Gobierno chavista. El texano era jefe de la petrolera Exxon Mobil cuando el entonces presidente Hugo Chávez nacionalizó la industria petrolera en la década de 2000, hecho que provocó grandes pérdidas a la compañía que dirigía Tillerson. Ambos se enfrentaron en los tribunales internacionales y, finalmente, Exxon Mobil aceptó un acuerdo por 1.600 millones de dólares, mucho menos que los 10.000 millones en los que había estimado sus pérdidas en Venezuela por la maniobra del Gobierno.

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