Un Sevilla indestructible
Con un gigantesco Nzonzi, y en un partido serio, contuvo al Lyon y termina segundo de grupo. Arsenal, Nápoles, Mónaco, Dortmund y Leicester, posibles rivales.
Juan Jiménez
As
Tantas veces ganador de la Europa League, el Sevilla llevaba años con ganas de verse también en el Top-16 del jardín de los ricos europeos, concretamente siete. Con un Nzonzi gigantesco, multiplicándose y al nivel ya de los mejores mediocentros de Europa, vuelve al sorteo del glamour, el de los octavos de final en Nyon, después de empatar a cero en un ejercicio defensivo y de concentración casi perfecto.
Lyon no era plaza fácil y la competición, la más grande, exige saber sufrir. El Sevilla no se derritió cuando el partido requería y pidió la hora más para llegar al descanso que al final, al que llegó silbando. Aburrió al rival, y acabó superior con Nasri dueño del balón y Vitolo, qué futbolista, campando a sus anchas. Un Sevilla indestructible que, apenas seis meses después de cambiar de entrenador y filosofía, cumple su primer objetivo y, ojo, apunta a un sorteo que le da esperanza: el Arsenal y el Dortmund son sus cocos. El Mónaco, el Nápoles y el Leicester, rivales ciertamente asequibles.
Sabedor de que no podría dar indicaciones en el banquillo, Sampaoli quiso darle su toque de autor al partido con el once. Borró a Vietto, al que no le encuentra la suficiente jerarquía aún, y a Ben Yedder (sin ella y más de espacios cortos) y se la jugó con un equipo de centrocampistas que incluía a Nzonzi, Iborra, Vitolo, Sarabia y Nasri. El francés, que llevaba haciendo una mini-pretemporada quince días, demostró pronto que no estaba al máximo nivel y que jugaba por galones. Sampaoli le liberó de tareas defensivas pero al primer balón que cogió no encaró en el balcón del área, justo el sitio que más le gusta. Su evidente déficit físico en la primera parte contrastó con su dominio del juego tras el descanso. El de un futbolista diésel que sabe dosificarse.
El Lyon había salido con un avión. Valbuena obligó a una buena parada de Rico nada más empezar. Gonalons y Tolisso se adueñaron del balón, Ghezzal fue de la banda al centro y el diminuto Valbuena fue un tormento. El Sevilla salió el partido a especular y a mirar el reloj. Y sin delanteros para hacer grande el campo más allá de Vitolo, empezó a meterse atrás. Era una mala señal.
De pronto, en el Parc OL, sobre el que caía la niebla, se jugaron seis minutos de infarto. Vitolo remató al palo (19’), Valbuena pidió un penalti (21’) y al momento el canario otro que pareció clarísimo de Anthony Lopes. Eriksson se hizo lo que es, sueco, y al momento Tolisso (24’) impactó otra vez con el larguero. Pareció increíble que el partido saliese de esa sucesión de escaramuzas sin goles. Después de una pequeña tregua, el Lyon pegó otro arreón final en la primera parte que hizo tambalearse al Sevilla: Mariano salvó milagrosamente un remate de Lacazette que iba para adentro y Valbuena volvió a reventar el balón con el larguero. Ya nadie tenía frío en el que Parc OL, que rugía como en las mejores noches de Gerland.
Sampaoli, embutido en un anorak en un palco, estaba impedido por la UEFA para dar instrucciones al descanso. Justo en un partido en el que tocaba intervencionismo. Pero Lillo debió decir cosas interesantes al descanso porque el Sevilla creció, especialmente Nzonzi, que se multiplicó y se pidió el liderazgo del partido. A su lado se puso Nasri, que se adueñó de la pelota. Mariano empezó a controlar a Valbuena, que ya no pareció tan diablo. Rami, Pareja y Mercado se comieron a Lacazette y a Ghezzal. Lillo masticó bien los cambios y el Sevilla casi ni sufrió al final. Su primera fase merecía premio. Vuelve al sorteo más glamouroso del año.
