Rusia y Turquía intentan consolidar la tregua en Siria para buscar una salida negociada

Las conversaciones en Kazajistán entre régimen y rebeldes buscan reabrir la vía del diálogo en Ginebra

Pilar Bonet
Juan Carlos Sanz
Moscú / Jerusalén, El País
En una primera toma de contacto después de nueve meses de suspensión de las negociaciones, el régimen de Damasco y representantes de las milicias rebeldes sirias se sentaron a una misma mesa este lunes en la capital de Kazajistán. En la agenda de Astaná solo figura un objetivo: consolidar el alto el fuego negociado por Rusia y Turquía, que entró en vigor en Siria el pasado 30 de diciembre, mediante la adopción de mecanismos de supervisión. Moscú y Ankara, con el respaldo de Teherán, intentan que la tregua no vuelva a fracasar en Siria para poder reabrir la vía de las conversaciones de paz de Ginebra auspiciadas por la ONU después de casi seis años de guerra.


Los delegados del Gobierno de Damasco y de la oposición intercambiaron reproches mutuos en la sesión inaugural de la conferencia de Astaná, a la espera de que pueda cuajar la iniciativa trilateral de Rusia, Turquía e Irán. El cumplimiento del acuerdo de alto el fuego declarado a fines de 2016, que no ha conseguido arraigar sobre el terreno, es el eje de este foro negociación, el primero donde el protagonismo recae sobre los jefes guerrilleros insurgentes, y no sobre los líderes políticos opositores.

Concertada el pasado diciembre por los ministros de exteriores de Moscú, Ankara y Teherán, la reunión de Astaná parecía tener unos objetivos más ambiciosos que los que ahora se persiguen. Algunos analistas occidentales la veían como un intento de trasladar (o tal vez complementar) las conversaciones sobre la paz en Siria a un cauce paralelo al de Ginebra, definido por nuevo triángulo de potencias regionales unidas por intereses comunes. Sin embargo, las expectativas expresadas ahora resultan más modestas. “Si Astaná ayuda acelerar el restablecimiento de un formato de negociación, esto ya será un avance positivo”, manifestó Dmitri Peskov, secretario de prensa del presidente Vladímir Putin, citado por el periódico Kommersant.

La reunión en Kazajistán ha sido posible gracias al giro copernicano de la política de Moscú en relación con Turquía en el verano de 2016, cuando formalmente los dos países normalizaron sus relaciones tras la cadena de represalias que Moscú adoptó contra Ankara en el otoño de 2015 tras el derribo de un avión militar ruso en la frontera con Siria. La cita de Astaná parece encajar ahora como un capítulo más en la larga serie de intentos para devolver la paz a Siria. El mediador de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, exhortó a los participantes en el encuentro a crear un mecanismo para controlar el régimen de alto el fuego. “La principal razón por la cual fracasamos hasta ahora es que antes no hubo mecanismo de control del mantenimiento del alto el fuego”, dijo el enviado de Naciones Unidas.

La delegación de la oposición siria está dirigida por el comandante guerrillero Mohamed Alush, uno de los líderes del grupo rebelde Ejército del Islam. Alush exigió en Astaná la salida de Siria de todas las formaciones militarizadas apoyadas por Irán. Sus exigencias afectan al partido-milicia libanés Hezbolá, a los Guardianes de la Revolución iraní y otras milicias chiíes iraquíes y afganas “Estamos por una solución política en Siria, pero esta no es la única posibilidad porque luchamos por nuestros derechos, nuestro derecho a vivir, el derecho a la libertad, el derecho a decidir nuestro destino y el derecho de la gente a decidir quién los representa”, advirtió.

Tras casi seis años, el conflicto sirio ha producido 300.000 víctimas (de los cuales 15.000 menores) y al menos once millones de desplazados, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. La batalla de las tropas regulares sirias para retomar el control de la capital Alepo ha provocado la evacuación de al menos medio millón de personas. El Ejército sirio ha anunciado el pasado 23 de diciembre la toma de control de los últimos reductos rebeldes.

La caída del este de Alepo a finales de 2016 y el acuerdo de evacuación de rebeldes y civiles apadrinado por Rusia y Turquía han generado un nuevo escenario regional en la guerra de Siria. Tras casi seis años de combates, las partes contendientes dan muestras de agotamiento e intentan buscar una salida al conflicto, o al menos precisan una pausa para recuperar fuerzas. Pero las repetidas violaciones de la última tregua acordada amenazan con desencadenar un nuevo estallido general de las hostilidades.

Mientras el régimen del presidente Bachar el Asad se limita a ofrecer una amnistía a los grupos insurgentes que depongan las armas, la oposición —representada en Astana solo por los comandantes insurgentes— reclama medidas como el levantamiento del asedio de los feudos insurgentes a fin de facilitar la entrega de ayuda humanitaria a la población civil y la liberación de los prisioneros de la oposición en manos del Gobierno.

El mediador de Naciones Unidas De Mistura, recordó a ambas partes las anteriores treguas acordadas fracasaron precisamente ante la falta de mecanismos de verificación asumidos por ambas partes. Pese a haberse sentado en una misma mesa al inicio de la conferencia, los representantes del bando rebelde evitaron todo contacto directo con el régimen, representado en Astana por el embajador sirio ante la ONU, Bachar al Jaafari.

Los convocantes de la conferencia de Astana impulsan una propuesta de declaración final en la que se comprometen a combatir conjuntamente a los yihadistas del Estado Islámico y al Ejército de la Conquista de Siria (antes llamado Frente al Nusra, filial de Al Qaeda), así como a garantías de control para la observancia del alto el fuego. Irán, firme aliado de El Asad junto a Rusia, actúa también como garante, al igual que Turquía, que respalda a su vez a la oposición siria. Estados Unidos fue invitado a enviar una delegación a Astaná, pero ha limitado su presencia y está representado solo por su embajador en Kazajistán, en calidad de observador.

Si las partes alcanzan un compromiso para mantener la tregua avalada por Moscú, Teherán y Ankara, que cuentan con fuerzas sobre el terreno y pueden hacerlo cumplir efectivamente, las negociaciones de Ginebra para buscar una salida al conflicto podrán reanudarse a comienzos de febrero con garantías de que las hostilidades no interrumpirán una vez más el diálogo político. La resolución 2254 adoptada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU marcó en diciembre de 2015 la hoja de ruta para una transición en Siria, jalonada por una nueva Constitución pactada, un Gobierno transitorio de unidad nacional y la convocatoria de elecciones libres. El principal escollo para una salida negociada a la guerra sigue siendo la figura del presidente El Asad. Mientras el régimen insiste en que permanezca en el cargo, tras verse reforzado tras su victoria sobre la rebelión en Alepo, la oposición exige su retirada de la escena política una vez completadas las primeras fases de la transición.

Las fuerzas kurdas de Siria, que controlan la franja nororiental del país, han sido excluidas del proceso de diálogo de Astaná ante la presión de Turquía, que considera que sus milicias de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) están aliadas con la guerrilla separatista kurda Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en el sureste de Anatolia. Fuentes de las YPG advirtieron de que no se someterán a los eventuales acuerdos logrados en la negociación en la capital de Kazajistán.

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