Tropas senegalesas penetran en Gambia para desalojar del poder a Yahya Jammeh
El mandatario saliente se niega a dejar el poder pese a la exigencia de los países vecinos, listos para intervenir militarmente
José Naranjo
Banjul, El País
Tropas senegalesas entraron ayer en Gambia con la orden explícita de dirigirse a la capital, Banjul, para desalojar del Palacio Presidencial a Yahya Jammeh, quien perdió las elecciones del pasado diciembre pero se ha negado a dejar el cargo. Los soldados penetraron en el país desde varios puntos apenas unos minutos después de que el Consejo de Seguridad de la ONU autorizara el uso de la fuerza a propuesta de Senegal. Las tropas detuvieron horas después su avance para facilitar un último intento de mediación para que Jammeh deje el poder.
Los acontecimientos se precipitan en Gambia. En solo una tarde su nuevo presidente fue reconocido por la comunidad internacional y se puso en marcha la anunciada intervención militar para expulsar a Jammeh del cargo. Esta opción, la de la fuerza, se produce tras los sucesivos fracasos de la diplomacia africana por convencer a Jammeh. El ganador de las elecciones, Adama Barrow, juró ayer el cargo, pero tuvo que hacerlo en la Embajada gambiana en Senegal dada la negativa de Jammeh a ceder el poder.
Las tropas senegalesas se habían posicionado en la frontera sur partiendo desde Ziguinchor, mientras varios aviones y un barco nigeriano se mantenían cerca para entrar en acción. “Hemos entrado en Gambia”, decía a última hora de la tarde el coronel Abdou Ndiaye, según Reuters. Ghana, Togo y Malí también anunciaron su participación en una acción bélica cuyo objetivo es detener a Jammeh o forzar su salida del país.
Última mediación
Pocas horas después, los soldados detuvieron un avance que se producía sin resistencia para dar una última oportunidad a la mediación internacional. Las tropas bajo el mando de la Comunidad de Estados de África Occidental (Cedeao) interrumpirán su marcha hasta el mediodía de hoy mientras una misión de la Cedeao y de la ONU intenta que Jammeh deje el poder. “Tengo miedo”. Thierno Diouf es de los pocos taxistas que se atrevían a circular ayer por las desiertas calles de Banjul. Mientras atravesaba a toda velocidad el despoblado mercado de Serekunda y se adentraba en la enorme avenida de Kairaba, no se cruzaba con ningún otro coche. “Esto no lo había visto nunca”, insistía Diouf. “No sé qué va a pasar a partir de ahora”. Muchos negocios estaban cerrados. Toda Gambia contenía la respiración.
En la casa de Idrisa Touray, cuatro jóvenes no despegaban la vista de la televisión senegalesa TFM. Exactamente a las 16.58, vestido con un impecable bubu (similar a una túnica) blanco, Adama Barrow apareció en pantalla, levantó su mano derecha y juró sobre un ejemplar del Corán su cargo de nuevo presidente de Gambia. El acto se celebró a cientos de kilómetros de distancia, en Dakar, la capital de Senegal, pero era en Banjul donde a Idrisa se le llenaron los ojos de lágrimas. Cuando sonó el himno, todos se pusieron en pie. Al acabar, todos marcharon para casa. En varios puntos de la ciudad, algunos se atrevieron a tocar la pita, a festejar. Pero tímidamente, como sabiendo que llegaba el momento de las armas.
José Naranjo
Banjul, El País
Tropas senegalesas entraron ayer en Gambia con la orden explícita de dirigirse a la capital, Banjul, para desalojar del Palacio Presidencial a Yahya Jammeh, quien perdió las elecciones del pasado diciembre pero se ha negado a dejar el cargo. Los soldados penetraron en el país desde varios puntos apenas unos minutos después de que el Consejo de Seguridad de la ONU autorizara el uso de la fuerza a propuesta de Senegal. Las tropas detuvieron horas después su avance para facilitar un último intento de mediación para que Jammeh deje el poder.
Los acontecimientos se precipitan en Gambia. En solo una tarde su nuevo presidente fue reconocido por la comunidad internacional y se puso en marcha la anunciada intervención militar para expulsar a Jammeh del cargo. Esta opción, la de la fuerza, se produce tras los sucesivos fracasos de la diplomacia africana por convencer a Jammeh. El ganador de las elecciones, Adama Barrow, juró ayer el cargo, pero tuvo que hacerlo en la Embajada gambiana en Senegal dada la negativa de Jammeh a ceder el poder.
Las tropas senegalesas se habían posicionado en la frontera sur partiendo desde Ziguinchor, mientras varios aviones y un barco nigeriano se mantenían cerca para entrar en acción. “Hemos entrado en Gambia”, decía a última hora de la tarde el coronel Abdou Ndiaye, según Reuters. Ghana, Togo y Malí también anunciaron su participación en una acción bélica cuyo objetivo es detener a Jammeh o forzar su salida del país.
Última mediación
Pocas horas después, los soldados detuvieron un avance que se producía sin resistencia para dar una última oportunidad a la mediación internacional. Las tropas bajo el mando de la Comunidad de Estados de África Occidental (Cedeao) interrumpirán su marcha hasta el mediodía de hoy mientras una misión de la Cedeao y de la ONU intenta que Jammeh deje el poder. “Tengo miedo”. Thierno Diouf es de los pocos taxistas que se atrevían a circular ayer por las desiertas calles de Banjul. Mientras atravesaba a toda velocidad el despoblado mercado de Serekunda y se adentraba en la enorme avenida de Kairaba, no se cruzaba con ningún otro coche. “Esto no lo había visto nunca”, insistía Diouf. “No sé qué va a pasar a partir de ahora”. Muchos negocios estaban cerrados. Toda Gambia contenía la respiración.
En la casa de Idrisa Touray, cuatro jóvenes no despegaban la vista de la televisión senegalesa TFM. Exactamente a las 16.58, vestido con un impecable bubu (similar a una túnica) blanco, Adama Barrow apareció en pantalla, levantó su mano derecha y juró sobre un ejemplar del Corán su cargo de nuevo presidente de Gambia. El acto se celebró a cientos de kilómetros de distancia, en Dakar, la capital de Senegal, pero era en Banjul donde a Idrisa se le llenaron los ojos de lágrimas. Cuando sonó el himno, todos se pusieron en pie. Al acabar, todos marcharon para casa. En varios puntos de la ciudad, algunos se atrevieron a tocar la pita, a festejar. Pero tímidamente, como sabiendo que llegaba el momento de las armas.