Juan Jiménez
As
Tantas veces ganador de la Europa League, el Sevilla llevaba años con ganas de verse también en el Top-16 del jardín de los ricos europeos, concretamente siete. Con un Nzonzi gigantesco, multiplicándose y al nivel ya de los mejores mediocentros de Europa, vuelve al sorteo del glamour, el de los octavos de final en Nyon, después de empatar a cero en un ejercicio defensivo y de concentración casi perfecto.
Lyon no era plaza fácil y la competición, la más grande, exige saber sufrir. El Sevilla no se derritió cuando el partido requería y pidió la hora más para llegar al descanso que al final, al que llegó silbando. Aburrió al rival, y acabó superior con Nasri dueño del balón y Vitolo, qué futbolista, campando a sus anchas. Un Sevilla indestructible que, apenas seis meses después de cambiar de entrenador y filosofía, cumple su primer objetivo y, ojo, apunta a un sorteo que le da esperanza: el Arsenal y el Dortmund son sus cocos. El Mónaco, el Nápoles y el Leicester, rivales ciertamente asequibles.
Sabedor de que no podría dar indicaciones en el banquillo, Sampaoli quiso darle su toque de autor al partido con el once. Borró a Vietto, al que no le encuentra la suficiente jerarquía aún, y a Ben Yedder (sin ella y más de espacios cortos) y se la jugó con un equipo de centrocampistas que incluía a Nzonzi, Iborra, Vitolo, Sarabia y Nasri. El francés, que llevaba haciendo una mini-pretemporada quince días, demostró pronto que no estaba al máximo nivel y que jugaba por galones. Sampaoli le liberó de tareas defensivas pero al primer balón que cogió no encaró en el balcón del área, justo el sitio que más le gusta. Su evidente déficit físico en la primera parte contrastó con su dominio del juego tras el descanso. El de un futbolista diésel que sabe dosificarse.
El Lyon había salido con un avión. Valbuena obligó a una buena parada de Rico nada más empezar. Gonalons y Tolisso se adueñaron del balón, Ghezzal fue de la banda al centro y el diminuto Valbuena fue un tormento. El Sevilla salió el partido a especular y a mirar el reloj. Y sin delanteros para hacer grande el campo más allá de Vitolo, empezó a meterse atrás. Era una mala señal.
De pronto, en el Parc OL, sobre el que caía la niebla, se jugaron seis minutos de infarto. Vitolo remató al palo (19’), Valbuena pidió un penalti (21’) y al momento el canario otro que pareció clarísimo de Anthony Lopes. Eriksson se hizo lo que es, sueco, y al momento Tolisso (24’) impactó otra vez con el larguero. Pareció increíble que el partido saliese de esa sucesión de escaramuzas sin goles. Después de una pequeña tregua, el Lyon pegó otro arreón final en la primera parte que hizo tambalearse al Sevilla: Mariano salvó milagrosamente un remate de Lacazette que iba para adentro y Valbuena volvió a reventar el balón con el larguero. Ya nadie tenía frío en el que Parc OL, que rugía como en las mejores noches de Gerland.
Sampaoli, embutido en un anorak en un palco, estaba impedido por la UEFA para dar instrucciones al descanso. Justo en un partido en el que tocaba intervencionismo. Pero Lillo debió decir cosas interesantes al descanso porque el Sevilla creció, especialmente Nzonzi, que se multiplicó y se pidió el liderazgo del partido. A su lado se puso Nasri, que se adueñó de la pelota. Mariano empezó a controlar a Valbuena, que ya no pareció tan diablo. Rami, Pareja y Mercado se comieron a Lacazette y a Ghezzal. Lillo masticó bien los cambios y el Sevilla casi ni sufrió al final. Su primera fase merecía premio. Vuelve al sorteo más glamouroso del año.