Dieciséis años no son nada, Niño
El delantero volvió a brillar ante el Leganés en el Calderón, como hace 16 años, en su debut. Marcó dos goles. Griezmann falló un penalti. El Leganés, voluntarioso, pero sin puntería.
Patricia Cazón
As
Le paró el penalti Herrerín a Griezmann y la pelota quedó muerta en el área para que una pierna la remachara y la enviara a la red. Era de Torres. Y nada suena en el viejo estadio como su mano golpeándose el escudo en el pecho después de un gol: hace casi dieciséis años que lo escucha. Dieciséis. Desde aquella tarde de mayo de 2001 en la que debutara, en el Calderón y ante el Leganés, los tres no habían vuelto a encontrarse en la misma dimensión. Torres, Leganés, Calderón. Tampoco volverán a hacerlo: el estadio vive sus últimas tardes, nueve de Liga le quedan antes del fin, la grúa y el polvo. La de ayer, como tantas otras veces, tuvo un nombre: Torres.
Porque dieciséis años después, Torres corre nada más comenzar el partido hacia la portería del Lega como si volviera a ser aquel crío de 17 años que debutaba con la cara llena de pecas y las piernas cargadas de sueños. Porque dieciséis años después, puede tener en casa dos Eurocopas, un Mundial, una Champions y más de cien goles con la rojiblanca pero corre como si no, con el ímpetu de entonces, el de ese chaval que se echó a los hombros un club de 98 años de historia, con esa zancada marca de la casa que, en el 2’, ya se había plantado ante Herrerín con toda intención y, ahora, en el 14’ quebraba a Siovas y forzaba el penalti.
Griezmann lo fallaba y Torres llegaba al rechace antes que cualquier defensa. Su dedo índice señalando el cielo del Calderón mientras regresaba al centro del campo parecía gritar: “Por vosotros, por nosotros, por estos dieciséis años”. Era su gol número cincuenta en un estadio que en ese momento sólo cantaba un nombre, el suyo. Fernando Tooorres, lololo, Fernando Tooorres.
Quince minutos después comenzó asomar el Leganés a lomos de otro crío que fue recogepelotas sobre este césped del Calderón y soñó con la élite desde su grada (Szymanowski) y el colmillo de un fichaje, Alberto Bueno, que aunque no marcó anunció que pueden venirle a Garitano tiempos mejores en el gol. Apretó el Lega con un remate suyo y un disparo de Unai López antes del descanso: se había quitado de encima la presión de una primera vez en el Calderón y buscaba el empate. Pero entonces volvió a aparecer Torres.
La caseta había traído un cambio, Correa por Saúl, y eso le daba de nuevo vuelo al Atleti. Más chispa, el brío de los primeros minutos y, de nuevo, El Niño en todas partes. Estaba en los cánticos de la grada. Estaba llenando con su arranque cada brizna de césped. Seis minutos tardó en espantarle la esperanza del empate al Leganés, los mismos que tardó Correa en encontrarle en un balón (ma-ra-vi-llo-so su pase filtrado) y sacarse éste de la bota una deliciosa vaselina para evitar la salida de Herrerín. Era su gol 51 en el Calderón y, como un guiño, el reloj le sonrió: minuto 51 decía. Antes del 90’, eso sí, el Leganés volvería a apretar.
Con la lluvia, comenzó el intercambio de golpes y rozaron el gol los de Garitano en un minuto de furia, del 78 al 79. Hubo un remate de Bueno, otro de Samu García y uno más, a bocajarro, de Víctor Díaz pero el primero se topó con la espalda de Godín y los otros dos con los guantes de Moyá, en otra gran noche del portero. Entonces Torres pidió foco de nuevo y agarró un balón para llevárselo en una galopada al área de Herrerín como si tuviera 16 años menos y todo aún estuviera por pasarle. El juego volvió a equilibrarse.
Con ocasiones de Correa, Carrasco y el propio Torres murió el partido antes de que el Fernando Tooorres, lololo volviera a sonar alto, muy alto en el Calderón. Hasta Luis y los demás pudieron escucharlo en el tercer anfiteatro. Y aplaudirle: una vez más le da vuelto al Atleti cuando más lo necesita. Después de dos empates en Liga. Antes de la vuelta de semifinales de Copa en el Camp Nou. Pero no extraña. O no debería: son ya, casi, 16 años haciéndolo.
