Jugar al ataque tiene premio

El Atlético, con una alineación ofensiva, pone pie y medio en semifinales tras golear al Eibar en la ida. Marcaron Griezmann, con ayuda de Yoel, Correa y Gameiro.

Patricia Cazón
As
Los ojos asomaban debajo de los gorros, apenas un centímetro de piel escondidos bajo bufandas, orejeras, pantalones térmicos, guantes a juego y botas de nieve. Se deshacía la tarde fría en Madrid, la que más del invierno según los termómetros, con dos grados sobre cero que ponían en negativo los golpes de aire que venían, como latigazos de hielo, del río Manzanares. Y, sin embargo, ahí estaban 25.000 valientes, enfrentándose al viento polar en la grada del Calderón con pundonor romántico: el año que viene, quizá, en partidos como éste, abrigará la cubierta del Wanda Metropolitano pero ayer lo hicieron los goles.


O las carreras de Griezmann, como esa del minuto 23 después de que el Eibar hubiera dejado dos señales en el área de Moyá en dos carreras de Peña, de natural delantero y ayer lateral. Si Simeone había salido con Carrasco como segundo punta y Correa pegado a esa cal derecha que es kryptonia para el belga, al entrenador visitante le obligaban las bajas. El Cholo había tenido carreras pero no ocasiones. Mendilibar ya esas dos: una terminó en disparo de Bebé y otra en remate del propio Peña que sacó Savic bajo palos antes de que Grizi se cosiera el balón a la bota. Cinco minutos después la pelota estaba en la red de Yoel.

Pero no valió. La carrera de Griezmann había terminado en una falta lateral que había lanzado Koke, peinaba el francés (quizá en fuera de juego) y, en última instancia, rozaba Savic. Durante unos segundos el gol fue válido. Lo dio un línea y lo certificó otro antes de que Mateu lo anulara. A Griezmann lo mismo le dio que no subiera al marcador. Dos minutos después había hecho otro legal.

Y fue casi un calco. Otra falta lanzada por Koke, ahora desde el centro, a cuyo remate fueron de cabeza Giménez y el francés ante un voyeur: Yoel. Había salido el portero a despejar no se sabe muy bien qué, dejando a su espalda la portería como una enorme boca abierta y vacía a la que enseguida dio de comer Grizi: fue el que primero llegó a ese balón de Koke. Y este gol sí subió al marcador. No estaba la tarde para la frivolidad de ir rechazando regalos.

Tardó en entrar en calor la segunda parte, con un Mendilibar incapaz de dejar de chasquear la boca en el banquillo. Quizá por el frío o, quizá, porque por muchas carreras que Bebé y Peña se dieran, no eran capaces de agrietar a una defensa rojiblanca que volvió a mostrar su perfil más sólido en su versión más al ataque, con Koke y Saúl en el centro y Gabi y Godín en el banco.

El Atleti le había dado metros al Eibar pero en realidad era una trampa: sólo esperaba agazapado. Pudo tenerla Gaitán (gran partido, otro más) y pudo tenerla Carrasco antes de que la tuviera Correa. De hecho, el último sólo tuvo que aprovechar que la defensa del Eibar dejara en el área un balón muerto para su zurda tras rechazar dos disparos del belga. 2-0.

Simeone lo celebró en la banda zarandeando a Gameiro, preparado para el cambio, mientras Mendilibar lo lamentaba con Enrich y Luna, también listos para entrar. En el Eibar, los cambios devolvieron a Peña a su sitio, arriba, pero de nada sirvió. En la primera pelota que Gameiro tocó hizo el tercero: fue de cabeza tras una asistencia de Griezmann también de cabeza. Conexión francesa.

El balón había salido del córner y lo había tocado primero un Giménez que justo después volvería al mediocentro. Porque justo después del 3-0 Simeone dio por finalizado el descanso de Gabi y Godín: en el 76’ su vieja guardia estaba sobre el césped para sujetar el resultado de una eliminatoria a la que le quedan 90 minutos en Ipurua pero parece hecha. Lo merecían los últimos románticos, esos 25.000 valientes que ayer desafiaron al frío para ver, bajo los gorros y las capas de abrigo, cómo asoman las semifinales de esta Copa, la última que vivirá el Calderón.

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