El Alavés merece, el Atleti espanta
El Alavés tuvo fases en las que fue mejor que los rojiblancos. Pacheco y Moyá, de los mejores del partido. El décimo pinchazo, en 20 partidos, de los de Simeone.
Patricia Cazón
As
"El horror, el horror”. El grito final de Kurtz en El corazón de las tinieblas podría haberlo entonado ayer Simeone mientras las zancadas de Theo sonaban a La cabalgata de las Valkirias de Wagner. El horror. O su equipo boqueando en el 92’, agarrado a los guantes de Moyá como único argumento para seguir 0-0, ante un Alavés que asediaba y Godín, desquiciado, se intercambiaba escupitajos con Deyverson y le daba una colleja a Manu García. El silbato del árbitro puso fin a la pesadilla después de que nadie rematara ese balón de Theo y el Atleti despertara, aturdido y desnudo, con un punto más en su bolsillo. Aún está preguntándose cómo. El Alavés digo.
Buscó el gol de todas las maneras y en todos los minutos. Quizá la respuesta sea Moyá o su falta de puntería, pero fue tal el baño que la noticia para el Atleti fue sobrevivir a Mendizorroza. El Alavés avisó pronto: rodó el balón y corrió Camarasa mientras los rojiblancos le hacían pasillo. Sería una constante. Noventa minutos de agua y el jabón en la mano de un viejo conocido: Theo.
Él lo acaparaba todo. El vértigo y los focos, con Marcos Llorente y Camarasa como compañeros de recital. Uno, dueño de cada balón en el centro y, el otro, siendo desmarque, velocidad y fútbol total en cada carrera. El Atleti no sabía cómo frenarle. Era incapaz. No ayudaban sus bandas, ocupadas por dos ninis, Carrasco y Gaitán: ni corrían ni cubrían ni defendían. Que respiraban no se supo hasta la segunda parte cuando uno, el belga, le dio una patada a una botella porque le cambiaron, y otro, el argentino, estampó en el cuerpo del Pacheco la única ocasión que el Atleti tendría. La única de verdad en 90’. Así de pobre fue.
A los veinte minutos, sobrepasado, Simeone ya había intentado cambiar el partido invirtiendo las bandas (Carrasco a la izquierda, Gaitán a la derecha) y su equipo comenzó a emitir señales. Pulso leve, pero algo era tal y como estaba, muerto, desconocido. Sólo una vez logró Koke bajar el balón al suelo y jugarlo: éste pasó por Carrasco y Griezmann antes de terminar en Gameiro y la nada, porque al francés, una vez más, le faltó un centímetro, ahora para controlar.
El Alavés hacía muchos minutos ya que había convertido en ocasiones su superioridad. La tuvo Ibai, la tuvo Manu García y la tuvo Deyverson, pero una se topó con Moyá, otra con el larguero y la última con el corpachón de Giménez metiéndose por medio. Cuando el árbitro pitó el descanso, Mendizorroza miraba asombrado el marcador: 0-0. Los 45 minutos de agua le habían dejado, al Atleti, al menos, la piel intacta, sin ninguna puñalada.
La segunda parte no cambió nada. El Atleti lanzaba su primer córner en el 53’ (terminó en nada, pero al menos ya era algo) y Camarasa seguía como dueño y señor mientras Giménez no tenía tanto cuerpo para hacer por dos cuando Godín se desconectaba. Cuerpo que, en el 54’, dijo basta: en una jugada con Deyverson su aductor se rompió. Su baja precipitó los cambios del Cholo. Fuera Gameiro y Carrasco. Dentro Torres y Correa. El primer balón que tocó el argentino terminó en parada de Pacheco, más de lo que en los últimos 61’ había pasado por aquel área casi inédita. El campo seguía volcado hacia Moyá: Edgar, que había salido por Ibai en el 65’, lo hacía bajo el Plan Camarasa, asediando.
Fue justo después de que Mendizorroza despidiera a Camarasa como se le dice adiós a un héroe, en pie, cuando alguien pegó un patadón a un balón que voló 25 metros y se convirtió en la contra que Gaitán acabó estampando en Pacheco. Pero se esfumó esa ocasión y el Atleti terminó de desintegrarse: Filipe se llevaría con dolor la mano atrás, Correa correría cojo y Alavés no dejaría de acorralar. Era el descuento cuando Theo galopaba como si le sobrara el aliento y Simeone hubiera podido gritar como Kurtz en El corazón de las tinieblas. O peor. Porque ahí asoman el Barça y Messi. El horror, el horror.
