El Barça rompe el gafe de Anoeta a base de percusión
En un partido muy trabado, físico y de más errores que aciertos, los culés supieron sufrir y ganar gracias a un gol de penalti de Neymar.
Santi Giménez
As
Rompió el Barcelona la maldición de Anoeta, donde no ganaba desde 2007, en un partido en el que se impuso por 0-1 con un tanto de penalti de Neymar en una actuación que tuvo mucho de industrial y muy poco de lírica. Fueron 90 minutos de apretar los dientes ante un rival que exigió como acostumbra a los blaugrana en una noche en la que abundaron más los errores que los gestos desequilibrantes. De hecho, la jugada que acabó por valer el gol y el partido que deja las semifinales cerca del conjunto catalán, fue una de las pocas en la que los delanteros se impusieron a las defensas en 90 minutos en los que la tónica general fue la percusión por encima de la cuerda. Puede que en homenaje a la Tamborrada.
El Barcelona, a base de tanto tropezar, salió a Anoeta con la lección aprendida. Puede que la inclusión de Umtiti en la defensa como pareja de Piqué fuera uno de los remedios a la sangría que acostumbra a sufrir el conjunto barcelonista en Donostia. Al argentino se le daba como titular por el hecho de estar sancionado de cara al próximo partido de Liga, pero ni por esas salió de inicio. El francés, que empezó nervioso, acabó cumpliendo con creces. Sólido por alto, rápido en el achique y con buenas decisiones para sacar la pelota.
La Real se ciñó al guión que se esperaba. Muy valiente en la presión y, de nuevo, excelentemente colocada en el campo dificultando cualquier transición rápida del Barcelona. No obstante, Neymar tenía un filón a explotar en su banda donde Aritz Elustondo cubría las bajas de los laterales naturales del equipo donostiarra.
Y en una de las escasa jugadas en las que el Barcelona le ganó la espalda a la defensa local, Neymar se frenó en seco obligando al realista a cometer un penalti indiscutible, que transformó el propio jugador brasileño con esa paradinha eterna que parece haberse convertido en su recurso de seguridad.
No cambió el decorado del partido ese tanto, pero sí que lo hizo la ausencia de Iniesta en el inicio de la segunda parte. El manchego se quedó en la caseta y el Barcelona perdió el orden y la pausa que había tenido en la primera mitad y que tanto iba a necesitar en la segunda.
Neymar pudo archivar el partido en un uno contra uno ante Rulli en el que falló en el control, que se le marchó largo, y a partir de ahí, la Real empezó a atosigar al Barcelona con más llegadas que ocasiones. No había manera de que ninguno de los dos equipos pudiera considerarse el dueño del partido porque el juego se embarullaba constantemente. Fruto de estas acciones que provocaban choques, piques, faltas y protestas se pidieron penaltis en ambas áreas y el público donostiarra solicitó la segunda tarjeta amarilla a Messi por obstaculizar un saque de falta rápida de Illarramendi. La primera amarilla Leo la había visto por protestar una de las múltiples faltas que sufrió y por las que sus rivales no vieron amarilla hasta que González González se la enseñó a Illarramendi en el minuto 90.
Con los dientes apretados y sin sentirse el dueño del partido, pero sacando adelante el resultado, el Barcelona rompió el gafe de Anoeta confirmando su crecimiento a pesar de que el próximo jueves, en el Camp Nou, se espera otra sesión de percusión para decidir cual de los equipos será el semifinalista de Copa.
Santi Giménez
As
Rompió el Barcelona la maldición de Anoeta, donde no ganaba desde 2007, en un partido en el que se impuso por 0-1 con un tanto de penalti de Neymar en una actuación que tuvo mucho de industrial y muy poco de lírica. Fueron 90 minutos de apretar los dientes ante un rival que exigió como acostumbra a los blaugrana en una noche en la que abundaron más los errores que los gestos desequilibrantes. De hecho, la jugada que acabó por valer el gol y el partido que deja las semifinales cerca del conjunto catalán, fue una de las pocas en la que los delanteros se impusieron a las defensas en 90 minutos en los que la tónica general fue la percusión por encima de la cuerda. Puede que en homenaje a la Tamborrada.
El Barcelona, a base de tanto tropezar, salió a Anoeta con la lección aprendida. Puede que la inclusión de Umtiti en la defensa como pareja de Piqué fuera uno de los remedios a la sangría que acostumbra a sufrir el conjunto barcelonista en Donostia. Al argentino se le daba como titular por el hecho de estar sancionado de cara al próximo partido de Liga, pero ni por esas salió de inicio. El francés, que empezó nervioso, acabó cumpliendo con creces. Sólido por alto, rápido en el achique y con buenas decisiones para sacar la pelota.
La Real se ciñó al guión que se esperaba. Muy valiente en la presión y, de nuevo, excelentemente colocada en el campo dificultando cualquier transición rápida del Barcelona. No obstante, Neymar tenía un filón a explotar en su banda donde Aritz Elustondo cubría las bajas de los laterales naturales del equipo donostiarra.
Y en una de las escasa jugadas en las que el Barcelona le ganó la espalda a la defensa local, Neymar se frenó en seco obligando al realista a cometer un penalti indiscutible, que transformó el propio jugador brasileño con esa paradinha eterna que parece haberse convertido en su recurso de seguridad.
No cambió el decorado del partido ese tanto, pero sí que lo hizo la ausencia de Iniesta en el inicio de la segunda parte. El manchego se quedó en la caseta y el Barcelona perdió el orden y la pausa que había tenido en la primera mitad y que tanto iba a necesitar en la segunda.
Neymar pudo archivar el partido en un uno contra uno ante Rulli en el que falló en el control, que se le marchó largo, y a partir de ahí, la Real empezó a atosigar al Barcelona con más llegadas que ocasiones. No había manera de que ninguno de los dos equipos pudiera considerarse el dueño del partido porque el juego se embarullaba constantemente. Fruto de estas acciones que provocaban choques, piques, faltas y protestas se pidieron penaltis en ambas áreas y el público donostiarra solicitó la segunda tarjeta amarilla a Messi por obstaculizar un saque de falta rápida de Illarramendi. La primera amarilla Leo la había visto por protestar una de las múltiples faltas que sufrió y por las que sus rivales no vieron amarilla hasta que González González se la enseñó a Illarramendi en el minuto 90.
Con los dientes apretados y sin sentirse el dueño del partido, pero sacando adelante el resultado, el Barcelona rompió el gafe de Anoeta confirmando su crecimiento a pesar de que el próximo jueves, en el Camp Nou, se espera otra sesión de percusión para decidir cual de los equipos será el semifinalista de Copa.