Patricia Cazón
As
Le paró el penalti Herrerín a Griezmann y la pelota quedó muerta en el área para que una pierna la remachara y la enviara a la red. Era de Torres. Y nada suena en el viejo estadio como su mano golpeándose el escudo en el pecho después de un gol: hace casi dieciséis años que lo escucha. Dieciséis. Desde aquella tarde de mayo de 2001 en la que debutara, en el Calderón y ante el Leganés, los tres no habían vuelto a encontrarse en la misma dimensión. Torres, Leganés, Calderón. Tampoco volverán a hacerlo: el estadio vive sus últimas tardes, nueve de Liga le quedan antes del fin, la grúa y el polvo. La de ayer, como tantas otras veces, tuvo un nombre: Torres.
Porque dieciséis años después, Torres corre nada más comenzar el partido hacia la portería del Lega como si volviera a ser aquel crío de 17 años que debutaba con la cara llena de pecas y las piernas cargadas de sueños. Porque dieciséis años después, puede tener en casa dos Eurocopas, un Mundial, una Champions y más de cien goles con la rojiblanca pero corre como si no, con el ímpetu de entonces, el de ese chaval que se echó a los hombros un club de 98 años de historia, con esa zancada marca de la casa que, en el 2’, ya se había plantado ante Herrerín con toda intención y, ahora, en el 14’ quebraba a Siovas y forzaba el penalti.
Griezmann lo fallaba y Torres llegaba al rechace antes que cualquier defensa. Su dedo índice señalando el cielo del Calderón mientras regresaba al centro del campo parecía gritar: “Por vosotros, por nosotros, por estos dieciséis años”. Era su gol número cincuenta en un estadio que en ese momento sólo cantaba un nombre, el suyo. Fernando Tooorres, lololo, Fernando Tooorres.
Quince minutos después comenzó asomar el Leganés a lomos de otro crío que fue recogepelotas sobre este césped del Calderón y soñó con la élite desde su grada (Szymanowski) y el colmillo de un fichaje, Alberto Bueno, que aunque no marcó anunció que pueden venirle a Garitano tiempos mejores en el gol. Apretó el Lega con un remate suyo y un disparo de Unai López antes del descanso: se había quitado de encima la presión de una primera vez en el Calderón y buscaba el empate. Pero entonces volvió a aparecer Torres.
La caseta había traído un cambio, Correa por Saúl, y eso le daba de nuevo vuelo al Atleti. Más chispa, el brío de los primeros minutos y, de nuevo, El Niño en todas partes. Estaba en los cánticos de la grada. Estaba llenando con su arranque cada brizna de césped. Seis minutos tardó en espantarle la esperanza del empate al Leganés, los mismos que tardó Correa en encontrarle en un balón (ma-ra-vi-llo-so su pase filtrado) y sacarse éste de la bota una deliciosa vaselina para evitar la salida de Herrerín. Era su gol 51 en el Calderón y, como un guiño, el reloj le sonrió: minuto 51 decía. Antes del 90’, eso sí, el Leganés volvería a apretar.
Con la lluvia, comenzó el intercambio de golpes y rozaron el gol los de Garitano en un minuto de furia, del 78 al 79. Hubo un remate de Bueno, otro de Samu García y uno más, a bocajarro, de Víctor Díaz pero el primero se topó con la espalda de Godín y los otros dos con los guantes de Moyá, en otra gran noche del portero. Entonces Torres pidió foco de nuevo y agarró un balón para llevárselo en una galopada al área de Herrerín como si tuviera 16 años menos y todo aún estuviera por pasarle. El juego volvió a equilibrarse.
Con ocasiones de Correa, Carrasco y el propio Torres murió el partido antes de que el Fernando Tooorres, lololo volviera a sonar alto, muy alto en el Calderón. Hasta Luis y los demás pudieron escucharlo en el tercer anfiteatro. Y aplaudirle: una vez más le da vuelto al Atleti cuando más lo necesita. Después de dos empates en Liga. Antes de la vuelta de semifinales de Copa en el Camp Nou. Pero no extraña. O no debería: son ya, casi, 16 años haciéndolo.