Patricia Cazón
As
"El horror, el horror”. El grito final de Kurtz en El corazón de las tinieblas podría haberlo entonado ayer Simeone mientras las zancadas de Theo sonaban a La cabalgata de las Valkirias de Wagner. El horror. O su equipo boqueando en el 92’, agarrado a los guantes de Moyá como único argumento para seguir 0-0, ante un Alavés que asediaba y Godín, desquiciado, se intercambiaba escupitajos con Deyverson y le daba una colleja a Manu García. El silbato del árbitro puso fin a la pesadilla después de que nadie rematara ese balón de Theo y el Atleti despertara, aturdido y desnudo, con un punto más en su bolsillo. Aún está preguntándose cómo. El Alavés digo.
Buscó el gol de todas las maneras y en todos los minutos. Quizá la respuesta sea Moyá o su falta de puntería, pero fue tal el baño que la noticia para el Atleti fue sobrevivir a Mendizorroza. El Alavés avisó pronto: rodó el balón y corrió Camarasa mientras los rojiblancos le hacían pasillo. Sería una constante. Noventa minutos de agua y el jabón en la mano de un viejo conocido: Theo.
Él lo acaparaba todo. El vértigo y los focos, con Marcos Llorente y Camarasa como compañeros de recital. Uno, dueño de cada balón en el centro y, el otro, siendo desmarque, velocidad y fútbol total en cada carrera. El Atleti no sabía cómo frenarle. Era incapaz. No ayudaban sus bandas, ocupadas por dos ninis, Carrasco y Gaitán: ni corrían ni cubrían ni defendían. Que respiraban no se supo hasta la segunda parte cuando uno, el belga, le dio una patada a una botella porque le cambiaron, y otro, el argentino, estampó en el cuerpo del Pacheco la única ocasión que el Atleti tendría. La única de verdad en 90’. Así de pobre fue.
A los veinte minutos, sobrepasado, Simeone ya había intentado cambiar el partido invirtiendo las bandas (Carrasco a la izquierda, Gaitán a la derecha) y su equipo comenzó a emitir señales. Pulso leve, pero algo era tal y como estaba, muerto, desconocido. Sólo una vez logró Koke bajar el balón al suelo y jugarlo: éste pasó por Carrasco y Griezmann antes de terminar en Gameiro y la nada, porque al francés, una vez más, le faltó un centímetro, ahora para controlar.
El Alavés hacía muchos minutos ya que había convertido en ocasiones su superioridad. La tuvo Ibai, la tuvo Manu García y la tuvo Deyverson, pero una se topó con Moyá, otra con el larguero y la última con el corpachón de Giménez metiéndose por medio. Cuando el árbitro pitó el descanso, Mendizorroza miraba asombrado el marcador: 0-0. Los 45 minutos de agua le habían dejado, al Atleti, al menos, la piel intacta, sin ninguna puñalada.
La segunda parte no cambió nada. El Atleti lanzaba su primer córner en el 53’ (terminó en nada, pero al menos ya era algo) y Camarasa seguía como dueño y señor mientras Giménez no tenía tanto cuerpo para hacer por dos cuando Godín se desconectaba. Cuerpo que, en el 54’, dijo basta: en una jugada con Deyverson su aductor se rompió. Su baja precipitó los cambios del Cholo. Fuera Gameiro y Carrasco. Dentro Torres y Correa. El primer balón que tocó el argentino terminó en parada de Pacheco, más de lo que en los últimos 61’ había pasado por aquel área casi inédita. El campo seguía volcado hacia Moyá: Edgar, que había salido por Ibai en el 65’, lo hacía bajo el Plan Camarasa, asediando.
Fue justo después de que Mendizorroza despidiera a Camarasa como se le dice adiós a un héroe, en pie, cuando alguien pegó un patadón a un balón que voló 25 metros y se convirtió en la contra que Gaitán acabó estampando en Pacheco. Pero se esfumó esa ocasión y el Atleti terminó de desintegrarse: Filipe se llevaría con dolor la mano atrás, Correa correría cojo y Alavés no dejaría de acorralar. Era el descuento cuando Theo galopaba como si le sobrara el aliento y Simeone hubiera podido gritar como Kurtz en El corazón de las tinieblas. O peor. Porque ahí asoman el Barça y Messi. El horror, el horror.